Bajo la protección del Magnate Frío.

CAPÍTULO 1

Narrado por Antonella 💕

Miro la prueba entre mis dedos, mis manos tiemblan y trato de respirar. Dos rayitas. Embarazada.

—No puede ser… —susurro.

Tengo apenas 22 años, sueños, planes… ¿y ahora estoy embarazada? Siento que el mundo se detiene un segundo. Juraba que me estaba cuidando, que todo estaba bajo control. Pero aquí estoy, en el baño de empleados, enfrentando una realidad que me sacude por completo.

Lo primero que pienso es en él: Giovanni. Mi novio. Me ha demostrado que me quiere, que haría todo por mí. Me dijo que nunca se separaría de mi lado. ¿Será verdad? ¿Será tan fuerte como yo lo necesito ahora?

Suspiro y guardo la prueba en mi bolso. Necesito hacerme un Gravindex, algo más certero, y cuando esté segura… le daré la noticia. Lavo mis manos y me observo en el espejo. Mi reflejo me parece distinto, como si ya no fuera la misma.

—¡Anto! ¡Ven a atender a los clientes!

—¡Sí, jefa, ya voy!

Salgo del baño rápidamente. Trabajo en uno de los restaurantes del padre de Giovanni. Él fue quien me consiguió el puesto… aunque dejó claro que no dijera que éramos novios. Me presentó como su amiga. Así que me toca aguantármela. No puedo ir por ahí diciendo: "¡Oigan, soy la novia de Giovanni!", aunque me ardan las ganas de hacerlo.

—Buenas tardes, ¿me podría dar un jugo con tres piezas de pollo acompañado de papas? Son para los pequeños. Y para mí, un bistec con poco arroz. Si tiene puré de papas y tajaditas, mejor.

—Claro que sí, señor. En veinte minutos tendrá su pedido.

Anoto rápido y llevo el pedido a la cocina. La jefa me intercepta en el camino.

—¿Y tú qué fuiste a hacer al baño? ¿A perder el tiempo?

—No, disculpe… solo que estaba un poco apurada quería hacer pis.

Me lanza una mirada sospechosa y me entrega otro pedido.

—Llévalo a la mesa del fondo.
—Sí, ya voy.

Tomo la bandeja, pero al ver la comida me invaden unas náuseas horribles. Trato de disimular, pero me cuesta.

—¿Estás bien? —me pregunta una compañera.

—Sí, sí, todo bien.

Entrego el pedido con una sonrisa forzada y dejo la cuenta sobre la mesa.

—Gracias. Que lo disfruten.

En cuanto me doy la vuelta, corro al baño. Apenas llego, vomito todo en el lavabo. Me lavo la boca, la cara, y me miro en el espejo con los ojos llorosos.

—Esto no puede estar pasando…

Con razon llevo más de un mes sintiéndome mal, y ahora ya sé por qué. Solo espero que en casa no haya problemas… y que Giovanni dé la cara.

Termina el turno y recibo mi pago semanal. Salgo al metro. El trayecto se me hace eterno, me siento mareada, agobiada. Apenas llego a mi vecindario, camino a toda prisa. Necesito el baño urgente. Veo algunos vecinos, pero solo les lanzo un saludo rápido.

—¡Hasta luego, Antonella! —me grita Lilian.

—¡Gracias, Lili! ¡Estoy apurada!

Entro por el patio de mi casa, busco la llave debajo de la alfombra… pero escucho una voz detrás de mí.

—¿Buscas esto? —mi papá.

—Sí, pa… pensé que no estaban.

—Toma, entra. Saldré un momento.

—¿Y mi hermana?

—Debe andar en la calle, como siempre.

—¿Y mamá?

—No sé —responde con desánimo.

Entro directamente al baño. Otra vez. Vomito lo poco que comí. Luego me doy una ducha rápida. Me siento en la cama. Tengo que hacerme ese Gravindex, quizás hasta un ultrasonido… pero no tengo mucho dinero.

Mi celular suena. Contesto al ver el nombre en pantalla.

—¿Antonella? Soy la señora Guzmán. Tengo un trabajito para este fin de semana.

—¿En serio?

—Sí, una boda. Me quedé sin meseras. Necesito que me trabajes como camarera. Pagaré bien.

—¡Claro! Me vendría muy bien.

—Vístete elegante, con delantal. Es una boda importante.

—No se preocupe, señora, no le fallaré.

Cuelgo, suspiro y agradezco en silencio. Algo es algo. Por lo menos podré cubrir lo de la energía. Me alisto, dejo mi cabello suelto, me pongo un vestido sencillo con botines, tomo mi bolso y salgo. Dejo la llave bajo la alfombra, pero reviso que nadie me esté viendo.

Apenas cruzo la calle, escucho detrás de mí:

—¿Otra vez saliendo, Anto? ¿No te cansas de trabajar? —Lilian, mi amiga de la niñez.

—Hola, Lili. Estoy muy ocupada. Lo siento, no puedo hablar mucho.

—Desde que andás con ese riquillo, ni nos hablas. ¿Ya le contaste a tus papás?

—No…

—Deberías. Tú trabajas, ayudas en casa… Ya sabes cómo es tu papá.

— "Primero el matrimonio", siempre repite. — decimos las dos al unísono.

— Oye, cada vez más delgada.

—Ya… Gracias por recordarme lo delgada que estoy.

—¡Te quiero mucho, tonta!

—Y yo a ti, Lili.

Le tiro un beso en el aire y paro un taxi. No puedo atrasarme. Llego al hospital público, pido los exámenes, pero como siempre, toca pasar primero por consulta. Mientras espero, me entra una llamada.

Es Giovanni.

—Hola, muñeca. ¿Dónde estás?

—En el hospital, digo… ya salí del trabajo. Estoy un poco cansada. ¿Y tú?

—Bien. Te llamaba para decirte que me voy este fin de semana a la isla con mis papás. No hay buena señal allá, así que no podré llamarte.

—¿Y hoy? ¿Nos podemos ver?

—No, corazón. Pero te llamo cuando regrese, ¿sí? Te quiero mucho.

—Giovanni, espera…

Me cuelga. Trago saliva. Sus palabras me dejaron helada.

—¡Antonella Garcias ! —llama la enfermera.

Me levanto como resorte.

— Soy yo...

— Vaya a la sala dos— asentí caminando por el pasillo — Bueno… que sea lo que Dios quiera, por lo menos se que tendré el apoyo de mi novio. — comento para mí misma.

***

Miro los papeles y el ultrasonido.
Esto… esto sí que es una locura.
Estoy embarazada de gemelos.
Llevo una mano a mi rostro, frustrada. No sé si llorar o gritar. Marco el número de Giovanni con manos temblorosas, pero no responde. Está en buzón.
Claro, seguramente ya está viajando hacia la isla junto con sus padres.
Y yo… yo no tengo más opción que aguantarme. Esperar a que me llame.




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