Bajo la noche más larga

16

Cuando regresamos a mi suite, todavía sentía ese cosquilleo extraño recorriéndome la piel, un tipo de electricidad inquietante que no quería analizar demasiado. Nada que una buena comida no pueda arreglar, pensé, pero tras un par de bocados, llegué a la terrible conclusión de que ni la mejor comida del mundo tenía el poder de eliminar la sensación de su cercanía.

Genial.

Me acomodé en el sofá más grande, rodeada de almohadones de terciopelo, botellas de agua mineral y comida que nadie parecía querer, excepto yo. Las chicas conversaban animadamente, riendo y lanzando miradas furtivas, pero mi atención estaba dividida entre el plato en mis manos y el hecho de que Kyle seguía ahí.

No, espera.

El hecho de que Kyle seguía ahí… y que yo no podía dejar de mirarlo.

Fallaba miserablemente en mi intento de ignorarlo.

Las chicas, en su infinita astucia, habían logrado que Kyle se quedara más tiempo y no dudaron en llenarlo de preguntas, pero a él no parecía importarle; todo lo contrario, parecía haber nacido para ser entrevistado.

―Entonces, Kyle —dijo Harper, inclinándose hacia él con esa sonrisa curiosa—, ¿qué haces cuando no estás jugando béisbol?

Kyle se recargó en el respaldo del sofá, relajado, como si estuviera disfrutando de la atención.

―Dormir. Comer. Y… bueno, hacer mucho ejercicio.

Se le notaba.

Mi mente me traicionó en ese instante y, sin darme cuenta, mis ojos recorrieron la línea de sus brazos bajo la tela de su camiseta. Sí, definitivamente se nota.

El calor subió a mis mejillas tan rápido que casi lancé el plato de comida por los aires.

¡Concéntrate en tu comida, Ever! No en los músculos de Kyle Gardner.

Intenté desconectarme de la conversación, pero cada risa suya perforaba mi burbuja de indiferencia como una aguja afilada.

¿Por qué demonios tenía que reírse así?

Y peor aún… ¿por qué demonios su camiseta le quedaba tan bien?

Con cada segundo que pasaba, mi cerebro construía nuevas teorías para autoengañarme.

Seguro tenía novia.

Seguro tenía una modelo esperándolo en casa.

O, peor aún, una actriz de Hollywood con piernas infinitas y un acento encantador.

Era imposible que alguien como él estuviera soltero.

Pero justo cuando estaba a punto de convencerme a mí misma de mi propia teoría, Harper lanzó la bomba:

―Oye, Kyle, ¿tienes novia?

El aire se volvió denso, como si alguien hubiera encendido un humidificador al máximo.

Mi mano se congeló a medio camino de llevarme un trozo de comida a la boca. Entonces, levanté la mirada justo a tiempo para ver cómo Kyle se inclinaba ligeramente hacia adelante.

Y luego pasó.

Me miró.

No, Harper. A mí.

―No, no tengo novia.

Mia y Harper lanzaron exclamaciones de emoción, mi hermana ahogó un gritito de sorpresa y Pamela… bueno, Pamela me miró con una sonrisa que gritaba te lo dije.

Kyle, en cambio, seguía mirándome.

Como si quisiera ver mi reacción.

Como si le importara lo que pensaba al respecto.

Rápidamente bajé la vista, encontrando estar completamente fascinada con la botella de agua con gas en mis manos.

―¡¿En serio?! —exclamó Evie con su brutal honestidad y cero filtro—. Pero si estás guapísimo. Eso no tiene sentido.

Kyle se encogió de hombros con una sonrisa modesta que solo hizo que las chicas lo miraran con más intensidad.

―Supongo que no he encontrado a la persona correcta.

Apreté la botella de agua con tanta fuerza que en cualquier momento iba a terminar bañada en agua mineral. Lo mejor sería mantenerme callada y esperar a que cambiaran de tema. Pero claro, eso era pedir demasiado.

―¿Y qué tipo de chicas te gustan? —preguntó Mia con una sonrisa traviesa.

Kyle rió nervioso y se rascó la nuca.

―Me gustan las chicas auténticas. Que sean divertidas y que tengan una bonita voz.

Y luego, como si el universo realmente se empeñara en torturarme, su mirada volvió a posarse en mí.

Tuve que contener una risa incrédula.

¿En serio? ¿Esa era su respuesta? ¿La más genérica del mundo?

Sacudí la cabeza, intentando ignorar el hormigueo extraño en mi pecho y la forma en que su mirada quemaba cada centímetro de mi piel. Su vida amorosa no debería importarme.

Mientras las chicas lo interrogaban como si fuera un sospechoso en un caso policial, fingí estar completamente absorta en mi conversación con Pamela.



#49 en Joven Adulto
#1807 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor

Editado: 14.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.