Noah
La noche llegó a su fin, aunque yo no quería que fuese así, acompañe a Emma a su casa y volví a la mía con una sonrisa en los labios, me recosté en el sillón tratando de recordar cada milímetro de su rostro, su tacto al bailar juntos y el olor del perfume que llevaba , el timbre de la puerta me saco de mis pensamientos, me levante del sillón, confundido por qué tocaban insistentemente. Al abrir la puerta, me encontre con mi madre y Jacob parados en el umbral. Mi corazón se acelera; no esperaba verlos aquí y mucho menos a ella.
—¿Qué están haciendo aquí?— pregunte, tratando de ocultar mi sorpresa.
—Noah, necesitamos hablar. Es importante. — su voz era fría.
— Ella me obligó a traerla. — tartamudeo Jacob incomodo— No tuve opción. — Los invite a pasar y note como mi madre escaneaba el lugar con la mirada, miró el sillón e hizo una mueca de asco, saco un pañuelo de su bolso para ponerlo sobre de el y después sentarse. La observé y solo sentia un nudo en el estómago al ver a mi madre en la sala.
—¿Qué quieres, mamá?— pregunte, tratando de mantener la calma.
—Hay asuntos familiares que debemos resolver.
—¿Familiares? — me burle—¿Desde cuándo te importa la familia?
—Tu padre está enfermo— soltó como una cubeta de agua fria — necesita un donante de médula osea y resulta que tú cómo su legítimo hijo eres el donante perfecto.— La atmósfera en la sala se volvió aún más tensa y Jacob nos observaba incómodo.
—¿Por qué debería de salvar a alguien que nunca estubo para mí? — solté una risa amarga.
—Noah, no es momento para sentimentalismos. Tu padre necesita esa médula osea, y tú eres la única opción viable. No puedes ser egoísta ahora.— Su tono era implacable, como si estuviera hablando de un simple trámite.
Jacob, incómodo en su silla, evitaba mirarme. Era un testigo involuntario de esta confrontación, sabía perfectamente que no fue buena idea traerla aquí.
—¿Egoísta? — bufé ante su comentario
—Noah, no tienes opción. La prueba de compatibilidad ya está programada. No puedes negarte. — Su voz era un recordatorio frío de mis responsabilidades. Mis puños se cerraron involuntariamente. La ira burbujeaba dentro de mí. ¿Cómo se atrevía a venir aquí, a exigirme esto? ¿Después de todo lo que había pasado?Ella me miró con desprecio. Sus ojos, tan parecidos a los míos, eran como espejos rotos. No había amor en ellos, solo conveniencia.
—¡No soy un banco de órganos! — grité, mi voz resono en las paredes—. No puedes aparecer aquí después de años y esperar que haga esto por ti. No lo haré — la sala quedó en silencio. Mi madre me miró con desafío. Jacob, aún incómodo, parecía atrapado entre dos mundos. Finalmente, respiré hondo.
—Haré la prueba de compatibilidad. Pero no por ti. Lo haré por mi padre.
Ella asintió, satisfecha. No había ganado la batalla, pero había logrado su objetivo.
—Mañana en la clínica San Miguel te harán la prueba, se puntual te estaré esperando a las nueve de la mañana.— me dejó la tarjeta de la clínica con la dirección y salió de mi departamento.
La sala seguía cargada de tensión. Jacob se levantó de su asiento, visiblemente aliviado de que mi madre se hubiera marchado. Me quede inmerso en mis pensamientos, tratando de procesar todo lo que acababa de suceder.
—Noah, lo siento. No esperaba que tú madre...
—No te preocupes— lo interrumpí y el puso su mano en mi hombro, agradeciste su gesto asintiendo levemente.
—¿Como te fue con tu cita con la chica del equipo de natacion? —se sentó en uno de los sillones tratando de romper el silencio que había.
—La cita con Emma fue increíble — sonrei mientras recordaba los momentos pasamos juntos.—ella una persona increíble— La conversación sobre Emma trajo consigo un destello de alegría y ligereza a la sala, contrarrestando la pesadez de la situación familiar que acababa de enfrentar. — pero le menti.
—Mentirle en la primera cita, estás acabado...
— Le dije que mis padres habían muerto, pero prefiero que ella crea eso a que la bruja de mi madre quiera arruinarle la vida.
—Una mentira piadosa no hace daño... bueno me voy, mi novia me espera con la cena.— se levantó del sillón y comenzó a caminar hasta la puerta
—¿Te vas? — Jacob paro en seco y me miró con cara de yo no fui— traes al enemigo a mi casa y te vas así como así.
—¿Que quieres que haga?— hablo fastidiado y volvió a sentarse como perro castigado y yo comencé a reír.
—Mañana necesito un aventón a la clínica...
—No puedo faltar a clases— me interrumpió
—Lo se, pero me prestarás tu motocicleta, tu te puedes ir en metro a la universidad— Jacob sin decir nada suspiro.
— Está bien, mañana te la traigo temprano— se levanto y se marcho.
A la mañana siguiente, la alarma comenzó a sonar. El reloj marcaba las ocho en punto, y la cita en la clínica San Miguel estaba a solo una hora de distancia. Me levanté, aún aturdido por la conversación con mi madre la noche anterior.
Me vestí rápidamente y salí de mi departamento, busque la llave en mi buzón y tome la motocicleta de Jacob quien la había dejado en el estacionamiento, me dirigí hacia la clínica con pasos decididos. Al llegar, me encontré con una sala de espera llena de personas ansiosas. Busque a mi madre con la mirada pero no estaba.
Una enfermera me llamó, y la seguí hasta una pequeña habitación. Allí, me hicieron una serie de preguntas y me extrajeron unas muestras de sangre. El proceso fue rápido, pero mi mente seguía girando. ¿Qué significaba todo esto? ¿Salvar a mi padre era un acto de amor o simplemente una responsabilidad?
Después de la extracción de muestras, volvi nuevamente a la sala de espera, con la mente aún revoloteando con preguntas sin respuesta, minutos después me llamaron al consultorio medico, entré y el doctor me pidió tomar asiento mientras leía una hoja.
—Al parecer si puedes ser donador felicidades— ha lo el médico con una sonrisa en los labios— te explicaré como es el proceso de extracción y los riesgos que puede conyebar— asentí y en ese momento mi madre entro al consultorio con su sonrisa fingida.