Bajo la luz de la Luna

08. EMOCIONES

Intento incorporarme, pero el cansancio me mantiene anclado al sofá. Miro a Clarissa tratando de encontrar las palabras correctas, aunque en este momento todo lo que deseo es un poco de paz para poder dormir.

—Clarissa, no es el momento… —murmuro, intentando calmar la situación antes de que se salga de control.

Pero ella no está dispuesta a ceder. Se acerca con los brazos cruzados y una expresión que demuestra frustración, mezclada con algo más que no logro descifrar.

—¡Por supuesto que es el momento! —grita—. He estado aquí esperándote, sin saber dónde estabas ni con quién. ¿Te das cuenta de lo que significa eso?

Cierro los ojos un segundo, sintiendo cómo el cansancio y la irritación se mezclan. No quiero discutir, pero sé que no me dejará en paz hasta que le dé respuestas.

—He estado ocupado —respondo intentando sonar firme—. Cosas de trabajo. No tienes que preocuparte.

Sé que estoy mintiendo. Si le digo que he estado ayudando a una mujer, si se entera de que pasé las últimas horas acompañado del sexo femenino, se desatará una tormenta que no estoy preparado para enfrentar. Clarissa suelta una risa sarcástica, su mirada es fría.

—¿Cosas de trabajo? ¿Es así como lo llamas ahora? —se inclina un poco hacia mí, sus ojos buscando conectar con los míos—. No puedes desaparecer y esperar que todo esté bien cuando regreses.

Suspiro y siento una punzada de culpa. No he hecho nada malo, pero entiendo que Clarissa esté molesta. Aun así, en este momento no tengo la energía para explicar cada detalle.

—Clarissa, no quiero pelear. Estoy agotado y solo quiero descansar un poco. No he hecho nada malo. Ve a tu casa y luego te busco para contarte todo.

La expresión de Clarissa se suaviza ligeramente, pero aún sigue enojada.

—No es solo por hoy, Derek. Es cada vez. No puedes seguir cerrándome la puerta en la cara como si no importara.

Asiento lentamente, puedo entender cómo se siente. Sé que mi relación con Clarissa no está pasando por un buen momento desde hace un tiempo, y no hemos tenido el coraje ni la claridad para enfrentar las cosas de frente.

—Lo sé —digo levantándome del sofá con esfuerzo—. Pero ahora, solo necesito descansar. Prometo que después hablaremos.

Clarissa me observa en silencio con su postura rígida. Paso la mano por mi cabello, intentando despejarme mientras me dirijo a mi habitación con ella detrás de mí.

—Derek, no puedes seguir evitándome —su tono es casi suplicante ahora—. No es solo hoy… es todo el tiempo. Estás aquí, pero al mismo tiempo, no lo estás. Te siento tan distante, como si estuvieras en otro lugar… con otra persona.

Sé que tiene razón en parte. Mi mente ha estado en otros lugares, en otras preocupaciones. Desde que tomé la presidencia de la compañía, no he tenido tiempo para mí mismo, y la situación con mi hermano me preocupa.

—Clarissa… —empiezo a hablar con voz tranquila—. Hay muchas cosas que están pasando ahora mismo, cosas en el trabajo, en la familia… solo es eso.

—No me mientas, es otra mujer, yo lo sé —me reclama y niego con la cabeza desde la puerta de mi habitación.

—No hay otra mujer, me paso todo el día trabajando. Además, te prestaría más atención si no fuera porque cada vez que hablamos solo mencionas cosas superficiales —levanto el tono de mi voz.

La irritación acaba de ganar. Solo necesito dormir, ¿por qué no me escucha?

—¿Cosas superficiales? —repite en un susurro.

—Me hablas de joyas, ropa, de las fiestas de tus amigas, de todo el lujo que quieres para el matrimonio. ¿Acaso no te has puesto a pensar que mientras tú gastas millones y vives sin preocupaciones, hay gente que la está pasando mal?

A mi mente me llega la imagen de Luna y de su madre. Lo mal que lo han pasado todo este tiempo, con sus rostros marcados por la lucha y la desesperanza. No puedo evitar comparar sus vidas con la de Clarissa, tan ajena a cualquier preocupación que no involucre su propia comodidad.

Clarissa me mira, incrédula, como si mis palabras fueran un insulto directo a su existencia. Su rostro, tan perfecto y cuidadosamente maquillado, se contrae en una expresión de dolor y confusión.

—¿Eso piensas de mí? —su voz tiembla ligeramente, y por un instante veo una vulnerabilidad que raramente muestra—. ¿Que soy superficial? ¿Qué no me importa nada más que el lujo y las fiestas?

De mis labios sale un suspiro cansado.

—Clarissa… Sé sincera contigo misma. De un tiempo para acá, de lo único que estás pendiente es de ti misma y de mí, asfixiándome en cada paso que doy.

—Yo solo te cuento de mi día. No es mi culpa tener una vida perfecta. Si otros la pasan mal, no es mi problema. A mí solo me importa que estemos bien los dos, pero parece que ya no te importo.

—No es que no me importes, pero… no puedo seguir pretendiendo que todo está bien cuando no lo está —mi voz baja de tono mientras intento que entienda—. Estoy agotado, emocional y mentalmente. No se trata solo de nosotros, estoy cargando con demasiado peso sobre mis hombros, hay tantas cosas en juego… tantas personas que dependen de mí.




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