Bajo la noche más larga

15

Mi libreta había pasado a la historia. Para ser más exactos, había quedado olvidada en un rincón del sofá mientras toda mi atención estaba clavada en la pantalla de mi teléfono.

Había pasado casi toda la maldita noche en un estado de expectativa ridícula, esperando que sonara con un mensaje de Kyle. Pero el teléfono, infame y cruel, se mantenía en un silencio absoluto. Ni una vibración. Ni un simple ping.

¿Es que acaso no había sido clara? ¡Por supuesto que lo había sido! Le di mi número con toda la intención de que me llamara, y Kyle era lo suficientemente inteligente como para haber captado la indirecta.

Entonces, ¿qué pasaba?

¿Por qué no me llamaba? ¿Por qué no enviaba un simple “Hola” o un estúpido emoji que me diera al menos algo con qué obsesionarme?

Solté un gruñido frustrado y miré mi teléfono con el tipo de odio que solo se reserva para los ex y los lunes por la mañana. Si tuviera poderes ya lo hubiera echo explotar.

Mi suite, que normalmente se sentía acogedora y lujosa, de repente me parecía inmensamente vacía, como si todo en ella hubiera perdido su atractivo. Ni los enormes ventanales con vista panorámica, ni la cama de cinco estrellas, ni el servicio a la habitación lograban captar mi interés.

Porque lo único que realmente quería era que él me escribiera.

¿Quizás se estaba vengando por todas las veces que lo había evadido? No, imposible. Kyle no era ese tipo de persona… ¿O sí?

Justo cuando mi cerebro empezaba a conspirar contra mí con teorías cada vez más absurdas, el timbre sonó. Salté del sofá como si me hubiera picado una avispa.

Era él.

Mi corazón, ese traicionero, comenzó a latir con fuerza mientras corría hacia el espejo. Me peiné el cabello con los dedos, alisé mi blusa deportiva y respiré hondo para parecer lo más casual y relajada posible. Porque, obvio, no estaba esperando su mensaje en absoluto.

En cuanto miré por la mirilla y vi a Kyle al otro lado de la puerta, mi sonrisa se disparó tanto que hasta me dolieron los labios.

Aclaré la garganta, creyendo que eso bastaría para disimular mis nervios, y con una última alisada a mi ropa, abrí la puerta.

Sin embargo, mi felicidad duró exactamente dos segundos.

Porque Kyle no estaba solo.

A su lado estaban mi hermana y sus amigas Mia y Harper, todas sonriendo como si hubieran ganado la lotería. La emoción en sus rostros era tan desbordante que me dejó en shock.

—¿Sorpresa? —dijo Kyle con una expresión que oscilaba entre incómoda y “sálvame, por favor”.

Fue entonces cuando lo entendí: mi hermana lo había arrastrado hasta aquí. Probablemente con alguna de sus tácticas maquiavélicas que incluían chantajes emocionales y promesas vacías.

―Sí… una gran sorpresa —murmuré, sintiendo que mi emoción anterior se desvanecía más rápido que mi dignidad después de unas copas de más.

―¡Ever, no vas a creerlo! —chilló mi hermana, rebotando en su lugar como si tuviera exceso de cafeína—. ¡Kyle nos ha invitado a esquiar!

Mi ceja se arqueó de inmediato.

¿Kyle las había invitado?

Más bien parecía que había sido víctima de una manipulación en grupo orquestada por mi hermana y su club de conspiradoras.

Mientras mi hermana y sus amigas se distraían viendo mi suite como si fuera el palacio de Buckingham, me acerqué a Kyle para hablar de forma discreta, sin que las chicas pudieran escucharnos.

―Así que… ¿Nos has invitado a esquiar? —pregunté, cruzándome de brazos—. No tienes por qué hacer esto.

Kyle no respondió de inmediato. En su lugar, se tomó su tiempo para observarme, como si hubieran pasado años en lugar de horas desde la última vez que nos vimos.

―Hola… —soltó finalmente, su voz baja y grave, como si quisiera recordarme que, antes de cualquier reclamo, se suponía que debíamos saludarnos.

―Oh, sí, hola…

Kyle, con ese aire desenfadado que solo él podía tener, pasó una mano por su cabello.

―Tuve una mañana de mierda en una reunión con el equipo y me mantuvieron ocupado hasta ahora.

Esa simple frase fue suficiente para hacer que mi estómago dejara de estar enredado en nudos. Así que esa era la razón por la que no me había escrito. Evité soltar un suspiro de alivio, porque lo último que quería era que notara cuánto me había estado carcomiendo la ansiedad.

―¿Está todo bien? —pregunté, intentando sonar despreocupada.

—Nada grave. Solo asuntos rutinarios. Ya sabes, la nueva temporada empieza en marzo y hay mucho que organizar.

Por supuesto. La nueva temporada.

Eso significaba que su tiempo aquí era poco… igual que el mío.

―Entonces, ¿nos vamos a esquiar? —preguntó, sacándome de mis pensamientos—. No te preocupes por los ojos curiosos, la estación de esquí está aquí mismo en el resort, así que tengo todo eso cubierto.



#30 en Joven Adulto
#994 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor

Editado: 09.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.