Mis dedos se deslizaban sobre los acordes, llenando la habitación con una melodía suave, mientras mi mente se perdía en algún lugar lejano.
“Y ahora que estás frente a mí otra vez,
mi corazón grita lo que guardé.
No supe cómo, no supe por qué,
pero siempre fuiste mi fe”.
Seguí tocando, dejando que mi voz se entrelazara con la música. De pronto, la nostalgia se instaló en mi pecho.
“Guardé tus risas en un viejo cajón,
tu voz murmurando una melodía.
Hoy lo admito: nunca te he olvidado,
mi secreto siempre fuiste tú”.
—Eso suena realmente hermoso —comentó Pamela, acercándose con dos bebidas en las manos.
Me giré hacia ella y sonreí, sintiendo una chispa de alegría al ver que mi esfuerzo estaba siendo apreciado. Me pasó una de las bebidas, y en ese momento me di cuenta de lo seca que tenía la garganta.
Mientras tomaba un sorbo del batido, aproveché para anotar algunas ideas en mi libreta, que por fin comenzaba a llenarse de letras en lugar de tachones y hojas arrugadas.
—¿De verdad crees que suena bien? —pregunté, sin poder ocultar la leve inseguridad en mi voz.
—No te diría eso si no lo pensara —respondió Pamela con sinceridad.
—Parece que, de pronto, estoy inspirada —murmuré, deslizando los dedos sobre la libreta.
Pamela entrecerró los ojos.
—Déjame adivinar… ¿Esa fuente de inspiración mide casi dos metros, juega béisbol y tiene un carisma que te deja sin aliento?
Mi cuerpo entero se tensó.
Me apresuré a tomar otro sorbo del batido, como si la pajilla pudiera salvarme de la conversación que sabía que venía.
—Olvídalo, Pamela. No vamos a entrar en esa conversación —respondí, intentando desviar el tema, mientras una risa nerviosa se escapaba de mis labios.
—Vamos, Destiny, no te hagas la difícil —insistió, con esa mirada de quien no se detendría hasta obtener respuestas.
Solté un suspiro, dejé el vaso sobre la mesa de noche y cerré mi libreta con cuidado. Sabía que Pamela no soltaría el tema fácilmente, pero aun así intenté resistirme.
—No hay nada que contar, Pam. ¿Qué podría pasar entre dos amigos?
Ella arqueó una ceja, con una sonrisa astuta que me hizo rodar los ojos. El plan para engañarla no estaba funcionando.
—¿Amigos? Claro, porque todos los amigos se miran como si fueran el sol que ilumina su universo. No me vendas esa historia, Destiny.
—¡Pamela! —protesté, sintiendo cómo mis mejillas se encendían en automático al recordar las veces que Kyle me había sorprendido mirándolo de más.
Pamela rio con ganas.
—Vamos, no seas tímida. Dime, ¿qué pasó esta vez? ¿Te volvió a dejar sin palabras con una de sus sonrisas de película o fue algo más?
—No es nada de eso —mentí descaradamente, aunque en mi mente apareció la imagen de Kyle inclinándose hacia mí, con sus dedos rozando mi piel cuando apartó un mechón rebelde de mi rostro.
Como si fuera lo más normal del mundo.
Como si tocarme fuera algo que hacía sin siquiera pensarlo.
Como si quisiera hacerlo más de lo que debería.
Tragué en seco y sacudí la cabeza, intentando borrar la sensación del leve cosquilleo que su toque había dejado en mi piel.
—Claro, claro… —Canturreó, llevándose el vaso a los labios—. Te conozco demasiado bien. Algo te preocupa.
—Pamela…
—Y sé que no tiene nada que ver con trabajo.
Exhalé un suspiro, resignándome a lo inevitable.
—Está bien —admití finalmente, dejando caer los hombros—. Acepté salir esta noche con Kyle.
Pamela dejó el vaso vacío sobre la mesa y me observó sin ninguna sorpresa.
—Por supuesto que aceptaste. Eso no es ninguna novedad. Ustedes parecen inseparables.
—No es tan simple —dije rápidamente, agitando las manos como si pudiera disipar sus conclusiones antes de que se formaran completamente en su cabeza—. No es una cita como tal… es más bien una reunión con sus viejos amigos de la escuela.
Pamela se detuvo un momento, procesando mis palabras. Luego inclinó la cabeza hacia un lado y me miró con genuina curiosidad.
—¿Y eso te preocupa?
Bajé la mirada hacia mis manos entrelazadas en mi regazo. No quería admitirlo, pero algo en esa invitación me tenía inquieta.
—No sé si sea buena idea ir —murmuré finalmente.
—¿Por qué no sería buena idea?
Quería ir.
No era ese el problema.
—Sí quiero —respondí sin dudarlo, aunque mi voz salió más suave de lo que esperaba—. Pero... no sé si quiero estar rodeada de tantas personas. Cuando vine a Stowe, mi plan era mantenerme al margen, pasar desapercibida... No estaba buscando esto.