Kyle era físicamente impresionante: alto, fuerte, con hombros anchos y un cuerpo moldeado por años de esfuerzo para resistir en el campo de béisbol. Sus manos, grandes y firmes, tenían la capacidad de batear una bola a 118.7 millas por hora, pero también podían sostenerme con una delicadeza que me sorprendía.
Era un contraste fascinante: un hombre hecho de puro músculo y fuerza, pero con una ternura que parecía reservada solo para mí.
¿Quién imaginaría que un cuerpo tan grande y fuerte pudiera contener tanta delicadeza y ternura dentro de sí?
Cuando me tocaba, lo hacía como si fuera su posesión más preciada, con la seguridad de quien sabe exactamente lo que quiere y la devoción de quien teme perderlo. Su piel contra la mía aún conservaba el calor de la noche anterior, un recordatorio de todo lo que habíamos compartido.
Envueltos entre las sábanas, lo observé mientras dormía. Su respiración era lenta y profunda; su pecho subía y bajaba con un ritmo pausado. De vez en cuando, sus labios se entreabrían, como si murmurara algo en sueños.
Me permití memorizar cada detalle: la línea de su mandíbula, la forma en que sus pestañas largas rozaban su piel, los mechones rubios que caían desordenadamente sobre su frente. Mi mano se deslizó por su cabello casi por instinto, enredando mis dedos en su suavidad.
—Buenos días… —Susurré al verlo abrir los ojos, que brillaban más intensamente gracias a la luz que se filtraba a través de las cortinas blancas de la habitación.
Él dejó caer los párpados de nuevo, esbozando una sonrisa que delataba su somnolencia, pero eso no le impidió deslizar su mano por mi cadera desnuda, acercándome más a su cuerpo.
—Mmm… Buenos días, preciosa —murmuró, su voz rasposa por el sueño—. ¿Cómo te sientes esta mañana?
Me mordí el labio, bajando ligeramente la sábana que cubría mi piel, dejando al descubierto mis clavículas y pechos, que aún conservaban el rastro de sus mordiscos.
—¿Cómo crees que me siento? —repliqué con un tono juguetón.
Kyle entrecerró los ojos y su sonrisa se desvaneció ligeramente al notar las marcas en mi piel. Con un gesto lento, se incorporó apoyándose en un codo y deslizó sus dedos por una de ellas, apenas rozándola con la yema.
—Demonios… —murmuró, frunciendo el ceño mientras seguía el rastro de sus mordiscos con una expresión que oscilaba entre la fascinación y la culpa—. Fui un poco intenso anoche…
Una risa suave se escapó de mis labios mientras atrapaba su mano y la llevaba hasta mi cuello, queriendo sentir su calor.
—Me encantó cada segundo —confesé sin reservas.
Kyle dejó escapar un gruñido bajo y sus ojos recorrieron mi rostro antes de inclinarse y besar mi clavícula, justo sobre una de las marcas.
—Eso es peligroso, Ever… —susurró contra mi piel con un tono que me hizo estremecer—. Si me dices cosas así, no vamos a salir de esta cama en todo el día.
Mis dedos se deslizaron por su espalda desnuda, sintiendo la firmeza de sus músculos bajo mi tacto.
—¿Y quién dijo que quiero salir? —susurré contra sus labios antes de besarlo de nuevo.
—¿De verdad estás bien? —No disimuló su preocupación.
—Estoy completamente bien.
Él no parecía del todo convencido. Sus ojos recorrieron mi rostro, buscando alguna señal de incomodidad, algo que yo no estaba sintiendo en lo absoluto.
—Lo siento —murmuró.
Fruncí el ceño, sin entender.
—¿Por qué te disculpas? No estoy molesta ni nada por el estilo.
Kyle se inclinó un poco más sobre mí, con esa intensidad suya que me hacía olvidar cómo respirar.
—Lo fuiste —aseguré, dejando que la sonrisa que intentaba contener se escapara.
Entonces, el brillo en sus ojos cambió. Se volvió más travieso, más oscuro. Su boca se curvó en una sonrisa ladeada y su voz bajó a un susurro provocador.
—¿Debería seguir siendo amable contigo?
El modo en que lo dijo, el roce apenas perceptible de sus labios contra mi piel, hizo que mi estómago se encogiera y mi pulso se disparara. Me mordí el labio inferior, un reflejo inútil para contener el calor que se extendía por mi cuerpo.
—Por favor… he disfrutado mucho de tu amabilidad —respondí, dejando que la insinuación en mi voz fuera evidente.
Kyle me mantuvo la mirada, sus ojos brillando con una onza peligrosa de deseo y diversión, pero en lugar de tomarme como esperaba, dejó escapar un suspiro y apoyó su rostro en la curva de mi cuello.
—Necesito ir al baño —murmuró, su aliento cálido contra mi piel.
No pude evitar reír.
—Ve. Yo ya fui y, por cierto, intenté buscar algo para comer o al menos un café, pero aquí no hay nada.
—¿Nada? —preguntó incrédulo.
—Nada —reafirmé.
Se levantó lentamente de la cama, y no pude evitar recorrer con la mirada su cuerpo atlético y perfectamente esculpido mientras caminaba hacia el baño.