Capítulo 5.

Eirik entra a la casa con la misma presencia tranquila de siempre, pero esta vez noto algo diferente en su actitud. Tal vez es el cansancio acumulado o simplemente el hecho de que llevamos días tratando de averiguar qué está ocurriendo, pero cuando nos sentamos juntos en la cocina, la tensión del misterio parece disiparse por un momento.

—Tienes algo de comer por aquí, ¿o solo vives de aire? —bromea Eirik, mirando el estante vacío que uso más para adornos que para alimentos. Su expresión seria de siempre se suaviza un poco, y me doy cuenta de que está tratando de aligerar el ambiente.

—Oh, claro, aire es lo que sirve de menú diario en esta casa —respondo con sarcasmo, levantándome para buscar algo en la nevera—. Aunque si te apetece, tengo pizza congelada. Ya sabes, lo esencial para sobrevivir.

Eirik suelta una risa, esa que casi nunca se le escapa. Es raro verlo así, relajado. Algo en mí se afloja también, como si toda la presión de los últimos días hubiera desaparecido por unos minutos.

—Pizza está bien —dice, apoyándose en el marco de la puerta mientras me observa poner la comida en el horno—. Supongo que también tienes refrescos... congelados, ¿no?

—Claro, siempre helados al extremo —le lanzo una mirada cómplice, y ambos reímos por un momento. La cocina parece menos sombría con él aquí, y me sorprende cómo una simple broma puede cambiar la atmósfera.

Mientras esperamos que la pizza esté lista, nos sentamos a la mesa, y por primera vez en mucho tiempo, la conversación no gira alrededor de árboles destruidos ni huellas extrañas.

—¿Sabes? —digo mientras sirvo un par de vasos de agua—, nunca imaginé que terminaría pasando por todo esto cuando decidí venir aquí. Cazadores misteriosos, árboles destrozados... y ahora cenas improvisadas contigo.

Eirik me mira con una ceja levantada, fingiendo estar ofendido.

—¿Debería tomar eso como un cumplido? —pregunta con una leve sonrisa.

-Depende de cómo lo interpretes -le respondo juguetonamente-. Pero supongo que es agradable tener algo de compañía en medio del caos. Aunque seas el tipo más misterioso del planeta.

La cena transcurre con más bromas. Me sorprendo a mí misma relajándome, aunque sé que algo oscuro sigue rondando en el bosque. Por un momento, es como si el peligro no existiera. Eirik parece más humano, menos distante. Incluso se ofrece a lavar los platos después de que terminamos de comer, lo cual me hace reír.

—Vaya, un hombre que sabe lavar platos. ¿Quién lo diría? —comento, secando los cubiertos mientras lo miro trabajar.

—No soy tan inútil como piensas —responde, sin apartar la vista del fregadero.

Todo es tan extraño, pero de una manera agradable. Algo en la manera en que interactuamos esta noche se siente diferente, como si hubiera algo más entre nosotros. Algo que no puedo terminar de entender. Y aunque trato de no pensarlo demasiado, una pequeña parte de mí se siente atraída por él, por este misterio que parece envolverlo.

Al final, decido salir a dar una vuelta al bosque. Tal vez pueda encontrar algo que explique lo que sucedió ayer. A pesar de las advertencias de Eirik, la curiosidad me consume. Y después de todo, ¿qué tan aterrador puede ser? No quiero que se lo tome tan en serio. Tal vez sea solo un lobo grande, un mito local, algo de lo que los aldeanos hablan para asustar a los niños.

Al final, decido salir a dar una vuelta al bosque. Tal vez pueda encontrar algo que explique lo que sucedió ayer. A pesar de las advertencias de Eirik, la curiosidad me consume. Y después de todo, ¿qué tan aterrador puede ser? No quiero que se lo tome tan en serio. Tal vez sea solo un lobo grande, un mito local, algo de lo que los aldeanos hablan para asustar a los niños.

Salgo de la casa, sintiendo la brisa fresca de la noche, y me adentro en el bosque. Las sombras danzan alrededor de mí, y cada crujido bajo mis pies me hace sentir más viva. Avanzo con cautela, el silencio es casi palpable. Sin embargo, esa emoción, ese deseo de descubrir, me impulsa.

Al llegar al árbol destruido, siento una mezcla de temor y emoción. Las huellas son más profundas esta vez, como si algo hubiera estado aquí recientemente. Me agacho para examinarlas, y mi corazón se acelera al ver la forma de las garras, más grandes de lo que había imaginado.

De repente, un sonido rasgante a mi espalda me hace erguirme. Me giro rápidamente y ahí está él: un lobo marrón, de pelaje denso y ojos que parecen iluminarse con la luna. Me quedo paralizada, sintiendo cómo la incredulidad se apodera de mí.

—No puede ser... ¡¿en serio?! —exclamo, dándome un ligero golpe en la cabeza, como si eso pudiera hacerme despertar de un sueño. —Esto es justo lo que me faltaba. ¡Un lobo real! ¿Quién necesita un perro cuando puedes tener un lobo en el vecindario?

El lobo me observa, sus orejas se levantan con curiosidad y su expresión parece casi divertida, como si entendiera mi sorpresa. Mi corazón late con fuerza, y no puedo evitar reírme de la situación.

—Espero que no estés buscando un bocadillo —le digo, sintiendo que estoy hablando con un amigo imaginario. -Porque no tengo nada más que pizza congelada y eso no es muy bueno para los lobos.

El lobo parece inclinar la cabeza, como si estuviera considerando mi oferta. Su mirada brilla bajo la luz de la luna, y me doy cuenta de que esto es aún más surrealista de lo que había pensado.

—¿Sabes qué? No puedo creer que realmente te esté hablando. ¡Esto es una locura! —le digo, mientras me acerco un poco más, el nerviosismo y la emoción chocando dentro de mí.

El lobo da un paso hacia adelante, y entonces, de repente, un sonido detrás de mí interrumpe mi momento de locura. Un ruido fuerte me hace girar y en ese instante, el lobo desaparece entre los árboles, dejándome sola y aturdida.

Al darme la vuelta, veo una sombra moviéndose entre los árboles. ¿Era solo mi imaginación? La noche ha sido un verdadero espectáculo de sorpresas, y me doy cuenta de que, sin duda, tengo que investigar más.