Bajo la luz de la Luna

02. DESCUBRIENDO LA VERDAD

Decidida a no permitir que me menosprecie ni me insulte, avanzo hacia él con una determinación feroz. Sin pensarlo, levanto la mano y le doy una bofetada que resuena en el pasillo con la intensidad de un latigazo. El sonido estremece el aire, y la mejilla de Derek se torna instantáneamente roja, mientras sus ojos se abren con una mezcla de sorpresa y desconcierto. Un tenso silencio se cierne entre nosotros.

—No quiero tu asqueroso dinero —mis palabras salen llenas de rabia.

—¿Acaso quieres más? ¿Cincuenta mil dólares, quizá? —pregunta con confusión dibujada en su rostro.

La indignación me quema por dentro. Lo miro con desprecio, y mis palabras salen cargadas de rabia.

—¿Cómo te atreves a hablarme así? Estoy aquí para trabajar, no para que me menosprecies. Gente como tú, que cree que el dinero puede comprarlo todo, siempre busca menospreciar a los demás. Pero el dinero no te hace una buena persona. —mi voz se vuelve un rugido de desafío—. No deseo volver a verte nunca más. Ya he tenido suficiente con personas como tú, y no voy a perder mi tiempo con demandas.

Me alejo rápidamente, mi corazón late con fuerza. No puedo creer lo que acabo de hacer, pero no tenía otra opción. Estoy aliviada por haber defendido mi dignidad. No podía dejar que me trataran con desprecio, no después de todo lo que he pasado.

Con todo lo que acaba de pasar no puedo quedarme más tiempo en el evento, así que me encargo de que todo quede organizado y me disculpo para irme. Dejo a Denisse a cargo. Salgo en busca de un taxi y puedo sentir el peso de una mirada sobre mis hombros. Giro mi rostro y me encuentro con Derek, aquel que acaba de insultarme. Sin dejar que me afecte, subo al taxi y me dejo llevar por la necesidad de olvidarme de su existencia.

Derek Carter

Me quedo parado mirando como esa mujer sube a su taxi para irse. Debo admitir que me siento confundido. No entiendo, Rubén me dijo que ella lo había seducido, pero no parece ser ese tipo de persona, ¿o estará fingiendo?

—¿Quién será ella? —murmuro para mí mismo, todavía con la imagen de la mujer grabada en mi mente.

Quizá si hubiera sabido quién soy, habría aceptado el dinero. Aunque, no suelo encontrarme con personas que no me reconocen. Recuerdo cómo esta misma mujer me lanzó un grito esta mañana por un incidente trivial del cual ni siquiera fui culpable. La memoria de su indignación y la valentía en sus ojos me deja con una curiosidad que no puedo ignorar.

Sonrío ligeramente, un gesto cargado de intriga. Esta mujer, que parece desafiar todas mis expectativas, me ha dejado pensando. Su actitud desafiante y su fortaleza me fascinan de una manera inesperada.

El sonido de la limusina al detenerse casi frente a mí, me saca de mis pensamientos. El chofer abre la puerta y baja Clarissa, mi prometida, con una sonrisa radiante en el rostro. Llevamos juntos casi seis años y ahora estamos haciendo los preparativos de la boda.

—Derek, cariño, perdón por la tardanza —saluda con una ligera sonrisa nerviosa.

Se acerca y me saluda con un corto beso en los labios, el cual respondo de manera automática. Dirijo la mirada a la limusina y mi madre desciende con calma, impecablemente vestida y con su habitual porte y elegancia. Ella me dedica una sonrisa cálida antes de acercarse, y le doy un beso en la mejilla.

—Madre, ¿dónde está Brian? —pregunto de manera seria.

—Viene más tarde. Estuvimos esperándolo, por eso nos demoramos —explica mi madre, con un tono que intenta ser despreocupado—. Pero al final decidimos venir nosotras adelante.

—No queríamos llegar tarde al evento —Clarissa interviene y su incomodidad es palpable.

Sonrío ligeramente, ya me encargaré de esto después. Estoy seguro de que algo me están ocultando.

—Pasen, no quiero que se enfríen —les digo con gentileza, abriendo la puerta para que ambas mujeres ingresen al edificio.

Mientras entran, mi mirada se dirige a la calle, por dónde se fue el taxi de esa mujer. Hay algo en ella que me inquieta, necesito asegurarme de que no planeará nada contra la empresa. Debo saber qué pasó realmente.

—Ya regreso —les digo y Clarissa sujeta mi brazo.

—¿A dónde vas? Te acompaño —dice con una sonrisa y niego con la cabeza.

—Tengo que revisar algunos asuntos de seguridad, quédate con mi madre haciéndole compañía, ya regreso —digo y empiezo a alejarme.

Algunos socios se acercan a dónde ellas y se entretienen. Clarissa estará feliz, le encanta hablar de nuestro compromiso y de que ya vamos a casarnos.

Mis pasos me llevan hacia la sala de seguridad. Una sensación de intranquilidad se instala en mi pecho. Necesito saber si he cometido un error, esa mujer parecía genuina en su enojo y dolor.

—Necesito ver las cámaras —digo a uno de los señores de seguridad.

—Claro, señor Carter. ¿Qué área desea ver? —responde mirando los monitores.

—Busca el área del pasadizo derecho, retrocede unos veinte minutos —pido y observo fijamente para confirmar mis sospechas y entender qué ha pasado—. Ahí —él detiene la grabación—. A ella, quiero ver su recorrido.

Él lo pone en retroceso, hasta que ella está en el evento. Miro su recorrido y veo a Rubén acercarse, le dice algo y ella lo conduce a la barra de bebidas y luego se aleja. Luego veo que hace una seña a otra mujer y ella se va ingresando al pasadizo.




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