Bajo la noche más larga

22

Sentí que el suelo se movía bajo mis pies, como si la gravedad se estuviera burlando de mí y de mi estabilidad emocional. ¿Cómo se suponía que debía responder a eso? ¿Cómo podía siquiera pensar cuando Kyle Gardner me estaba mirando de esa manera? Había miles de cosas que quería decirle, pero ninguna parecía adecuada para el momento.

Mi garganta se cerró y las palabras simplemente no salieron.

Antes de que pudiera siquiera procesar lo que estaba ocurriendo, sentí la mano de Kyle en mi cuello.

Su palma era cálida, firme, cubriendo mi piel con un toque tan familiar y, al mismo tiempo, tan nuevo que hizo que un escalofrío recorriera mi columna. Cada fibra de mi cuerpo respondió a él con una intensidad que me dejó sin aire. Mis piernas se sentían débiles, como si me hubieran arrancado el suelo bajo los pies, y mi corazón… bueno, mi corazón latía tan fuerte que estaba convencida de que Kyle podía escucharlo.

Mi tensión se disparó cuando Kyle se inclinó hacia mí lentamente, sus ojos fijos en los míos como si buscara permiso para lo que estaba a punto de hacer. No me besó de inmediato; en cambio, permitió que nuestras narices se rozaran apenas, jugando con la tensión entre nosotros. Mi respiración se volvió errática mientras la distancia entre nuestros labios desaparecía poco a poco.

Y entonces… giré mi rostro en el último segundo.

Sus labios terminaron aterrizando en mi mejilla. El contacto fue suave pero lleno de intención, y aun así, sentí cómo la culpa me invadía por haberlo evitado.

—Tengo que ir al baño… —Murmuré torpemente, sintiéndome la persona más estúpida del planeta.

Kyle parpadeó, confundido.

—Sí… claro, el baño.

Se apartó con lentitud, pero el aire frío entre nosotros solo me hizo desear volver a sentir su calor.

Quería golpearme. ¿Qué demonios acababa de hacer? ¿Por qué había huido?

Mientras me alejaba, sentí su mirada fija en mí, quemándome la espalda. No dijo nada, pero no necesitaba hacerlo. Todo era más que claro.

Me apresuré hacia el baño sin mirar atrás. Mi corazón seguía latiendo desbocado mientras intentaba procesar lo que acababa de ocurrir.

Me apoyé contra el lavabo, mis dedos temblorosos aferrándose al mármol frío como si pudiera estabilizarme.

Me miré en el espejo.

Mis mejillas estaban encendidas, mis labios temblaban ligeramente y mi reflejo me devolvía la mirada con la misma pregunta que me gritaba en la cabeza.

¿Por qué lo evitaste?

La respuesta era sencilla y aterradora.

Porque Kyle significaba demasiado para mí, y si me permitía cruzar esa línea con él… no habría vuelta atrás.

Respiré hondo y cerré los ojos por un momento, tratando de calmarme. Sabía que no podía quedarme escondida aquí para siempre. Eventualmente, tendría que salir y enfrentarlo… enfrentarnos.

Cuando finalmente abrí los ojos, una pequeña sonrisa apareció en mis labios al recordar cómo me había mirado hace unos minutos, como si yo fuera lo único importante en el mundo para él.

Mi estómago se revolvió de emoción con ese pensamiento y, por primera vez, no me sentí aterrada.

¿Querría besarlo?

Por supuesto que sí.

Tomé aire y me giré, dispuesta a salir del baño e ir tras Kyle. Sin embargo, la puerta se abrió de forma brusca y entró Cynthia. Caminó lentamente y se colocó a mi lado, comenzando a lavarse las manos. Parecía un gesto casual, pero yo sabía que estaba lejos de serlo.

—Te has tomado en serio tu papel de estrella —comentó de la nada.

Le sostuve la mirada en el reflejo del espejo, sin inmutarme.

—Es que lo soy. ¿Acaso no lo sabías?

Cynthia dejó escapar una risa nasal y se sacudió el exceso de agua de las manos con teatralidad.

—Sí, pero no pensé que te lo tomarías tan en serio hasta el punto de olvidar quién realmente eres —giró el rostro hacia mí—. El dinero y la fama no podrán borrar quién eres en realidad.

—Oh, te equivocas —dije con una leve inclinación de cabeza—. A mí la fama y el dinero me cambiaron. Y seguiré cambiando, aunque eso te haga infeliz.

—¿Crees que tu patética vida de famosa me hace sentir infeliz?

—¿No? Bueno, entonces lo disimulas bastante mal.

Allí estábamos, frente a frente, como en los viejos tiempos, pero algo era diferente.

Yo ya no era la misma chica tímida que se encogía bajo su sombra. Ya no bajaba la mirada, ni me temblaban las manos cuando ella hablaba.

Claro, todavía había momentos en los que la inseguridad me atacaba, pero no iba a ser frente a Cynthia donde demostraría mis luchas internas.

Ella no merecía verme vulnerable.

—¿Qué quieres, Cynthia? —pregunté con un tono gélido, girándome por completo hacia ella.

Su sonrisa se ensanchó.



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En el texto hay: romance, amor

Editado: 09.06.2025

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