Bajo La Niebla

Capítulo 4

11:28 a. m.

 

Comenzaron a mirarse unos a otros y las risitas forzadas eran porque estaban asustados. Los Genios de la Rima: Joaquín y Tolosa, de repente aparecieron, pues querían irse a casa.

—Que hacen ahí, perdedores —dijo Joaquín—, abran esa puerta que muero de hambre.

—No salgan... —dijo Liz en voz alta.

—Qué les pasa... ¿Por qué esas caras? —preguntó Tolosa.

—Hay algo horrible allá afuera... —dijo Enzo, radiante de temor.

Joaquín y Tolosa se frotaron las manos y sonrieron, mientras Milo daba la impresión de tener un ataque de pánico. Sus ojos marrones aún no borraban la horripilante imagen que había desatado la niebla.

—Vamos a quitarlos de ahí —dijo Joaquín, dando un puñetazo a la pared.

—Sí, hay que darles su merecido...

Luke ya sabía de sus malas intenciones, y tuvo una idea, embestir a Joaquín primero antes de que lo hiciera él. Enseguida Enzo empujó a Milo para que ayudara a Luke, pero no supo cómo reaccionar ante la mirada desafiante de Tolosa.

Luke tumbó a Joaquín, Milo sin pensar mucho dio un salto y aterrizó encima de Tolosa formándose una extraordinaria batalla.

—Le voy a hacer una rima a tu cara cuando la destrocé —dijo Joaquín enseñándole los dientes.

—En cambio, yo le voy a hacer una canción a tu aliento, que apesta —dijo Luke, mirándolo con desprecio.

Cuando el puño de Tolosa iba directo a la cara de Milo, el profesor Lafuente detuvo la pelea.

— ¡YA BASTA! —dijo— ¿QUÉ PASA AQUÍ?

Luke y Joaquín se pusieron en pie. Milo y Tolosa todavía seguían en el suelo, pero el puño de Tolosa quedó a un centímetro de la nariz de Milo.

—Ellos comenzaron, profe —dijo Joaquín, señalándolos, y al mismo tiempo, tomaba aire—. No nos quieren dejar salir.

—Y ustedes por qué no los quieren dejar salir...

—Algo se llevó al vigilante... —dijo Violetta, sin alterarse.

— ¿A Rufino?

— ¿Quién es Rufino? —dijo Milo desde el suelo.

—Es el vigilante...

—No sabía que se llamaba así, pero que gracioso nombre.

El profesor Lafuente hizo una pausa para calmar su enfado, luego levantó a Tolosa y a Milo del suelo, separándolos.

—Como así que algo se llevó a Rufino —dijo mirando a Violetta.

—Fue la niebla... —dijo Liz, cogiéndole la mano a Milo.

¿Niebla? No entiendo... ¿De qué niebla hablan?

—La que está afuera...

El profesor Lafuente caminó hacia la entrada, retiró a Violetta y a Enzo de la puerta. Al abrirla se encontró con una densa y oscura niebla, como si la niebla se hubiera devorado el pueblo. Luego se apartó de la puerta, echándose hacia atrás, asombrado.

—Solo es niebla... —dijo—, y dicen que se llevó a Rufino, sí que tienen una gran imaginación. Hay que esperar que la niebla se vaya.

—¿Y si no se va? —dijo Luke.

— ¿Sabes cocinar?

—No.

— ¿Rezar?

—Más o menos...

—Entonces morirás de hambre y ni Dios te salvara.

Violetta notaba que el profesor Lafuente no tenía ningún temor, más bien parecía tranquilo y algo burlón. Luego resonó un grito ahogado. Todos se quedaron en silencio, petrificados, mirando hacia el salón 2.

—Ese es el grito de la profesora de literatura —dijo Liz.

— ¿Cómo lo sabes?

—Así gritó cuando Lu le puso una cucaracha muerta en el escritorio.

Violetta fue la primera en llegar al salón 2 y vio que la señorita Carlota estaba en el suelo. También notó que la ventana se encontraba entreabierta, y lentamente la niebla se esparcía por todo el lugar.

El profesor Lafuente levantó a la señorita Carlota y la ubicó en la larga mesa de madera.

—Hay que echarle agua —dijo Joaquín.



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En el texto hay: niños, niebla, montruos

Editado: 21.07.2019

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