Las aves comenzaron a surcar el cielo, las campanas comenzaron a retumbar en cada rincón de Miondel, todos los aldeanos estaban vestido de manera elegante, aquella era una celebración sin precedentes, así que debían vestir sus mejores galas.
Monic corría de un lado al otro mientras ayudaba a la nana Rose con los preparativos finales, la comida estaba lista, el pastel igual, los adornos estaban perfectamente colocados. Bien, todo parecía estar bajo control hasta ese momento.
Nerea, quien traía puesto un vestido de color blanco, similar al que usó su madre en algún momento, se mostraba nerviosa, era un gran paso, y si bien ella debía de mostrarse será y calmada, era sumamente imposible hacerlo, los nervios la dominaban por completo.
—Estarás bien —Monic la abrazó desde atrás, mientras se separaba inmediatamente para volver a acomodar el traje que ella traía puesto.
—Sé que estaré bien, pero aún me siento inquieta.
—Es natural —ella se encogió de hombros—, lo raro sería que no sintieras nada.
—¿Tú no te sientes nerviosa?
—¡Por supuesto que sí! —Monic saltó levemente sobre su lugar a medida que sonreía—, pero estoy sumamente emocionada, eso logra amilanar por completo mi nerviosismo.
—Bien, es hora de que comience a calmarme.
Nerea se observó por veinteava vez en el espejo y sonrió, se sentía bien, estaba sumamente emocionada al igual que el resto, tan solo debía de focalizar bien su energía para que todo saliera de maravilla. No era momento de sentir miedo, no era momento de sentir inseguridades, era ahora o nunca.
—¿Estás lista, pequeña? —la nana Rose entró por la puerta trayendo consigo velo de color blanco.
—Lo estoy —le aseguró ella con una amplia sonrisa.
—Ya es hora —la nana se limpió algunas lágrimas con un pequeño pañuelo y Monic comenzó a lagrimear también.
Nerea al verlas sintió deseos de llorar, pero fue necesario que se contuviera, debía estar sumamente serena.
Las tres salieron del palacio, caminaban a paso firme, la música sonaba por todo el pueblo, las aves surcaban el cielo, el corazón de Miondel generó una aureola boreal que envolvió a todos, los aldeanos al ver a Nerea acercarse comenzaron a aplaudir, vitoreaban su nombre y el de Cavendish mientras tiraban pétalos de color morado al aire.
Ella les sonrió radiante, feliz, sintiéndose sumamente plena. Siguió con su camino hasta que finalmente llegó al lago del portal, allí se encontraba Cavendish esperándola, él traía puesto un traje color azul, similar al que su padre usaba en la antigüedad. Al verla, no pudo evitar sonrojarse, ella se veía hermosa en ese vestido, y ella no pudo evitar hacer lo mismo al observarlo.
—¿Estás lista? —le preguntó mientras sujetaba su mano con firmeza.
—Siempre lo estoy —le afirmó mientras reía y sus ojos se achinaban.
El corazón emitió un rayo de color azul, más fuerte que la primera vez, el lago brilló con fuerza y unas piedras comenzaron a emerger de el, en cuando una pequeña cueva se formó, todos los aldeanos comenzaron a caminar lentamente hacia adentro, sentían miedo, pero aquella era una celebración que les traería felicidad, por fin, después de tanto tiempo, se sentía sumamente seguros y tranquilos.
Del otro lado del lago el brillo de la luna indicó que algo pasaba, Aron al ver como algunas burbujas emergían del centro llamó a sus padres, ellos se acercaron presurosos y vieron como una cueva emergía desde el fondo.
—¡Llegaron! —dijo el joven mientras abrazaba a sus padres con fuerza.
Una vez que la cueva emergió del otro las aves multicolores brotaron del interior, el cielo se tiño de diversas tonalidades, unas pequeñas estrellas fugaces comenzaron a surcar el cielo como dándoles la bienvenida, y por fin, luego de una larga espera, Nerea y Cavendish aparecieron de atrás.
Marcus, Micaela, Aron y el Señor D. al verlos agitaron los brazos en el aire a modo de saludo, no pudieron evitar lagrimear al verlos a ambos.
Nerea y Cavendish comenzaron a caminar encima del agua y desde al fondo de la cueva la música comenzó a brotar, los aldeanos entonaban orgullosos el himno de Miondel conforme veían como sus líderes los guiaban nuevamente hacia la tierra.
¡Viva Miondel! Nación de paz y libertad,
Hemos venido a entonar nuestro cantar
Venimos a traerles felicidad.
¡Lealtad sin igual han de encontrar!
Nosotros los hemos de curar
Y si lo deseas te podemos ayudar
¡Viva Miondel! Nación de paz y libertad,
¡Viva Nerea y Cavendish, quienes nos trajeron libertad!
¡Vivan nuestros ancestros, viva el futuro que nos ha de esperar!
En cuanto Nerea y Cavendish llegaron hacia donde se encontraban los demás los abrazaron con firmeza, las lágrimas no cesaron en lo que duró la ceremonia. Aquel día no solo ambos se unirían, sino que, por fin, luego de tantos siglos separados, la tierra y Miondel volverían a estar conectados.