CAPÍTULO XIV
El trofeo.
Los expertos en conducta criminal han establecido que algunos psicópatas que incursionan en el campo del asesinato en serie, suelen guardar para sí mismos algún objeto de sus víctimas, con el fin de establecer elementos que representen y enaltezcan, aunque sea únicamente ante sus propios ojos, el logro de sus acciones; en otras palabras: un trofeo.
Ese objeto también sirve para extender una conexión sentimental – si es que el término puede ser empleado en estos casos – entre el perpetrador y cada una de sus víctimas. Una foto, una joya, una prenda de vestir; incluso los más depravados hasta pudieran optar por una pequeña parte de sus cuerpos.
El problema con asumir ese “objeto” como un trofeo, es que realmente la analogía se queda corta. Imagine por un momento a un experimentado cazador que de cada aventura ordena la taxidermia, a las cabezas de sus presas y luego las monta en la pared de su estudio privado; o un atleta que desde niño se ha acostumbrado a destacar en su respectiva disciplina, y llena uno o hasta varios estantes en su casa con trofeos y medallas.
En cualquiera de esos casos, la diferencia más grande con los psicópatas y sus trofeos, no es simplemente el hecho de que estos últimos no puedan exhibirlos y los competidores si, la mayor diferencia es la funcionalidad real entre unos y otros tipos de trofeos: llega un momento en la trayectoria del cazador o del atleta, en que no le es posible recordar dónde o cuándo obtuvo cada uno. Luego de un tiempo la exhibición de los premios solo sirve para enaltecer su ego y su condición competitiva.
En el caso del psicópata no funciona del mismo modo por cuanto cada pieza es única y por muchas que logre coleccionar, cada una establece una relación directa con alguien de quien puede recordar detalles y hechos vividos. Desde ese punto de vista es más como una llave para abrir la puerta del recuerdo que le dejó cada caso… alargando un poco más esas aventuras, como si se tratase de un cordón umbilical para revivir una y otra vez con más facilidad, sus historias con cada víctima.
Tom se aseguró de borrar todo rastro de ADN del sujetador de Mackenna, pero no lo destruyó. Luego hizo lo mismo con el celular de Nancy, incluso después de inmovilizarla cuando intentaba fugarse, para luego ahogarla en su bañera. Había previsto que la chica moriría de esa manera porque no pretendía volver a pasar por lo mismo que pasó, para deshacerse del cuerpo de Mackenna. A Nancy pretendía enviarla al fondo del enorme lago Travis y sabía que aun cuando pensaba sumergirla con lastre para que se quedara permanentemente en el fondo; muchas veces los cuerpos hayan el modo de subir a la superficie con el tiempo. Ya sea cuando se descomponen y se llenan de gases, o cuando de alguna manera un tercero interviene por mera casualidad, y extrae dicho cuerpo sin ni siquiera pretenderlo.
Entonces, si ese llegara a ser el caso con la chica, era importante que la causa de muerte fuera ahogamiento y en consecuencia se tomó la molestia de llenar la bañera y dar el paso final. Molesto, muy molesto para ser sincero porque la estaba pasando de maravilla con ella. Después de aquel intento de fuga y de comprender que todo el amor que le profesó no era más que una farsa, la odiaba casi en la misma medida que a Jasmine. Sabía desde el principio que aquel sentimiento expuesto por Nancy era una mentira, lógicamente no había forma de verlo de otro modo; aun así, algo en su interior esperaba que fuera real. Si obviaba el antes y el después de aquellos días, Tom había vivido con ella lo más parecido que conocía a una vida en pareja, entre dos personas que se complementaban el uno al otro.
Mientras iban transcurriendo los días, la ausencia de Nancy y el vacío que le había dejado le iban sumiendo en un terrible tormento; se había acostumbrado a las atenciones de ella y a aquel falso idilio; pero lo peor era saber que no podría llenar ese espacio. En otras palabras, estaba claro que Nancy debía ser la última independientemente de cómo terminara esa aventura, pero es que aún ni que lograra capturar a otra chica, iba a obtener la dinámica que por el motivo que fuere – y en eso si no importaba el engaño – había construido mágicamente Nancy.
De hallar a otra chica y poder tomarla no lograría sustituir a la adolescente mágica de Moss Bluff; puede que en todo caso se pareciera más bien a Mackenna: llorona, temerosa, los primeros días arisca y conflictiva, pero luego sumisa, ausente, resignada. Nancy había dejado el bastón muy alto y con seguridad ninguna le llegaría a los talones; eso era un motivo más que suficiente para brindar por ella y a la vez odiarla.
Estaba experimentando un sentimiento de duelo similar al de un adolescente, que pierde a su primer amor cuando este se va para siempre. Su alma estaba deprimida y solitaria incluso más que antes. No pareciera que ello pudiera servirle de consuelo a Nancy a esas alturas, pero aunque ella perdió la vida y por consiguiente todo, no se había ido sin causarle un profundo daño a él, a pesar de nunca haberle dejado heridas en su cuerpo. Se podría decir que su venganza fue romperlo por dentro, dejarlo sumido en el vacío de la amargura y con la certeza de que nunca, podría volver a vivir la plenitud que ella le mostró. Sus compañeros de trabajo que apenas si interactuaban con él lo notaron. Thomas era un despojo de lo que alguna vez fue. Creyó tenerlo todo bajo control y aunque no logró escapar, Nancy le había dado un zarpazo mortal; había vuelto añicos el plan.
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Editado: 27.07.2023