Trabajar en el estudio después de mi regreso de Stowe se sentía casi renovador, como si esa fuente de inspiración de la que tanto hablaba Allan hubiera sido recargada con baterías nuevas. Aunque la ausencia de Kyle era una espinita en mi felicidad, no podía negar lo bien que se sentía reencontrarme con mi pasión. Con esa parte de mí que muchos habían enterrado con sus comentarios, como si estuvieran seguros de que ya no iba a volver. Pues sorpresa: volvió. Y vino con todo.
Los chismes seguían corriendo por los pasillos y las redes como una canción pegajosa que nadie pidió, pero que igual todos tarareaban. Me hacían gracia... hasta que pensaba en Kyle. No era justo que él se viera salpicado por ese tsunami de rumores baratos. Solo deseaba que se mantuviera a salvo, lejos del ojo del huracán que siempre ha sido mi vida.
Con los auriculares bien puestos, me sumergí en mis mezclas musicales. Las horas se diluyeron entre sintetizadores, acordes rotos y letras que quizás hablaban de él sin que yo lo admitiera. El tiempo dejó de tener sentido. Era solo yo, la música... y la ausencia de su voz.
Ni siquiera noté el momento exacto en que Pamela apareció.
Me quité un auricular, todavía con la cabeza medio en otra dimensión y como pude4 le sonreí.
—¿Estás bien? —preguntó con una ceja arqueada.
—Sí... ¿por qué lo preguntas? —Mi voz salió un poco más ronca de lo esperado. Ella entrecerró los ojos. No se tragaba una palabra.
—Llevas todo el día aquí encerrada.
—No exageres. Además, es mi trabajo, ¿recuerdas?
—Tiny, son las dos y media de la mañana.
Parpadeé. Miré el reloj de la pared. Parpadeé otra vez.
Ups.
—Bueno... se me fue el tiempo —me encogí de hombros con una sonrisa que buscaba disfrazar el agotamiento—. No pasa nada. Un día no me va a matar.
—No es solo un día. Llevas días en este plan.
—¿Días? —repetí, arrugando la frente—. ¿En serio? Guau. Supongo que el tiempo vuela cuando estás componiendo y evitando pensar en ciertas personas.
No dije su nombre. Pero Pamela lo leyó igual. En mis ojos. En mi voz. En el silencio que quedó flotando entre las dos.
La fecha para mi regreso al escenario se acercaba a pasos agigantados y, aunque Allan me decía que diera el paso cuando estuviera lista, la verdad era que dudaba si alguna vez me sentiría completamente preparada para enfrentar a todos.
¿Cómo se suponía que una parte de mí brillara, si la otra seguía rota?
Pero aun así… había trabajado tanto. Me había volcado entera en esas canciones. Eran mi armadura y, al mismo tiempo, mi forma de sangrar sin que nadie lo notara. Así que decidí aferrarme a eso. A lo tangible. A lo que sí podía controlar. Que la música hablara por mí, porque mi voz… aún temblaba cuando pensaba en él.
Pamela siguió parloteando, buscando la forma de convencerme para volver a mi casa. Pero, mientras hablaba, sus ojos se desviaban una y otra vez hacia un rincón del estudio. No necesitaba mirar para saber qué era.
La botella de whisky. Abandonada sobre la mesa como un testigo incómodo de una intención que no se concretó.
Los malos hábitos no mueren tan fácilmente. Siempre encuentran el camino de regreso.
—No te preocupes. No probé ni una gota —dije con un tono defensivo.
—¿Y cómo llegó ahí entonces?
—Digamos que me arrepentí a último minuto.
—Espero que esa razón que te hizo arrepentirte se te venga a la cabeza cada vez que sientas la tentación de beber.
Me mordí el labio. No quería pensar en él.
Pero, claro, era inútil. Estaba en cada nota, en cada silencio incómodo, en cada noche sin sueño.
—Esa razón tiene nombre y apellido —añadió Pamela, con una puntería que me sacó el aire.
—No quiero hablar de Kyle.
—No mencioné a Kyle —Tuvo el descaro de burlarse de mi—. pero si quiero mencionar el hecho de que parece un tema vetado. Como “Voldemort”, pero con músculos y gorra de béisbol. Incluso la palabra Nueva York parece provocar cortocircuitos en tu cerebro últimamente.
Rodé los ojos, pero no dije nada. Pamela no necesitaba respuestas, porque ya las tenía.
—Él ni siquiera estaba en Nueva York.
—¿Ah, no?
—Claro que no, los Yankees hacen su entrenamiento de primavera en GMS Field. Eso es en Tampa, Florida.
—Vaya… qué curioso. Y yo que pensaba que no estabas al tanto de lo que pasaba con él.
Apreté los labios, sabiendo que había caído con una elegancia digna de un meme.
—Eso es cultura general —Fingí indiferencia—. Todo fanático de los Yankees lo sabe.
—Sí, fanática de los Yankees —repitió Pamela, arrastrando cada sílaba con ironía, como si estuviera saboreando la mentira.