Esa maldad de el latente me atrae,
como polilla a la flama ardiente,
su esencia oscura, su mirar distante,
un abismo profundo, seductor y fascinante.
En la penumbra, susurros de sombras,
danzan alrededor de su figura sin sombras,
su risa es un eco, un canto prohibido,
en sus labios se esconde lo que nunca ha sido.
Como un verso oscuro en un poema desgarrado,
su presencia me envuelve,
Su mirada es fuego, y su voz, un veneno,
un laberinto de sueños, un canto sereno.
Camino entre luces y sombras de miedo,
en su abrazo profundo, encuentro mi credo.
Atraída por fuerzas que no puedo nombrar,
él es el destino que tengo que aceptar.