Mientras sus ojos me examinan,
percibo la batalla que en su ser se libra.
Un deseo oculto choca con inseguridades,
mientras la razón titubea en su mirada,
llena de chispa, como un destello de valentía
que lo impulsa a cruzar el umbral hacia mí.
Se acerca un poco más, disolviéndose la distancia,
como si el aire cargado de promesas no dichas
nos envolviera en un manto de suspenso.
La luz suave resalta sus rasgos,
dándole un aire casi etéreo,
y el tiempo se detiene,
la lógica se desvanece,
y el instinto se alza como nuestro guía.
Entonces, sin más preámbulos,
nuestros mundos colisionan en un instante explosivo.
La conexión que hemos cultivado
estalla en una necesidad palpable,
una invitación a perdernos en lo desconocido.
Sus labios se aproximan,
unificando nuestras almas
en una danza profunda
que promete aventuras fascinantes.