Gabriel era un chico solitario y miserable. Y yo había hecho que se sienta mucho peor. Durante los siguientes días se alejó de mí y el mundo volvió a ser tan gris como de costumbre. Empecé a faltar unos días al colegio, hasta que el director notificó a mi madre acerca de mis ausencias y me obligó a volver.
―¡No puedes hacer lo que se te de la gana, Alan! ―me gritó muy indignada en cuanto se enteró―. ¡No quiero que vuelvas a faltar! ¡Ya es el último año! ¡No voy a dejar que eches a perder tu vida!
«Jamás te habrías dado cuenta si alguien más no te lo hubiera dicho», pensé. En otras ocasiones me habría atrevido a decírselo a la cara y ambos habríamos pasado toda la tarde discutiendo. Sin embargo, ese día no tenía ánimos para eso. Fui al baño a darme una ducha. En cuanto me quité la ropa, me miré en el espejo. Había perdido peso y estaba más pálido que de costumbre. Las ojeras se me estaban marcando más.
―Cualquiera habría pensado que soy un zombie. ―Me acaricié la mejilla―. Cualquiera excepto mi mamá.
Me dolía no existir para mi madre. A pesar de que nosotros nunca tuvimos una relación muy cercana, supuse que al verme así al menos se preocuparía. Me equivoqué. Aún ahora, tantos años después, no he podido perdonarla por completo por ello.
Cuando terminé de ducharme me tendí sobre la cama y miré el techo inexpresivo. Desde que había empezado a faltar al colegio pasaba los días así. No me movía hasta que se hacía de noche y salía a beber. Pero en los últimos días ni siquiera había hecho eso. Sentia que el colchón era un iman para mí cuerpo y una vez que me atrapaba era imposible escapar.
No recuerdo cuánto tiempo habrá pasado hasta que escuché a alguien golpeando la puerta de mi cuarto.
―Alan, uno de tus amigos te vino a visitar. ―Lo que me dijo mi madre me extrañó. ¿Amigo? ¿Cuál amigo?
Cuando abrí la puerta me sorprendí mucho al encontrarme cara a cara con Gabriel.
―¿Por qué nunca habías traído a este muchacho? ―preguntó mi mamá―. Se ve que es un buen chico.
Mi mamá se fue y nos dejó solos. Me apresuré a cerrar la puerta. Ambos nos sentamos muy separados en mi cama. Casi estábamos en los extremos.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―La verdad habría esperado que Rosa viniera antes que él.
―Noté que no estabas yendo a la escuela. Y como me dijiste que tenías problemas pensé que algo malo había pasado.
―¿Cómo sabes dónde vivo? ―Mi pregunta provocó que se sonrojara.
―P-por favor, no pienses que soy raro. La otra vez cuando estabas más distante te seguí hasta tu casa. ―No me podía enojar. Yo también lo había seguido antes. ―Dime, ¿estás bien? Te veo más delgado.
Lo notó, apenas habían pasado tres semanas desde que nos conocimos pero había notado los cambios en mí.
―Sí. Estoy bien, no te preocupes. Lo que pasa es que estoy a dieta ―le mentí.
―¿Sabes? Pensaba que te había hecho sentir mal la última vez que hablamos. Por eso quería disculparme. ―Cuando lo escuché, otra vez me quedé en silencio. No podía creer lo que estaba escuchando―. B-bueno, eso es todo lo que venía a decirte. No quiero incomodarte más.
Se levantó para irse, pero entonces me dirigí hacía él y lo detuve tomándolo del brazo.
―¡Espera! ―exclamé algo desesperado―. ¡Soy yo el que te hizo sentir mal! ¡Yo debería pedirte disculpas!
La sorpresa invadió su rostro. Sus ojos jamás habían mantenido contacto visual con los míos durante tanto tiempo. Y entonces, solo sonrió y miró hacia otra parte.
―No. No te debes disculpar.
―¡Pues ya lo estoy haciendo! ¡En serio lamento mucho haberme comportado como un idiota!
―E-está bien. ―dijo mientras limpiaba unas lágrimas que se habían comenzado a formar en sus ojos―. Todo está bien.
―¡Perdón! ―Solté su brazo y me alejé un un poco―. ¿Te estoy asustando?
―No. Es solo que nadie de la escuela se ha disculpado nunca por cómo me trata. Esto es nuevo para mí.
Casi al mismo tiempo y evadiendo nuestras miradas, volvimos a sentarnos en el filo de la cama. Está vez estábamos más cerca.
―Lo debes pasar muy mal no es así. ―Me entristecí al imaginarme cómo era la vida de Gabriel. Nunca había pensado en lo difícil que debía ser para él.
―No te sientas mal. Lo que te dije antes es cierto. Estoy acostumbrado a esas cosas. ―Cada que decía eso mi corazón se rompía un poco más. ¿Cómo era posible que un chico como él, que no le hacía daño a nadie, fuera tratado de esa forma? ―Lo que pasa es que soy algo distinto.
Ah. Es cierto... Era por eso. Ante los ojos de los demás Gabriel solo era un chico torpe afeminado y con muy pocos amigos. Pero en realidad era un chico muy listo, empático y agradable. Y ya que yo lo sabía, no iba a permitir que los malos entendidos lo aparten de mí.
―¿Puedes quedarte un poco más? Quiero tratar de explicarte todo, por favor. ―Él asintió y se sentó a mi lado―. Primero que nada, soy un idiota. Y no puedo dejar de serlo de la noche a la mañana.
―Yo no creo que lo seas.
―Lo soy. La verdad me da mucho miedo que la gente se entere de que somos amigos.
―¿Somos amigos? ―Sus ojos se llenaron de ilusión al preguntar.
―Lo seremos si estás dispuesto a aceptar lo que te voy a pedir. ―Me miró atento a lo que te iba a decir―. Por ahora, no quiero que te acerques a mí en la escuela. Necesito tiempo para asimilar las cosas y alejarme un poco de mis amigos.
―¿Por qué quieres alejarte de tus amigos?
―Si yo soy un idiota, ellos son algo aún peor. No son buenas personas, Gabriel.
―Entiendo. ―Se quedó un rato callado mirando al piso―. Supongo que por mi está bien.
Me alegré mucho al escucharlo decir eso. Él también estaba muy contento porque no podía ocultar su sonrisa.
―Muchas gracias por ser tan comprensivo conmigo.
―Muchas gracias por ser mi amigo. ―Parecía que estaba a punto de llorar esta vez, pero dio un largo suspiro y cambió el tema.
Pasamos el resto de la tarde hablando. Me preguntó si ya había leído el libro que me había prestado. Y me tuve que disculpar porque ni siquiera lo había abierto desde que me lo dio. También me habló de algunas cosas que habían pasado en la escuela durante mi ausencia y me preguntó en muchas ocasiones si en serio estaba bien. Cuando la noche llegó, se despidió y se fue, sin embargo su calidez se quedó conmigo. Al ir a dormir esa noche, estaba muy feliz.