La relación con mi padre no se había vuelto la maravillosa relación perfecta padre e hija, pero ambos estábamos poniendo de nuestra parte y las cosas se sentían menos rotas entre nosotros.
La música, un tema que solía ser un puente entre nosotros, no había vuelto a salir a la conversación, lo cual me preocupaba. Todo parecía ir bien mientras yo estuviera aquí, y no quería que los pequeños avances que habíamos logrado se desvanecieran en el momento en que tuviera que regresar a California.
Sin embargo, algo en él había cambiado. Esa cara de odiar al mundo había cambiado notablemente; su tono áspero se había suavizado y, sorprendentemente, se reía incluso sin la presencia de Kyle. Mientras nos disponíamos a poner la mesa para la cena, noté que su buen humor era especialmente evidente. Se dedicaba a hacer bromas a mi hermana, lo que sorprendía a Evie, quien no estaba acostumbrada a ver a papá tan alegre. Preferí no pensar ni decir nada al respecto para no arruinar el momento.
Mi madre, concentrada en los últimos detalles de la mesa, me llamó la atención. Me acerqué a ella, intrigada por su dedicación.
―¿Por qué tanto esmero?
―Esta noche tendremos un invitado.
―¿Por eso el buen humor de papá?
―Totalmente. Deberíamos tener invitados más seguido.
—¿Y quién es ese invitado que te tiene tan emocionada? —insistí, aunque ya tenía una sospecha.
—Vamos, cariño, sabes perfectamente quién es. Pero si quieres un poco de ayuda, te digo que es alto, guapo, con un cuerpo enorme y tiene un nombre que empieza con K.
Intenté contener la sonrisa mordiendo mi labio, pero fracasé miserablemente. Era una tonta... pero ¿cómo evitarlo si desde que había llegado a Stowe, Kyle se había convertido en mi razón favorita para levantarme por las mañanas?
Mis pies prácticamente flotaban mientras terminábamos de preparar la mesa, y cuando el timbre sonó, no lo pensé dos veces. Me lancé hacia la puerta con una energía que ni siquiera en mis mejores días sobre el escenario había tenido.
Abrí la puerta con tal ímpetu que casi arranqué el pomo, pero eso dejó de importar en el segundo en que lo vi.
Sonriendo con confianza, luciendo más corpulento por las varias capas de ropa y el frío teñía sus mejillas de un rojo tenue, pero aun así, seguía siendo el hombre más atractivo que había visto en mi vida.
El tipo que estaba volviendo todo mi mundo del revés.
No lo pensé dos veces antes de lanzarme a sus brazos.
Kyle me atrapó con esa facilidad que solo alguien con sus brazos fuertes y enormes podía tener, y el frío dejó de existir en cuanto sentí la calidez de su cuerpo contra el mío.
Era un momento perfecto, y su voz resonó en mis oídos cuando me habló.
―Es agradable notar que también me has extrañado.
―Fue un día sin verte.
—Dieciocho horas y cuarenta y dos minutos, para ser exactos —replicó con una sonrisa traviesa.
—Suenas como alguien desesperado —bromeé.
―Lo estaba ―admitió sin vergüenza alguna.
Y lo peor era que yo también lo estaba.
Justo cuando estaba segura de que iba a besarme, la voz de Evie rompió el momento.
—Sé que quieren coquetear como si estuvieran en una película romántica navideña, pero hacerlo frente a la puerta, donde cualquiera puede verlos, no es la mejor idea.
Kyle apretó los labios para contener una sonrisa, pero yo giré lentamente hacia mi hermana, lanzándole una mirada mordaz.
―El interrumpirnos te parece divertido, ¿cierto?
―Se ha vuelto mi pasatiempo favorito.
Mi pequeña discusión con Evie se vio interrumpida por la emoción de mis padres al ver a Kyle. Menos mal fue de esa forma, porque la emoción les permitió ignorar el hecho de que Kyle y yo habíamos entrado al comedor tomados de la mano. Mi madre lo recibió como si fuera un héroe nacional regresando de la guerra. Mi padre, por su parte, lo saludó con una sonrisa genuina y un apretón de manos firme. Aún me costaba acostumbrarme a ver esa expresión en su rostro.
Durante la cena, el ambiente se llenó de una calidez acogedora. El olor a especias flotaba en el aire, mezclándose con la leña que crepitaba suavemente en la chimenea.
Pero, por supuesto, ese ambiente se arruinó cuando minutos después, el tema inevitable surgió: béisbol. Mi padre no pudo contener su curiosidad y comenzó a hacerle preguntas sobre el entrenamiento de primavera. Kyle respondió con calma, pero cuando mencionó que no asistiría este año, el rostro de mi padre se transformó en una mezcla de sorpresa y preocupación.
—¿Cómo que no vas? —preguntó mi padre, dejando su tenedor en el plato.
—No te preocupe, Scott. Planeo regresar para la temporada. Solo necesitaba este tiempo para estar con mi familia…
La última parte la dijo mirándome directamente, y sentí cómo el calor subía a mis mejillas. Mi padre asintió lentamente y, por un momento, creí ver un destello de aprobación en sus ojos.