Bajo la luz de la luna

Capítulo VIII: Bajo la luz de la luna.

N E R E A

Los tenues rayos del sol comenzaron a filtrarse por la ventana, algunas aves cantaban cerca de la ventana y una fresca brisa inundaba la habitación. Me removí en medio de la cama y estiré mi mano, pero al hacerlo, no pude encontrar a Cavendish. Levanté el rostro de la almohada, recorrí la habitación con la mirada, pero no lo hallé. Al observar hacia afuera, me pude percatar de que la intensidad del sol no era igual que la última vez que estuve aquí. Pensé que eso se debía a algún cambio de estación, pero luego recordé que ellos las amulaban, más estas no poseían todos los factores climatológicos.

Me levanté de la cama, busqué mi ropa en el suelo y luego de que me la coloqué salí de la habitación. Al llegar al pasillo vi a una escoba barriendo el tapete, esta al verme allí de pie, se fue volando hacia una habitación al lado contrario. En cuestión de solo unos minutos comencé a escuchar pisadas de tacones a lo lejos. La nana Rose vino corriendo desde algún punto, al llegar hasta donde me encontraba traía las mejillas rojas producto del esfuerzo.

—¡Nerea! —ella me abrazó con fuerza, tal y como había hecho la primera vez que la conocí.
—Hola, nana Rose. 
—Pero niña, no esperaba verte aquí de nuevo —ella me separó ligeramente para observarme—, pensé que no volverías.
—Lo siento, antes me fui sin despedirme. Pero decidí volver.
—Me alegro que lo hicieras, Cavendish te extrañó mucho durante este tiempo.
—Yo lo extrañé también —le sonreí y ella me devolvió el gesto—. A propósito, ¿Sabe dónde está?
—Bueno…, sí, pero él no tardará en venir ¿Qué te parece si desayunas primero?
—No quiero ser una molestia.
—No eres una molestia, pequeña. Es un placer el servirte.

La nana Rose comenzó a bajar las escaleras mientras me sujetaba del brazo, ella comenzó a contarme todas las cosas que Cavendish había estado haciendo durante este tiempo, pero en las anécdotas que venía relatando, me podía percatar de que se frenaba ligeramente en algunas partes, como si estuviera escondiendo algo.

Al llegar a la primera planta todo era completamente diferente, recuerdo que la primera vez que vine el lugar estaba más iluminado, algunos implementos de limpieza se movían por su cuenta dejando todo impecable, pero ahora, no había absolutamente nada. Si bien el lugar se encontraba limpio, le faltaba aquella vitalidad que poseía la primera vez.

—Siéntate, por favor.

Accedí a lo que ella me pidió y tomé asiento en una de las mesas. La nana Rose entró a la cocina y pude escuchar como removía algunos objetos de metal. Al observar por la ventana observé en dirección al sol, todo seguía de una tonalidad grisácea y los polvos que antes emitía el orbe, ya no eran tan constantes.

—¿Qué ha pasado?

Me sentía inquieta, pese a que la nana Rose no me había dicho nada, podía sentir que algo no andaba bien. La primera vez, ni bien pisé este lugar, podías percibir con nitidez la magia que había. Pero ahora, es como si todo se estuviera apagando poco a poco.

—Lo siento ¿Tardé mucho?

Al girarme vi a la nana parada en la puerta de la cocina, ella sostenía un plato y un vaso de jugo. Se acercó hacia la mesa y lo colocó allí, luego ella tomó asiento al lado y me pidió que me siente. Caminé hasta el lugar y tomé asiento, ella me había preparado panqueques acompañados de frutas y una especie de helado de mora.

—¿Te sientes bien? —me preguntó.
—Siento que… algo no está bien.
—¿Por qué lo dices?
—No lo sé… —llevé una mano a la altura de mi corazón y apreté la zona levemente—, lo siento aquí dentro. Es como si algo hubiera cambiado. 
—Debe ser el cansancio…, viajar por el portal puede ser agotador.
—¿Tú te sientes bien?
—¿Yo? Sí pequeña, estoy bien.
—Extiende sus manos, por favor.

La nana se removió incomoda en el asiento, si lo que creía estaba pasando, eso significaba que Miondel estaba muriendo poco a poco. Ella se mostró rehacía al inicio, pero luego de mi insistencia, ella terminó accediendo. Retiré los guantes que tenía puestos, y al ver sus manos, no pude evitar espantarme. Había unas líneas negras que le llegaban hasta las muñecas, antes no tenía esas rayas, se veían recientes.

—No puedo creer que te hayas dado cuenta tu sola.
—Siempre me distinguí por ser alguien que presta atención a los detalles. Y recuerdo que la primera vez, tu no usabas guantes… 
—¿Solo eso te llamó la atención? —ella rio apenada mientras volvía a cubrir sus manos.
—No, todo aquí se siente diferente. Cuando Treyment me enseñó mi pasado, en el vi a mi nana, ella movía todas las cosas del palacio a su antojo. Y cuando te vi a ti, nana Rose, pude ver que si bien, no lograbas mover la misma cantidad de objetos, el lugar poseía más brillo e iluminación.
—Lo siento Nerea, no era mi intención ocultarte esto, es solo que…, bueno, resulta algo embarazoso.
—¿Por qué sería algo embarazoso?
—Nosotros, los unicornios siempre hemos sido criaturas que se caracterizan por poseer grandes cantidades de magia. Te seré franca, estamos agonizando, el corazón de Miondel poco a poco se está apagando… 
—¿Dónde está Cavendish?
—Ayudando al pueblo… hay personas que ya no pueden ni moverse.



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En el texto hay: romance y magia, romance, unicornios

Editado: 24.09.2018

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