Bajo la noche más larga

11

Desde que llegué a Stowe, sin duda cenar con la familia de Ever era lo más extraño que había hecho. Era como una mezcla entre fascinante y, al mismo tiempo, incómoda.

Ever se había mantenido en un silencio casi sepulcral que hasta una estatua habría sido más interactiva. No había pronunciado ni una sola palabra desde que nos sentamos a cenar, limitándose a comer y lanzarme miradas que podrían quemarme vivo.

Por otro lado, la situación con su padre era muy diferente.

Scott Rowan sin duda era un gran fan del béisbol, porque parecía genuinamente emocionado de tenerme allí. Me sentía como si estuviera dando una entrevista post-partido en lugar de compartir una cena familiar.

Morgan, la madre de Ever, ni siquiera había logrado decir algo porque Scott se había apoderado de la conversación solo hablando sobre estadísticas, jugadores y partidos legendarios.

Para ser honesto, estaba empezando a preguntarme si aquello iba a ser una cena o un episodio especial de un canal deportivo.

―No quiero incomodar a nadie solo hablando de béisbol ―interrumpí a Scott en cierto momento de la conversación―. Incluso en casa tenemos una regla: cero béisbol durante la comida.

―No te preocupes, querido ―respondió Morgan, con una sonrisa amable―. Aquí nadie se molestará si pasas la noche hablando de béisbol. Ever y Scott son fanáticos locos del béisbol.

Me giré hacia Ever justo a tiempo para verla toser de manera exagerada.

Ella levantó la vista, encontrándose con la mía, y lo negó casi de inmediato.

―Ni tanto me gustaba ―se justificó ella, como si leyera mi mente y supiera que yo estaba recordando su gran mentira con que a ella no le gustaba el béisbol.

Oh, claro. A ella “no le gustaba tanto”. Seguro.

―¿Bromeas? ―interrumpió su hermana por primera vez―. Ella decía que si papá no la dejaba ser cantante, sería reportera deportiva.

Ever golpeó a su hermana bajo la mesa.

―¿Quieres callarte? ―le siseó, inclinándose ligeramente hacia adelante.

Pero Evie estaba disfrutando demasiado el momento como para detenerse.

―En su habitación encontré un cuaderno entero con notas sobre las jugadas de cada equipo y los errores de las temporadas ―continuó, cada palabra más rápida que la anterior mientras la diversión en su rostro crecía―. ¡Ah! Y también había miles de fotos del equipo de béisbol de su escuela.

Eso captó por completo mi atención. Si lo que Evie decía era cierto, ¿podía haber fotos mías entre esas “miles de fotos”?

―Evie… ―el tono gélido de Ever no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones―, una palabra más, y juro que esta será tu última cena.

―Niñas, compórtense ―intervino Morgan con un tono firme que logró calmar, al menos un poco, la tempestad que estaba a punto de explotar en la mesa.

Scott, por su parte, soltó una carcajada sincera, completamente encantado con la dinámica de sus hijas. También pude notar una ligera sonrisa en el rostro de Ever al ver a su padre disfrutar del momento.

―Tenía tiempo sin escuchar tantos gritos en esta casa ―comentó Scott, llevándose su copa de vino a los labios.

Me permití una sonrisa y respondí antes de pensar.

―Supongo que por la emoción de la visita de Ever.

Scott soltó una carcajada seca y falsa que me hizo desear haber mantenido la boca cerrada.

―¿Visita? Ella no está aquí de visita, Kyle. Está huyendo.

Ever, que hasta ese momento había logrado mantener un relativo control de sus emociones, giró su cabeza hacia él tan rápido que pensé que podría dislocarse el cuello.

―¿Y según tú, de qué estoy huyendo? ―espetó, su voz afilada.

Scott dejó su copa sobre la mesa con deliberada lentitud, como si estuviera saboreando el momento.

―¿De qué? ―repitió, con sarcasmo evidente―. Del desastre que llamas tu vida. ¿Acaso no te lo dije? Lo que querías solo te iba a causar problemas, pero supongo que esa era la vida que querías, ¿no?

La reacción de Ever fue rápida. Tomó su servilleta y la lanzó sobre la mesa con una fuerza que hizo que Morgan y Evie se sobresaltaran.

―Me largo de aquí.

Me tomó por sorpresa cuando Ever empujó la silla tras ella.

―Vete ―replicó Scott sin vacilar―. Ve a fumar, a drogarte, a beber… a eso es a lo que dedicas tu tiempo ahora, ¿no?

El dolor cruzó fugazmente por el rostro de Ever antes de ser sustituido por rabia pura.

―Quizás lo haga, cualquier cosa es mejor que estar aquí.

Scott, sin inmutarse, la miró con frialdad.

―Siempre ha sido así, ¿no? Encuentras la felicidad en cualquier parte menos aquí.

Esa frase fue el detonante para Ever, porque vi su mirada centellear y no supe qué hacer. Me sentí impotente, sin saber si debía intervenir en la acalorada discusión entre padre e hija, ya que no quería seguir sobrepasando mis límites.



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 06.06.2025

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