CAPÍTULO IX
Retrospectiva
¿Se acuerdan de mí? Sé que ya salí de esta historia desde el momento mismo en que perdí la vida a manos de ese desgraciado, para quien no fui otra cosa que un juguete sexual. Se los dije antes y se los repito ahora; válgame si ahora se había cumplido al “pie de la letra”, las consignas de mis antiguos amigos que siempre me decían estar perdida en el espacio; la chica Robinson. ¿Habrá sido un decreto premonitorio de parte de ellos a lo que finalmente sería mi destino?
Mi mayor frustración con respecto a todo es que me fui sin luchar, sin darle pelea, sin procurar defenderme o de cuando menos causarle el mayor daño posible a ese vil individuo. Aquella noche que me suministró la inyección para sedarme, no sabía que iba a ser la última, pero algo en mí me lo decía y les confieso que junto al enorme miedo que sentía, convivía también una sensación ineludible de resignación. No me mal entiendan, no era que deseara morirme, pero si les soy sincera, ya quería que ese infierno acabara. De una forma u otra quería salir de ahí.
Lo peor es que no estaba tan aislada como él me hizo creer; ciertamente no había nadie cercano a nosotros, pero si hubiera podido escapar de la casa, no habría sido tan difícil encontrar ayuda. Hasta en eso me venció, en el juego psicológico que utilizó conmigo haciéndome creer que estábamos en mitad de la nada.
Si me lo preguntan, mi mayor tristeza no es haber perdido la vida; es decir, claro que eso fue lo peor, pero quise referirme al hecho de todo lo que eso trajo consigo, todo lo que irremediablemente deje atrás: mi madre destrozada por mi partida y mi padre… guao, no imaginé que él resultaría ser el más afectado de todos, claro que sabía que me amaba, pero su personalidad era tan tranquila y apacible, tan maleable a todas las situaciones que se les presentaban, que no creí verlo derrumbarse como le ocurrió.
Mis hermanas estaban impactadas, aterradas y con ciertas sensaciones de remordimientos, pensando que no fueron las mejores hermanas para mí durante los últimos años. Y Eddie, el pretendiente que no pasó de ser eso… a él también le afectó mi desaparición, pero seamos francos, sé que con el tiempo lo podrá superar; siempre lo hacen ¿no?
Vivirá su duelo al principio y se refugiará en sus amigos y sus propias cosas, albergará la esperanza por algunos meses de que pueda aparecer, pero a la vez le dará miedo que así suceda, porque de ocurrir, no sabría qué esperar de mí; ningún hombre desea formar hogar con una mujer que ha sido secuestrada, abusada y traumada, aun cuando no lo diga públicamente porque no sería una conducta socialmente acertada. Aunque en su caso en particular, ese temor no tiene ni tendrá fundamento porque yo nunca estaré de vuelta en su vida; con los meses conocerá a una chica nueva, o quizás de tanta tristeza se le acerque una que ya conoce y con el pretexto del consuelo, terminen enamorados.
Ahora me pregunto ¿quién será la afortunada en quedarse en su compañía y adueñada de su corazón? ¿Quién será la que se case con él, y a dónde se mudarán para emprender un hogar juntos? ¿Tendrán hijos? ¿Cuántos y cómo serán? ¿Se parecerán a ella o a él? ¿Llegaran juntos a la vejez? ¡Maldita sea con Tom!
Sé que debí luchar un poco más y no dejarle todo en “bandeja de plata” a ese monstruo, pero no me culpen por el miedo que tuve y por haber sido cobarde, les aseguro que vivirlo en carne propia, es mucho más duro de lo que se aprecia en la distancia. Por suerte mi madre ha tenido hasta ahora el coraje que me hizo falta a mí. Ha confrontado a las autoridades y ha luchado por mantener vivo el caso, con la esperanza de que pueda ser hallada por los investigadores, ya sea viva o muerta; ella necesita tener un cierre y recuperarme si estuviera viva, o darme cristiana sepultura y tener un sitio al que visitarme si es que debiera ser así.
El problema es que Tom lo hizo todo extraordinariamente bien; escogió a su víctima de manera impecable, seleccionó el lugar perfecto para perpetrar la toma y le ayudó un poco la suerte de que nadie se fijara en mi rapto, porque eso de haber escogido el horario de la mañana en realidad no era la mejor decisión, pero como les dije, tuvo suerte.
No había huellas, ni fibras, ni pistas que no fueran falsas, como la descripción que dio el vendedor del auto en el que Thomas me subió aquella mañana fatídica. Luego de comprobar la coartada y descartar al propio vendedor del automóvil, los investigadores se concentraron en las personas conocidas, comenzando por el propio Eddie, después en mis compañeros de trabajo, mis antiguos compañeros de estudio, hasta incluir a mi propio padre. Todos fueron rápidamente descartados. Eso los llevó a mirar el siguiente peldaño lógico en el proceso: los depredadores sexuales conocidos de la zona.
En Bethany no hay muchos casos de desapariciones ni muertes, la policía local no es muy exigida en asuntos que vayan más allá de disturbios domésticos, situaciones de tránsito, o delitos contra la propiedad; eso es bueno en una comunidad, pero también implica que cuando hay un evento policial complejo, la situación puede sobrepasar a las fuerzas locales. Lo cual nunca es muy grato reconocer por parte de las autoridades.
Con la presión de los medios de comunicación, a los cuales mi madre hizo llegar la noticia de mi desaparición, los investigadores dieron con un sujeto local que tenía antecedentes de agresión sexual a una chica de otra comunidad, justo donde él solía vivir hasta que fue detenido y llevado a prisión. En aquel entonces, Bill Morgan se coló por la puerta sin pasador de la casa de Sofía, aprovechándose de la quietud matinal de los domingos, luego de llevar algún tiempo fisgoneando a la chica; ella incluso lo había reportado a las autoridades, ya que le capturó un par de veces observándola por la ventana del baño, pero las autoridades no hicieron más que una advertencia verbal.
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Editado: 27.07.2023