La primera vez que la vi, Mireya parecía fuera de lugar, y al mismo tiempo, como si perteneciera a este bosque más que cualquier otra persona. Caminaba entre los árboles con una mezcla de inocencia y determinación que no podía ignorar. No era como los demás que venían aquí, buscando emocionarse un rato solo para luego marcharse. No, ella era diferente. Desde el primer momento en que vi sus ojos brillar con curiosidad, supe que iba a ser difícil mantenerme al margen.
Me dije a mí mismo que no era prudente acercarme. Debía quedarme en las sombras, asegurarme de que no descubriera más de lo necesario. Pero con cada día, con cada paso que daba en dirección al misterio que yo representaba, me costaba más controlarme. Había algo en ella, en su risa, en esa manera de hablar sobre mitos y leyendas, que me hacía sentir... humano. Una parte de mí quería compartir ese mundo con ella, aun sabiendo que podría ser un riesgo.
Y luego, todo cambió. Ella me descubrió. Me vio en mi forma real y, aunque sentí la decepción en sus ojos, ella regresó. Volvió a buscarme. No huyó, no trató de olvidarlo. Mireya era valiente y, a pesar de todo, me había aceptado. Para alguien como yo, eso significaba todo.
Hoy la veo acercarse a mí con esa sonrisa segura, como si pasear junto a un lobo fuera lo más natural del mundo. Ya he asumido mi forma de lobo, sintiendo cómo el aire fresco del bosque recorre mi pelaje y mis sentidos se agudizan. Ella camina a mi lado, con una calma que me desconcierta y, al mismo tiempo, me llena de una paz inesperada. Mireya no necesita palabras para entender lo que somos ahora, un equipo, dos almas que, de alguna manera, han encontrado consuelo en este misterio.
La luz de la luna ilumina el sendero, y puedo oír el sonido suave de su respiración mientras seguimos avanzando en silencio. Ella estira una mano, y me acerco para sentir el calor de sus dedos contra mi pelaje. El toque es suave, pero firme, y me recuerda lo mucho que ha cambiado desde que nos conocimos. Aunque sabe que no soy un simple humano, aquí está, confiando en mí.
Seguimos caminando, cada paso en sincronía. Mireya observa las sombras que nos rodean, su mirada llena de la misma curiosidad que la llevó a encontrarme, y me doy cuenta de que he encontrado en ella algo que nunca creí posible. Esta noche en el bosque, sin palabras, con solo su presencia, sé que no estoy solo, y que, pase lo que pase, ella será parte de mi vida y de este mundo secreto.
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¡Muchas gracias por todo! Espero que les haya gustado, fue escrito con mucho amor.
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