Capítulo 10.

El aire está pesado entre nosotros, y la luna ilumina la noche como si fuera testigo de nuestra conversación. Eirik se acerca un paso, sus ojos llenos de preocupación. Sé que quiere intentar arreglar lo que se ha roto entre nosotros.

—Mireya, por favor, escucha -comienza, su voz temblando ligeramente—. No quiero que pienses que no confío en ti. Lo que eres para mí es más importante de lo que puedo expresar. Lamento no haberte contado la verdad desde el principio.

Sus palabras resuenan en mi corazón, pero la confusión sigue presente.

—Eirik, no es solo eso. Me hiciste sentir como una tonta. Compartí mis pensamientos contigo, mis miedos sobre lobos, y tú... tú eres uno de ellos. —Mi voz tiembla, y siento las lágrimas amenazando con caer. La traición se mezcla con la tristeza, creando una tormenta en mi interior.

—No quise que te sintieras así. —Su mirada es sincera, pero el peso de su culpa lo mantiene al borde—. Tenía miedo de que al contarte la verdad te alejaras de mí. Cuando estoy contigo, me siento más humano que nunca.

Su declaración me hace dudar. La conexión que he sentido con él es innegable. Hay algo especial en nuestra relación que va más allá de la forma en que ha transformado su cuerpo. Pero la incertidumbre me hace frágil, y la herida aún duele.

—Entiendo que tengas miedo —digo, intentando calmar mi voz-. Pero también me siento traicionada. Pensé que había confianza entre nosotros.

—Lo hay, te lo prometo. —Eirik da un paso más cerca, su mano extendida como si quisiera tocarme, pero se detiene, temeroso de que un movimiento en falso pudiera alejarme de él—. A veces, la vida como hombre lobo es solitaria. La transformación no es solo física; también me ha hecho más cauteloso. Pero contigo, quería ser diferente.

—¿Diferente? —repite, sintiendo un torbellino de emociones. No quiero que su lamento se sienta como una excusa, pero hay algo en su tono que me hace reconsiderar. -Tú eres un lobo, Eirik. Hay cosas que no puedo ignorar.

-Lo sé. -Su voz se torna más grave-. Pero, por favor, dame la oportunidad de hablar. Quiero que sepas que siento mucho lo que pasó. No puedo cambiar mi naturaleza, pero puedo cambiar la forma en que me relaciono contigo.

Le miro fijamente, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza. -No puedo simplemente ignorar esto, Eirik. Es como si hubieras estado jugando conmigo. A veces me siento como si no supiera quién eres realmente.

—Lo entiendo, y tienes razón. Pero, por favor, no pienses que mi afecto por ti es una broma. Quiero que sepas que a pesar de todo, puedo ser tu amigo, incluso si ahora sé que soy un hombre lobo. —Trata de sonreír, intentando romper un poco la tensión—. Al menos ahora tengo un amigo humano.

—No es tan simple. —No puedo evitar una risa amarga ante su intento de bromear. Las emociones son confusas, y el humor parece fuera de lugar, pero a la vez es un alivio—. ¿Qué significa eso para nosotros?

—Quiero que sepas que estaré aquí para ti, siempre que me necesites. Pero también tienes que entender que ser un hombre lobo implica secretos. A veces, hay cosas que no puedo compartir, no porque no quiera, sino porque son parte de lo que soy. —Su mirada se endurece, la seriedad regresa a su rostro—. He pasado buenos momentos contigo, y no quiero que eso cambie.

La tensión en mi pecho aumenta al escuchar sus palabras. —Entonces, ¿qué se supone que hagamos con esto? —pregunto, sintiendo que mi corazón se debate entre el deseo de creerle y el temor de ser lastimada de nuevo.

—Quiero que sigas siendo parte de mi vida, pero a veces, la naturaleza de mi vida significa que debo protegerte. No puedo arriesgarme a que te lastimen a causa de mis secretos. Prometo que, a pesar de todo, mi cariño por ti no ha cambiado. —Se acerca un poco más, su expresión suave, casi suplicante—. Por favor, dame la oportunidad de demostrarlo.

Me quedo en silencio, luchando con la mezcla de emociones. La vulnerabilidad en sus ojos me desarma. A pesar de la traición, hay una parte de mí que anhela creer en su sinceridad, en la conexión que hemos forjado.

—Quizás deberíamos tomarnos un tiempo —sugiero, la tristeza reflejada en mi voz—. Necesito entender esto. Necesito tiempo para procesar lo que significa estar con un hombre lobo.

Eirik asiente, su expresión llena de tristeza, pero también de comprensión. —Lo entiendo. Tomaremos el tiempo que necesites. Solo recuerda que aquí estoy, siempre dispuesto a hablar, a escuchar y a demostrarte que no soy un monstruo.

Me doy la vuelta, sintiendo que una parte de mí se partía al hacer ese movimiento. A medida que me alejo, el dolor y la confusión se entrelazan en mi pecho. La noche sigue fluyendo a nuestro alrededor, y aunque las palabras de Eirik ofrecen algo de consuelo, el camino hacia la reconciliación se siente largo y lleno de obstáculos.

Mientras camino, las imágenes de él como lobo invaden mi mente. La tensión de su cuerpo, la intensidad de su mirada... Y esa conexión que ha crecido entre nosotros en las últimas semanas. Es complicado. Estoy fascinada por él, por su dualidad, pero también dolida por la traición que he sentido. No puedo ignorar la verdad de que él ha ocultado su naturaleza, y eso ha cambiado todo.

Llego a casa y me dejo caer en la cama, sintiendo que el mundo exterior se desvanecía. A pesar de mis intentos de ser racional, las lágrimas comienzan a fluir, llevándose con ellas la ira y la tristeza que he estado reprimiendo. Lucho por encontrar un equilibrio entre la fascinación que siento por él y el dolor de su secreto.

Las horas pasan, y el silencio de la noche me envuelve. Comienzo a pensar en Eirik, en su risa y en la forma en que me hace sentir cuando estoy a su lado. Lo deseo, lo necesito, pero la incertidumbre sigue acechando en cada rincón de mi mente.

Es entonces cuando tomo una decisión. No puedo dejar que el miedo y la traición dictaran mi vida. Necesito entenderlo, entender cómo es vivir como él lo hace, y quizás, solo quizás, encontrar la manera de volver a construir nuestra relación.