Noah
El suave roce de nuestras manos entrelazadas mientras caminábamos hacia su casa era reconfortante,no la solté hasta llegar a ella.
—¿Puedo hacerte una pregunta?— hablo sacándome de mis pensamientos y yo asentí.—¿Que sucede contigo y tu hermano? tengo la sensación de que es alguien peligroso.— Me quedé en silencio y la mire de reojo — si no me lo quieres contar no te preocupes — me sonrió.
—Es complicado— suspire— digamos que nunca nos hemos llevado bien y eso ha traído demasiados problemas— me miraba atenta—Te contaré todo cuando sea el momento, te lo prometo— le sonreí y seguimos caminando. A pesar de que físicamente estaba con Emma mi mente no podía evitar divagar. ¿Por qué mi hermano había regresado? El acuerdo con mis padres había sido claro: él nunca volvería a este lugar después de lo sucedido con aquella mujer. ¿Qué quería ahora? Las dudas me abrumaban, odiaba sentirme así, sentía que no ponia la atención que Emma merecía.
—Nos vemos mañana— asentí y nos miramos unos segundos, sus mejillas se sonrojaron y yo no quería soltar su mano.
— Hasta mañana...— suspiré con pesadez y solté su mano, ella me dedicó una última sonrisa y entró a su hogar.
Caminé solo de regreso a mi casa, perdido en mis pensamientos. Al llegar, me dirigí directamente a mi habitación y me senté frente a mi escritorio tratando de calmar mis pensamientos. Mis ojos se posaron en la foto que había estado allí durante tanto tiempo, la tome entre mis manos e inevitablemente recordé aquel día soleado en el parque donde la vi por primera vez. Ese día estaba molesto me había metido en problemas en la preparatoria y mis padres lo único que hicieron fue lo que saben, dar dinero para que no los molesten con tonterías.
Sin embargo, ese día todo lo malo se desvaneció en el momento en que la vi a lo lejos, con su radiante sonrisa, hablaba con sus amigas. Su presencia había sido como un rayo de luz en medio de mi oscuridad. Aquel día, sin saberlo, había marcado el inicio de algo especial entre nosotros. Sin pensarlo saque de mi mochila una camara digital que Jacob me había regalado por mi cumpleaños, no era nueva pero al menos hacia su funcion, mire por el obturador y capture ese momento, en aquel entonces ni siquiera sabía su nombre pero desde ese día no pude sacarla de mi cabeza.
Deje la fotografía de Emma sobre el escritorio, sentia preocupación. Era como si la imagen me recordara la fragilidad de mi propia felicidad y la amenaza constante de la sombra de mi pasado. Sali de mi departamento y tome el metro de la ciudad hasta llegar a aquel barrio que me traía los peores recuerdos, un lugar que me recordaba mi infancia, mis sueños rotos y las cicatrices que aún me marcaban. La casa de mis padres se alzaba imponente en la distancia, una fortaleza de recuerdos agridulces que me provocaban un nudo en el estómago.
Con cada paso que daba hacia la casa, la tensión en mi cuerpo aumentaba. La puerta se abrió con un crujido familiar, y mi madre, con una sonrisa forzada, me recibió.
—Noah, qué bueno que llegaste. Caleb está en la sala — Su voz era suave, era extraño que ella estuviera tan calmada al verme, camine hasta la sala, Caleb estaba sentado en el sofá, con una expresión fría y calculadora. Su mirada, penetrante como siempre.
—Cuánto tiempo, hermano— Su voz era seca, sin una pizca de calidez.
Me sente en el sillón frente a él, sintiendo la incomodidad que siempre me rodeaba en esta casa.
—¿Qué haces aquí, Caleb?— La pregunta salió de mi boca con una mezcla de rabia y miedo, siempre pense que mi hermano era un psicópata y no estaba equivocado.
Caleb se rió, una risa seca y burlona.
—Vine a ver a mi familia, ¿acaso te molesta?.
—No me molesta, pero no te creo. ¿Qué es lo que quieres?. — me levantó, listo para la confrontación.
—No quiero nada, solo estar con mi familia— Caleb se levantó también, acercándose a mi. —Pero si tú no quieres verme hermanito, no hay problema. Puedo irme.
—¿Qué es lo que quieres?¿Por qué regresaste?— repeti y Caleb se acercó a mi, sus ojos brillaban con una intensidad que me heló la sangre.
—Te dije que no quiero nada. Pero si me insistes, te diré que, quiero que me ayudes.
—¿Ayudarte?. — hable confundido. —¿Ayudarte con qué?.
—Con algo que te va a interesar mucho— dijo Caleb, con una sonrisa maliciosa. —Algo que te va a dar todo lo que siempre has deseado.
Senti un escalofrío recorrer mi espalda. No confiaba en mi hermano, nunca lo había hecho. La casa de mis padres se había convertido en un campo de batalla, un lugar donde la verdad se escondía detrás de las sombras, y donde el pasado se mezclaba con el presente en una danza peligrosa. Yo siempre había sido el segundo, el que no cumplía con las expectativas, mientras que Caleb, el era perfecto, siempre había sido el preferido.
—¿Qué es?— pregunte, con la voz apenas audible. Caleb se inclinó hacia mi, susurrando en mi oído
—Te lo diré, pero solo si me prometes que me ayudarás.
Me negue. Mi cuerpo temblaba, no de miedo, sino de rabia. Cada vez que Caleb aparecía en mi vida, traía consigo una ola de caos y oscuridad. Sabía que si mi padre se enterara del regreso de mi hermano, lo correría de la casa sin dudarlo. Pero ahora el estaba enfermo y debilitado, no estaba al tanto de lo que sucedia.
—No— dije con la voz firme. —No te voy a ayudar. No quiero saber nada de lo que haces.
Caleb sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Eres tan predecible, hermano. Siempre tan obediente, tan bueno — Se acercó a mi, susurrando en mi oído: — No te preocupes, no te voy a obligar. Pero si no me ayudas, me aseguraré de que tu amiguita, aquella la que fue al bar a buscarte, sepa quién eres realmente y de paso que sepa quién soy yo ¿Te párese?
Mi madre, sentada en el sofá, observaba la escena con una sonrisa fría, sin mostrar ninguna preocupación por las amenazas de mi hermano. Su indiferencia era tan profunda como un abismo. Ella siempre había sido más cercana a Caleb, y en ese momento, parecía estar de su lado.