Nam Manopakorn
Han pasado dos años desde la boda de Somsak y Kim, y todavía no logro entender cómo la vida puede sentirse tan… normal. O, al menos, lo más cerca que puede estar de la normalidad cuando estás rodeada de una novia actriz internacional, una hermana con delirios de diva de la moda y una cuñada con el humor más sarcástico de toda Tailandia. No me quejo. Después de todo lo que vivimos, la tranquilidad tiene otro sabor.
Ahora soy jefa del área de neurología del hospital —todavía me cuesta creer que lo permitieran después de mis “incidentes heroicos” de hace un par de años— y Jenny, mi Jenny, está nominada a un premio internacional por una de sus series. Cada vez que lo recuerdo, sonrío como una adolescente enamorada.
—Yo digo que nos vayamos al norte —propuso Somsak, con un helado en la mano mientras caminábamos por los pasillos del hospital—. Una villa con piscina, masajes, comida rica y vistas al monte.
—Eso no es descanso —refunfuñó Kim—. Eso es un intento de secuestro emocional.
—Tú no sabes lo que es descansar —replicó mi hermana—. Si te quito tu laptop, colapsas.
—Si me quitas mi laptop, no cobro mis proyectos —dijo Kim, mordiendo una fresa como si fuera una amenaza pasivo-agresiva.
Jenny caminaba entre ambas, riéndose con ese sonido que me desarma por completo. Llevaba un vestido sencillo, blanco, con el cabello recogido en una trenza. De vez en cuando me miraba de reojo y sonreía de esa manera suya: como si cada día conmigo aún le resultara una sorpresa. Yo, que había pasado años tratando de mantenerlo todo bajo control, había aprendido a rendirme ante esa sonrisa.
Estábamos en medio de una discusión absurda sobre destinos turísticos cuando me di cuenta de que Phan —mi eterno compañero de desastres quirúrgicos— estaba parado a unos metros de nosotras. Lo reconocí enseguida, pero lo que realmente llamó mi atención fue su expresión: cejas fruncidas, mandíbula tensa, mirada fija en un punto invisible. Si alguien me hubiera dicho que acababa de presenciar un asesinato, lo habría creído.
—¿Qué le pasa a tu discípulo favorito? —preguntó Kim, siguiendo mi línea de visión.
—No lo sé, pero si esa vena en su frente crece un poco más, voy a tener que operarlo.
Nos acercamos discretamente. Phan no nos notó al principio. Estaba mirando a alguien, y cuando mis ojos siguieron su dirección, entendí todo. Allí estaba el director del hospital, con su sonrisa diplomática de siempre, hablando con un joven de cabello oscuro y traje claro. Y ese joven… ese joven no podía ser otro.
—No puede ser —susurré, casi sin voz.
—¿Lo conoces? —preguntó Jenny, curiosa.
—Sí. Demasiado bien.
—¿Exnovio? —intervino Kim, con esa sonrisa de depredadora del caos.
—Gracias al cielo no —dije enseguida, alzando las manos—. Solo un viejo amigo del colegio… pero ex de alguien más.
Giré la cabeza hacia Phan, que seguía mirando al chico con una mezcla de furia contenida y rencor histórico.
—¿Ese chico…? —empezó Somsak, y yo asentí.
—Sí. Typhoon.
Somsak soltó un silbido entre dientes.
—Dios nos libre de esta hecatombe.
Jenny y Kim se miraron sin entender, hasta que vieron cómo el rostro de Phan pasaba del rojo a púrpura en cuestión de segundos. Entonces, todo tuvo sentido.
Typhoon. El huracán personal de Phan. Su ex más complicado, más intenso y, según los rumores de hace años, el único que logró hacerlo llorar.
El destino, o quizá el karma con sentido del humor, había decidido traerlo de vuelta. Y no solo eso: según rumores, lo había contratado como nuevo jefe del área de Oncología. En este mismo hospital.
—No puede ser… —murmuré, llevándome una mano a la frente.
—Oh, sí puede —dijo Kim, sonriendo como quien ve comenzar una telenovela—. Tu drama terminó, pero el de esos dos apenas empieza.
No pude evitar reírme.
—Lo peor es que probablemente me toque ser el punto medio entre ambos.
—La mediadora del apocalipsis —dijo Somsak, fingiendo una reverencia—. Nalinee Manopakorn, salvando vidas… y evitando que su colega asesine a su ex.
—Bueno, mientras no intenten matarse en medio del quirófano, todo estará bien.
El director del hospital estrechó la mano de Typhoon y se alejó. Typhoon, por su parte, giró lentamente, y su mirada se cruzó con la de Phan. El silencio se podía cortar con bisturí. Durante un instante, pensé que Phan se lanzaría sobre él. Pero Typhoon, con su descaro legendario, le sonrió como si nada y… le guiñó un ojo.
—No —susurré, incrédula—. No acaba de hacer eso.
—Oh, sí lo hizo —confirmó Kim, divertida.
—Santo cielo —dijo Somsak—, esto va a ser mejor que cualquier serie tuya, Jenny.
Jenny me abrazó por detrás, riéndose con suavidad.
—Supongo que el universo no soporta verte aburrida, amor.
Me giré para mirarla, y por un momento todo el caos alrededor se desvaneció. Sus ojos brillaban con esa mezcla de ternura y travesura que me había conquistado desde el principio.
#2346 en Novela romántica
#820 en Chick lit
romance lesbico, segundas oportunidades al amor, doctora fria
Editado: 19.11.2025