Bajo la luz de la luna

Capítulo III: El origen de todo.

Poco a poco una nueva rutina comenzó en mi vida, durante el día, ayudaba en la posada trabajando arduamente, pese a que en un inicio había llegado aquí de mala gana y no podía evitar sentirme molesta y deprimida todo el tiempo. Ahora todo era completamente diferente, me había logrado encariñar no solo con este lugar, sino que también con todas las personas que vivían y trabajaban aquí.  En especial con Marcus y Micaela, eran una pareja algo despistada, pero eran sumamente divertidos, el trato que tenían con todos era tan… único y especial, que uno no percibía la línea entre dueños y trabajadores, muy por el contrario, uno llegaría a pensar que todos los miembros de aquí compartíamos algún tipo de lazo sanguíneo.

A veces Marcus se ponía firme cuando trataba de llamarme la atención, buscaba ser un adulto maduro o generarme algún tipo de imagen paternal, pienso yo, pero inevitablemente, su lado de niño, ese que todos tenemos internamente y que algunos logran perder, terminaba aflorando, y la reprimenda se terminaba convirtiendo en un concejo de amigo de toda la vida. Micaela por su parte, era una chica muy sociable, hablaba demasiado, incluso llegaba un punto en el cual te generaba dolores de cabeza, pero cada pequeña cosa que ella decía venia cargada de mucho amor, comprensión y cariño, algo que solo había sentido con Mildred y mis niños…

Cada día representaba una nueva aventura, nuevos descubrimientos y nuevos aprendizajes. Pero la mejor hora del día era cuando todos se iban a dormir, ya que yo me escabullía fuera de la posada con dirección hacia el lago. Desde que conocí a Cavendish, fielmente hacia ese recorrido nocturno solo para poder observarlo, pero también, quería escucharlo narrar aquellas maravillosas historias que solo él poseía, era emocionante oírlo detallar su mundo y todas las bellezas naturales que uno podía encontrar. La forma en la cual él narraba era tan mágica y exquisita que uno definitivamente lograba plantearse en ese escenario, y de esa manera, lograba sentir a flor de piel las mismas emociones que él buscaba transmitir.

Sin embargo, uno no podía evitar sentirse triste y apenado, ya que toda aquella majestuosidad natural de la que ellos eran privilegiados, distaba mucho de cómo era la tierra en la actualidad. Incluso al contarle que algunos hombres depredaban bosques enteros para realizar sus negocios ilícitos, o realizaban la caza furtiva de animales en peligro de extinción lograba sorprenderlo, y eso reafirmaba su pensamiento de que los humanos éramos criaturas desconsideradas, que pisoteaban todo lo que tenían a su alrededor sin importarle los demás. Debo admitir con profundo pesar y tristeza, de que yo sentía exactamente lo mismo, pero también era consciente de que no todos éramos malos y de que había personas que buscaban ayudar al planeta generando un cambio positivo, así fuera una pequeña minoría. 

Junto a él me sentía tranquila y en paz, disfrutaba lo máximo que podía con su presencia, e inevitablemente conforme comenzaron a transcurrir los meses, en mi fue creciendo en mi un sentimiento, que si bien al principio era de admiración y fascinación, esto poco a poco se fue transformando en algo más, llegó un punto en el cual me sentía nerviosa a su lado, su sonrisa, su voz y su mirada generaban que la piel se me erizara, me sentía como una chica de secundaria. Me gustaba verlo a través del reflejo, en verdad era un gozo y regocijo enorme el poder estar a su lado cuando la luna estaba en su punto más alto, aunque fuera en aquella apariencia animal. Pero... aquello solo era una felicidad momentánea, no me bastaba con solo verlo a través del agua, o tenerlo a mi lado de esa manera. Quería tocarlo, quería sentir su cálida respiración, y también, quería que él me sujetara entre sus brazos. Cada vez que pensaba en eso un nudo se posicionaba en mi garganta y un vació se acrecentaba en mi interior, era innegable lo que dentro de mi había surgido, odiaba admitirlo, en verdad que sí, porque me estaba enamorando, o mejor dicho, ya estaba enamorada de él, irrumpió dentro de mi corazón sin dar algún tipo de anuncio o señal, fue muy tarde el darme cuenta de que ya se había hecho un espacio dentro de mí, un espacio que yo no quería que fuera desocupado nunca. Odiaba sentirme de esta manera, ya que este sentimiento de amor me quemaba, me lastimaba, y el no poder expresarle todo esto consumía un poco más cada parte de mi alma.

Como si se tratara de un simple juego, los días se fueron volando, las horas corrieron sumamente rápido y las estaciones poco a poco fueron avanzando. Ambos fuimos testigos del cambio de color de aquellas hojas de esos hermosos árboles, de cómo algunos animales hicieron su madriguera para poder invernar, y de cómo los días calurosos se fueron, dejando tras de sí una brisa fría por las noches. Un año y medio, había transcurrido un año y medio desde mi llegada a este lugar, dieciocho meses desde que lo había conocido a él, dieciocho meses desde que comenzó lo más bonito y lo más tortuoso de mi vida.



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En el texto hay: romance y magia, romance, unicornios

Editado: 24.09.2018

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