CAPÍTULO VI
Juguete sexual
Recuperé la consciencia y mis sentidos fueron de a poco despertando su función, ya se estaba haciendo común para mi organismo retornar de los efectos de potentes sedantes y bloqueadores químicos; lamentablemente no por gusto, ni siquiera por un tema de salud. Lo que había detrás de aquellas pérdidas inducidas de mi consciencia era mucho más perverso. Sentí de inmediato un fuerte ardor en mi zona genital, instintivamente llevé hasta allí mis manos y me di cuenta que estaba desnuda… fue en ese momento cuando comprendí que Tom me había violado.
Comencé a llorar involuntariamente y de manera inconsolable, no me importó percatarme de su presencia, aunque mi cuerpo se volteó sobre mi costado izquierdo y asumí una posición fetal. Me sabía desnuda e indefensa, y supongo que aquella fue la respuesta automática dictada por una mezcla de miedo y pudor a la vez. Solo entonces caí en cuenta de que ya no estaba atada.
Tom me extendió con su mano una bata para que me cubriera pero ni cuenta me di, estaba absorta en mi tragedia y a la vez con mucho miedo de tan siquiera voltear, de modo que él me cubrió con la bata poniéndola delicadamente encima de mí. ¿Qué coño hacía ese tipo? Me rapta y se toma molestias para que no lo lastime y que tampoco me haga daño a mí misma. Me cuida en un momento y al siguiente me destruye… llegué a albergar la esperanza de que no me hiciera daño, que fuera cuidadoso conmigo, que finalmente me dejara ir. Llegué a pensar lo que no era.
Me preguntó a continuación cómo me sentía, pero aquellas palabras me provocaron mucha ira, habría querido levantarme y decirle mil insultos, irme sobre él y hacerle daño. Enterrarle por fin mis uñas en su rostro, aprovechando que por vez primera mis manos estaban libres, pero mi cuerpo no fue capaz de reaccionar igual que mis pensamientos. Era como si intentara permanecer bajo el resguardo de aquella bata que apenas si cubría parte de mi anatomía malograda, creyendo irracionalmente que debajo de ella estaría protegida de una nueva incursión sobre mi cuerpo, por parte de aquel hombre malvado. Y como ya se estaba haciendo costumbre, rompió el silencio con palabras desconcertantes que uno nunca podría ver venir:
-Sé que no fue correspondido, pero es la primera vez en mi vida que hago el amor.
¿Qué demonios pasaba con este tipo? Debía tener problemas mentales. Qué coño me puede importar si ha hecho el amor o no con antelación, si acaba de abusar de mí. ¿Y yo qué? ¿Qué se suponía que debía responder: sé que no fue correspondido, pero es la primera vez en mi vida que me violan?
Me indicó que se llevaría mi ropa para lavarla y luego me la devolvería limpia, hasta entonces podía usar la bata. En la tina improvisada que estaba en una esquina de aquel salón, había colocado algunos productos para la higiene femenina que había adquirido con anterioridad, y me indicó antes de salir que me daría un rato de privacidad, que lo aprovechara para darme una ducha y recomponerme un poco. Pero como no vio evidencia en mí de que pretendiera seguir sus indicaciones, me dijo antes de cerrar la puerta detrás de sí, que aprovechara el momento según me lo dijo, lamentablemente el rato a solas no me duraría mucho, ya que tendría que regresar para atarme nuevamente por el resto de la noche – infortunadamente no tenemos tanta confianza para dejarte así, no sé qué puedas ponerte a inventar – y cerró con pasador.
Media hora más tarde entró nuevamente a la habitación, yo estaba sentada en una esquina sobre el piso, arrinconada física y mentalmente con la espalda en la pared. Me había aseado lo mejor que pude considerando lo que acaba de vivir, y el temor que sentía de que pudiera entrar nuevamente en cualquier momento a hacerme más daño. Me preguntó si tenía hambre y lo negué con la cabeza. Me lanzó un par de guantes de cocina, de esos que se emplean para tomar las ollas calientes, los cuales solo cuentan con el espacio para el pulgar y los otros cuatro dedos aparte; me indicó que debía ponérmelos antes de que se acercara a mí.
Cayeron a un lado y ahí los dejé, ignorados al igual que las indicaciones recientemente impartidas, no tenía ánimos de obedecerle; una parte de mí estaba aterrada y no quería hacer nada para obtener más castigo del que ya había recibido, pero otra parte de mí estaba llena de rabia, de furia diría yo, lamentablemente no al punto de brincarle encima y herirlo, pero al menos intentaría mostrar un poco de rebeldía. Intuyendo lo que estaba sucediendo, me indicó que traía consigo el stun gun que utilizó para inmovilizarme y que si no colaboraba, tendría que usarlo de nuevo. No me quedó más remedio que obedecer.
Solo después de que me puse los guantes se acercó con un rollo de cinta adhesiva y la utilizó poniéndome un poco alrededor de cada muñeca, de manera que fuera imposible deshacerme de los guantes por mí misma. Definitivamente estaba decidido a evitar que yo pudiera usar mis manos y en especial mis uñas para hacerle cualquier daño a él. Se aseguró una vez más de que no hubiera dejado a mi alcance algo que pudiera usar para dañar sus planes y finalmente me dijo que esa noche no volvería a atarme a la cama, me recordó que su “cordialidad” dependería de mí. Me mostró una cámara que estaba en la esquina más recóndita del salón y me explicó que por medio de ella, podría ver todos mis movimientos. Si hacía el menor ruido o el intento de escapar, él vendría inmediatamente y las consecuencias no me habrían de gustar. Un último consejo antes de dejarme nuevamente encerrada: aprovecha la cama porque son las tres de la mañana, en pocas horas amanecerá.
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Editado: 27.07.2023