Desde que tengo memoria, he estado fascinada por lo desconocido. Mientras otros niños soñaban con ser astronautas o superhéroes, yo pasaba horas devorando libros de mitología y leyendas urbanas. Mi habitación, un caos de hojas amarillentas, pilas de novelas de terror y una colección de figuras de acción de monstruos, siempre fue mi refugio. Para los demás, era un lugar inquietante, pero para mí, eran mis compañeros de aventuras, mis fieles aliados en esta búsqueda insaciable por la verdad.
Mi vida no es tan emocionante como mis lecturas. Después de la muerte de mis padres hace algunos años, me mudé a este pequeño pueblo con mi tía Clara. Aunque la quiero y se preocupa por mí, siempre siento que hay un vacío en mi corazón que no se puede llenar. Nuestra cabaña, situada al borde del bosque, es cálida, pero tiene esa sensación de soledad que a veces me abruma. El pueblo, con sus leyendas de lobos, me parece intrigante. Todos aquí hablan de ellos como si fueran una simple historia de fogata, pero yo sé que hay algo más detrás de esas palabras.
Hoy, decidí salir a explorar el bosque. Me armé con mi mochila llena de provisiones (linterna, un cuaderno de notas, un bocadillo de galletas y mi bebida energética favorita) y me puse mi ropa de siempre: una camiseta negra con el logo de una banda, unos jeans ajustados, mi chaqueta de cuero desgastada y unas botas de combate que han visto mejores días. Quiero estar preparada para cualquier cosa, aunque solo sea una caminata tranquila entre los árboles. He escuchado rumores de lobos en esta zona, pero nunca he visto uno.
El bosque tiene algo especial. A medida que me adentro, el aire parece cambiar, volviéndose más denso, más lleno de secretos. Me detengo en un claro y me siento en una roca. Los recuerdos de mi infancia empiezan a resurgir. Recuerdo claramente una noche en la que escuché aullidos provenientes del bosque. Salí al jardín, buscando el origen del sonido, cuando un niño apareció de la nada. Tenía los ojos brillantes y una calma que me desconcertaba. "Debes entrar a tu casa", me dijo con una voz tranquila, aunque yo, en mi miedo infantil, pensé que estaba asustado.
Sin embargo, ahora me doy cuenta de que ese niño no estaba asustado en absoluto. No, él sabía exactamente lo que estaba haciendo. Me lo dijo porque, de alguna manera, estaba protegiéndome. "Hay monstruos en el bosque", me advirtió, y aunque no entendí del todo, obedecí y corrí de vuelta a la seguridad de mi hogar. No lo volví a ver después de eso, pero esa noche quedó grabada en mi memoria.
Sacudo la cabeza para despejarme de esos pensamientos. Es solo una leyenda, me repito, pero algo en mi interior no puede dejar de buscar respuestas.
Abro mi cuaderno con la tapa cubierta de dibujos de hombres lobo, donde he anotado cada mito que he encontrado. Las páginas están llenas de garabatos, referencias a historias antiguas y un sinfín de preguntas sin respuesta.
"Los hombres lobo existen", escribo en letras grandes y garabateadas, el entusiasmo burbujeando en mi interior. "Y las almas gemelas... bueno, eso es otro asunto." Me muerdo el labio, reflexionando sobre lo que he leído. Las almas gemelas son una especie de cuento de hadas romántico que nunca me ha convencido del todo. ¿Qué sentido tiene pensar que hay una sola persona destinada para mí? Eso es un poco absurdo como creer que podría volar si salto lo suficientemente alto.
He leído casi trescientos libros de lobos con almas gemelas, o cómo se las llamas Mate. Sin mentir. Vi dónde la protagonista tuvo más de tres hombres lobos, también donde él lobo cruel que, tras conocer a su Mate, se transforma en un protector devoto. Lobos posesivos. Alfas dominantes. Betas. Todos siempre suceden en un bosque o son millonarios. La protagonista tiene pocos meses de conocerlo, y es el amor de su vida. Es un poco cliché. Y me encanta.
—Seguire explorando.
Mientras camino, el crujido de las hojas bajo mis pies resuena en el silencio del bosque. Cada paso que doy es una mezcla de emoción y nerviosismo, como si estuviera caminando hacia un descubrimiento monumental. De repente, un movimiento capta mi atención: una ardilla traviesa corre por una rama baja, como si me estuviera diciendo que me diera la vuelta y me fuera a casa. Sonrío.
—No te preocupes, pequeña, no estoy aquí para cazar ardillas— Ignoro las miradas extrañas de los paseantes ocasionales que me ven como a una excéntrica más en su mundo.
Finalmente, encuentro un claro donde decido sentarme en una roca cubierta de musgo. Este lugar tiene un aire de misterio, como si hubiera sido olvidado por el tiempo. Las hojas que caen de los árboles me rodean, creando un ambiente casi mágico. Abro mi cuaderno y empiezo a anotar observaciones. "El aire es fresco. El lugar tiene una atmósfera... algo mística", escribo, intentando darle un toque dramático a mi experiencia. "Hoy no he encontrado ningún lobo, pero tal vez solo están escondidos... o simplemente no les gusto." Me río de mí misma, imaginando a un grupo de hombres lobo en una reunión secreta deliberando sobre si quieren o no que una chica humana los descubra.
Corro mi cabello rosa de mi rostro y observo el cielo. El azul profundo se mezcla con el verde de las copas de los árboles, y por un momento, me siento completamente en paz. "¿Qué pasaría si realmente existen? ¿Y si hay un hombre lobo por ahí, acechando, quizás incluso observándome?" El pensamiento me hace estremecer de emoción. Pero en el fondo de mi mente, la duda persiste. Las leyendas dicen que pueden transformarse en hombres en la noche. Pero, ¿realmente es posible? Estoy decidida a descubrirlo.
Mientras reflexiono, el sonido de hojas crujientes interrumpe mis pensamientos. Levanto la vista, sintiendo que mi corazón late con fuerza. "¿Tal vez...?" me pregunto, pero lo que aparece no es un hombre lobo, sino un perro que se acerca juguetonamente, moviendo la cola. Mi desilusión es inmediata, pero la risa no tarda en salir de mis labios.