Bajo la penumbra

Capítulo 3: Primeras Investigaciones

La mañana siguiente amaneció con un cielo plomizo y una niebla espesa que envolvía la Mansión Whitemore. Santiago y Carolina se despertaron temprano, decididos a comenzar su investigación con la luz del día. Armados con sus equipos científicos y un escepticismo que había sido su baluarte hasta ahora, se dirigieron al salón donde Hargrove los esperaba con más documentos y testimonios.

—Buenos días. Espero que hayan descansado bien —saludó Hargrove, aunque su expresión revelaba preocupación—. Aquí tienen los registros de las experiencias de los últimos inquilinos, así como algunos informes de investigadores anteriores que abandonaron el caso sin llegar a ninguna conclusión.

Carolina tomó uno de los documentos y comenzó a leer en voz alta:

—"Voces susurrantes que parecían provenir de las paredes, sombras que se movían por la casa, una sensación constante de ser observado..." —levantó la vista, encontrándose con los ojos de Santiago—. Esto es típico de lo que la gente describe como fenómenos paranormales, pero sabemos que puede haber explicaciones racionales.

—Vamos a empezar por analizar la estructura de la casa y las posibles fuentes de estos fenómenos —dijo Santiago, decidido—. Haremos un barrido completo con nuestros instrumentos.

Equipados con sensores de temperatura, cámaras infrarrojas y grabadoras de audio, la pareja comenzó a recorrer la mansión metódicamente. La primera parada fue el sótano, un lugar que tradicionalmente evocaba temor y misterio en las historias de terror.

El sótano de la Mansión Whitemore no decepcionó en cuanto a atmósfera inquietante. Las paredes de piedra desnuda estaban cubiertas de humedad, y el aire era pesado y viciado. La luz de las linternas proyectaba sombras alargadas y deformadas.

—Aquí es donde la gente suele oír los susurros —dijo Hargrove, siguiéndolos de cerca—. Se dice que este lugar fue utilizado como refugio durante una epidemia hace siglos.

Santiago instaló los sensores de temperatura en varias partes del sótano, mientras Carolina colocaba cámaras y grabadoras en puntos estratégicos. Comenzaron a tomar lecturas y a explorar el espacio en busca de cualquier anomalía.

—La temperatura aquí es inusualmente baja, pero eso podría deberse a la falta de ventilación y al material de las paredes —comentó Carolina mientras revisaba los datos—. Vamos a ver qué encontramos en las grabaciones de audio.

Se dirigieron al salón para revisar los datos recopilados. Santiago conectó las grabadoras a su computadora portátil y comenzó a reproducir los archivos de audio. Por unos momentos, solo se escuchó el sonido del sótano: gotas de agua, susurros de viento a través de las grietas y el eco de sus propios pasos. Pero de repente, una voz susurrante emergió claramente.

—Ayúdanos... —se escuchó, apenas un susurro, pero lo suficientemente claro para que todos en la sala se quedaran inmóviles.

—Debe haber alguna explicación lógica —dijo Santiago, aunque su voz no sonaba tan convencida como de costumbre—. Tal vez sea una interferencia, o alguien que está jugando una broma.

Carolina frunció el ceño, concentrada en los datos. Decidió llevar el análisis un paso más allá, utilizando un software de filtrado de audio para separar las frecuencias y aislar el origen del sonido. Mientras trabajaba, Santiago decidió investigar otro punto señalado en los registros: la biblioteca.

La biblioteca era una sala impresionante, con estanterías que se alzaban hasta el techo y libros antiguos de cubiertas gastadas. Al entrar, una sensación de solemnidad lo envolvió. Comenzó a revisar los libros, buscando pistas sobre el pasado de la mansión y cualquier indicio que pudiera ayudar a explicar los fenómenos.

Encontró un diario escondido detrás de una fila de volúmenes sobre historia local. El diario pertenecía a un tal Richard Whitemore, uno de los antiguos propietarios de la mansión. Santiago lo abrió y comenzó a leer:

—"28 de octubre de 1893. He comenzado a notar cosas extrañas en la casa. Sombras que no pertenecen a nadie, susurros en la noche. Mis hijos están aterrados, y yo mismo empiezo a cuestionar mi cordura..."

Santiago frunció el ceño y continuó leyendo. El diario estaba lleno de descripciones de eventos similares a los que habían sido reportados en tiempos recientes. Era evidente que los fenómenos habían sido una constante en la mansión durante más de un siglo.

Regresó al salón para compartir sus hallazgos con Carolina y Hargrove. Carolina ya había terminado de analizar el audio y había encontrado algo sorprendente.

—La voz no parece tener una fuente externa. No es una interferencia ni un eco. Es como si viniera del mismo ambiente, pero no puedo identificar su origen exacto —explicó Carolina, mostrando los gráficos en la pantalla.

—Esto es más profundo de lo que pensábamos —dijo Santiago, entregando el diario a Carolina—. Parece que estos fenómenos han estado ocurriendo durante generaciones. Hay algo en esta casa que trasciende el tiempo y las explicaciones fáciles.

Hargrove los miró con una mezcla de esperanza y temor.

—¿Significa eso que creen en lo paranormal? —preguntó, su voz temblorosa.

—No lo creo —respondió Santiago—. Pero estamos empezando a entender que aquí hay algo que desafía nuestras expectativas. La ciencia tiene mucho que decir aún.

Con la noche acercándose y la penumbra envolviendo la mansión, Santiago y Carolina se prepararon para continuar su investigación. La Mansión Whitemore guardaba sus secretos con tenacidad, y los dos científicos sabían que para desentrañarlos necesitarían toda su habilidad y coraje. Bajo la penumbra, lo inexplicable estaba a punto de revelarse, desafiando sus creencias y su razón.




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