Ha pasado una semana desde aquel encuentro inolvidable con el lobo, y aunque Eirik y yo hemos tenido nuestras charlas cotidianas, la atmósfera entre nosotros ha cambiado sutilmente. Pasamos de ser dos personas desconocidas en la vida de cada uno a compartir tiempo juntos. Me divierto. Y me gusta poder conversar sobre mis investigaciones, aunque haya dicho que sería un secreto. Es agradable cuando alguien te ve a los ojos con atención y no como si hubiera perdido un tornillo.
Hoy, el sol brilla intensamente, y el aire fresco de la mañana me trae una sensación de anticipación. Mientras me miro en el espejo, el vestido que elegí para esta noche parece reflejar mi ánimo. Es ligero, de un tono azul claro que resalta mis ojos, y la tela fluye suavemente a mi alrededor. Me siento hermosa y emocionada, como si estuviera a punto de asistir a un evento importante.
Cuando toco la puerta de la cabaña de Eirik, me siento un poco nerviosa. No solo porque voy a cenar con él y su madre, sino también porque, en el fondo, deseo que esta noche sea especial. Al abrirse la puerta, la madre de Eirik me recibe con una sonrisa cálida que me hace sentir instantáneamente bienvenida.
—¡Hola, querida! —dice, abriendo la puerta de par en par—. ¡Qué bonita te ves!
—Gracias, señora. —sonrío, sintiéndome un poco avergonzada.
—Eirik está en la cocina. Mi otro hijo no pudo venir, así que seremos nosotros tres. Ven, vamos a prepararlo todo para la cena.
Mientras caminamos hacia la cocina, la madre de Eirik comienza a hablarme sobre el menú de la noche, y me encanta escucharla. Su voz es suave y maternal, y me hace sentir como parte de su familia. Pronto llegamos a la cocina, donde Eirik está ayudando a su madre con los últimos preparativos.
—¡Hey! —saluda, mirándome de arriba a abajo con una expresión de sorpresa—. ¿Te has puesto tu mejor vestido para cenar?
—Bueno, pensé que era una ocasión especial. —le respondo, sintiendo una mezcla de orgullo y nerviosismo.
—Definitivamente, te ves increíble. —dice, sonriendo de una manera que hace que mi corazón se acelere.
La cena avanza entre risas y charlas amenas. La madre de Eirik sirve un delicioso guiso que huele maravillosamente, y ambos comparten historias sobre la vida en el bosque, los misterios de la naturaleza y alguna anécdota graciosa de Eirik de cuando era niño. En un momento, Eirik se ríe al recordar cómo una vez trató de atrapar un pez y terminó cayendo al lago, y no puedo evitar reírme con él, imaginando la escena.
Después de la cena, Eirik y yo nos quedamos en la mesa mientras su madre comienza a recoger. Hay una especie de complicidad entre nosotros, como si compartiéramos un secreto que nadie más conoce. De repente, la madre de Eirik se detiene y dice:
—Voy a dejar que ustedes dos hablen un rato. Necesito preparar el postre. No tarden, ¿eh?
Con eso, se aleja, dejándonos a solas. La tensión en el aire se vuelve palpable, y no puedo evitar morderme el labio mientras miro a Eirik.
—Entonces, ¿qué has estado haciendo esta semana? —pregunta, cruzando los brazos sobre la mesa.
—Oh, ya sabes, explorando un poco, intentando descubrir más sobre el bosque... y sobre el lobo. —respondo, recordando la fascinación que siento por el misterio que nos rodea.
Eirik me observa, y hay una chispa en sus ojos que no puedo ignorar.
—¿Y qué has encontrado? —pregunta, curioso.
—Más preguntas que respuestas. —me encojo de hombros—. Pero definitivamente, tengo más ganas de explorar.
—Tal vez podríamos hacerlo juntos. —sugiere, y su voz suena como un suave susurro.
Siento que mi corazón late más rápido al pensar en la posibilidad de pasar más tiempo con él. Quiero compartir esos momentos, quiero conocerlo más.
—Me encantaría. —le digo, sintiendo que la conexión entre nosotros se fortalece.
Justo en ese instante, su madre entra de nuevo, trayendo un delicioso postre de frutas. La conversación se reanuda, pero en mi mente, sigo pensando en cómo la dinámica entre Eirik y yo ha cambiado. Esa noche ha sido un paso hacia algo más, algo que no puedo definir del todo, pero que me emociona.
Al final de la cena, cuando nos despedimos, Eirik me mira con una intensidad que me hace sentir un cosquilleo en el estómago.
—Gracias por venir. Espero que lo hayas disfrutado. —dice, su voz suave.
—Lo disfruté mucho, gracias a ti y a tu madre. —respondo, sintiéndome feliz y satisfecha.
Mientras me alejo de la cabaña, no puedo evitar sonreír. Mi corazón está lleno de esperanza y emoción por lo que vendrá.
Esa noche, después de llegar a casa, me encuentro mirando por la ventana, observando el bosque oscuro y misterioso. Las estrellas brillan intensamente, y de repente, la imagen del lobo se apodera de mi mente. ¿Dónde estará ahora? ¿Se acercará de nuevo a mí?
Sin poder resistirlo, decido salir al patio. El aire es fresco y huele a tierra húmeda. Mientras camino hacia el borde del bosque, la emoción me invade. Quiero sentir esa conexión una vez más, ese impulso inexplicable que me atrae hacia el misterio de la criatura que vi.
Entonces, allí está. Entre los árboles, con sus ojos amarillos brillando como faros en la oscuridad. El lobo me observa, y por un instante, el mundo se detiene. Mi corazón late con fuerza mientras nos encontramos en un silencio profundo.
—Hola, amigo —susurro, sintiendo una mezcla de alegría y asombro al verlo de nuevo.
El lobo se acerca un poco, y puedo ver su pelaje marrón que resplandece bajo la luz de la luna. Es como si compartiéramos un entendimiento que va más allá de las palabras.
—¿Por qué apareces en mis pensamientos? —le pregunto, sintiéndome un poco tonta por hablar con él. Pero la conexión es tan intensa que no puedo evitarlo.
De repente, mi mente se vuelve hacia Eirik. Sus ojos, su risa, y esa chispa de misterio que lo rodea. ¿Podría ser...? La idea me provoca una punzada de inquietud.