Lo he visto un millón de veces y cada una es la repetición exacta de la anterior; es la manera en que trabaja la mente disociada de estos psicópatas, que te dicen con total descaro mientras desgarran tu alma con su maldad: “No eres culpable de lo que me hicieron… solo eres culpable de lo que yo voy a hacerte a ti”.
Reza el refrán que un sabio lo dijo una vez, solo una vez luego de que el juez dictara sentencia y lo metieran a la cárcel: “El mundo se jodió el día en que la justicia sacrificó a un perro por morder a una niña; pero al hombre que la violó, solo le pusieron preso”.
CAPÍTULO I
Abducción
Mackenna abrió finalmente los ojos, aunque estos aún se encontraban sin funcionar del todo bien. Sus párpados temblaban involuntariamente y aunque se suele decir en estos casos que tenía las pupilas dilatadas, lo correcto sería decir que tenía el iris dilatado, producto de una híper midriasis, ocasionando que sus pupilas estuvieran al máximo de su tamaño posible.
Su mirada era borrosa y llena de estrellas titilantes, la cabeza le daba vueltas y una fuerte sensación de mareo y náuseas sacudían todo su ser. Había tenido una pesadilla espantosa y lo primero que pensó de forma más o menos consciente, es que aún se sentía debilitada y confundida de tan terrible experiencia; la buena noticia es que al menos estaba despertando de ella… bueno, en realidad eso quería creer pero lo cierto es que era completamente lo contrario, su pesadilla acababa de comenzar.
Todo ocurrió en una fracción muy corta de tiempo, puede que cinco o diez segundos a lo mucho, el éter aún seguía afectando a su organismo y sus movimientos eran torpes e inexactos; en aquel instante, su cuerpo no obedecía fidedignamente a su cerebro; pero es que su cerebro tampoco coordinaba bien. Una sombra difusa pero inequívocamente humana se cernió sobre ella, hasta hacerse un poco más reconocible aunque en ningún caso detallada, su organismo seguía intoxicado y eso le restaba capacidad a sus cinco sentidos.
Una sonrisa que se sintió por igual espontánea y perversa, se dibujó en el rostro de aquel hombre infame, la tomó de sus antebrazos, los cuales estaban muy juntos por la atadura que la sujetaba a la altura de las muñecas, mientras Mackenna intentaba inútilmente resistirse y gritar, pero llevaba la boca llena de alguna especie de tela, y sobre esta, una mordaza que le recorría hasta la nuca. Alguna especie de tela gruesa que llegaba hasta los nudos de sus muñecas, cubría sus manos haciendo imposible el uso de sus dedos, o sus uñas, las cuales habrían sido su mejor recurso para infringirle algún daño a su raptor, aunque fueran algunos arañazos.
Poco a poco se fue haciendo más consciente de su situación; aunque su último recuerdo había sido estando en el asiento trasero del vehículo de aquel extraño, ahora se encontraba en el maletero, comenzó su lucha para no dejarse sacar de allí, sabía que mientras permaneciera dentro de aquel cofre metálico, no le serviría a los planes de ese miserable desalmado, sin embargo él comenzó a gritar enloquecidamente, pero en tono de burla; aunque con los alaridos alcanzó el objetivo que buscaba: llamar su atención.
-Shu, shu… Mackenna, Mackenna… escucha, escúchame un momento porque como vistes, aquí no importa si haces ruidos o gritas. Necesito que escuches lo que te voy a decir porque lo que debo decirte es por tu propio bien – ella quedó en silencio, pero más que nada sorprendida por la forma tan personal que aquel hombre usaba para referirse a ella, llamándola por su nombre, como si le conociera de toda una vida. Se preguntó internamente si estaba clara de lo que estaba viviendo y por un momento dudó, por un momento… solo por un momento, simplemente quedó escuchando a ver qué sería lo que aquella persona estaba por decirle.
-¿Estás más calmada?... respóndeme con la cabeza – la chica asintió – bien, no te voy a decir mentiras ni te voy a engañar, a cambio quiero que te comportes bien ¿Estás de acuerdo? – Le volvió a preguntar y ella volvió a asentir con el movimiento de cabeza, pero esta vez comenzó a llorar en silencio – está bien, entiendo que estés llorando, no te lo voy a prohibir, sería absurdo ¿verdad? – preguntó por inercia pero sin esperar confirmación de la chica.
-Fuiste secuestrada por mí, no me conoces y nunca antes me habías visto. Yo tampoco a ti, no hay nada personal en esto y es mejor así, porque de otra forma las autoridades podrían vincularme contigo y como entenderás, eso es algo que no quiero.
Mackenna estaba inconsolable y no dejaba de llorar, su corazón estaba acelerado como si acabara de correr la maratón de Oklahoma. Irónicamente el llanto terminó por despertar su cuerpo y las lágrimas por aclarar su visión. Lamentablemente su relativa normalidad sensorial, por ahora no le servía de nada. Interiormente estaba tratando de darle sentido a lo que estaba experimentando, en un momento determinado estaba viviendo su vida normal como de costumbre, y al siguiente estaba en poder de un monstruo, del cual no sabía qué pretendía hacer con ella.
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Editado: 27.07.2023