Bajo la Sombra del Zar

Prólogo

En las sombras de una opulenta mansión en Moscú, el silencio era tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Dimitri Volkov, patriarca de los Volkov, se mantenía inmóvil frente a la ventana.

Contemplando la ciudad que se extendía ante él como un tablero de ajedrez. Su reflejo en el cristal no revelaba nada de la tormenta que se gestaba en su interior. La noticia le había caído como un rayo en una noche serena, su esposo, su amada esposa Anna, había destruido sus ilusiones de ser padre. En ese momento fue a buscarla.

 

— ¿Cómo pudiste hacerme esto, Anna, yo te amaba? —su voz furiosa resonaba en toda la mansión.
 

En ese momento Anna miro el documento y después la cara de Dimitri, y ya sabía de lo que él estaba hablando, ella nunca lo había visto de aquella manera tan furiosa, parecía el demonio sacado del infierno.
 

— De que estás hablando Dimitri…

— ¡Claro que lo sabes Anna! Me has estado engañando. Está embarazada y no me dijiste nada. Y el detalle que el hijo que esperas no es mío Anna. —Anna se puso pálida como un papel.

— ¿Cómo…? ¿Cómo sabes…?

 

Dimitri le lanza el papel que ha estado llevado en sus manos, desde que su médico personal le informo que su esposa estaba embarazada. Pero que aquel hijo que llevaba en su vientre no era suyo, era el dolor más grande.

 

— Olvidas que Franco es el médico personal de la familia, y me llamo para darme la noticia de que estás embarazada. Pero tú debes de saber bien que yo no puedo tener hijos. —escupió acercándose a ella. — Apenas saliste de la consulta, me llamo, maldición Anna te hiciste una prueba y luego una ecografía. Y Ahora vienes con tu cara bien lavada a decirme que pasa. O acaso me viste la cara de estúpido.
 

Anna se alejó de él, con la cara roja de la vergüenza, pero Dimitri no eran los que daba tregua. A sus treinta y seis años, era uno de los magnates petroleros más poderoso de Rusia. Y tenía una herencia grande, pero era un hombre que no perdonaba una traición, menos como aquella.
 

— No es fácil Dimitri, déjame explicar lo que paso. —dijo ella intentando encontrar una explicación, aquella traición.

— ¡Sí, que es fácil! —le grito él con dura voz. — Te lo callaste Anna, te quedaste callada, cuando me lo ibas a decir, cuando se te viera el vientre abultado y sin poder hacer nada. Sabes lo que he sufrido por no tener hijos.
 

Dimitri estaba decepcionado que su enojo era su única defensa. Aún le dolía aquella traición.

 

— Perdóname Dimitri, no fue mi intención hacerte este daño.

— Anna me has ocultado durante mucho tiempo que tenías un amante, ahora estás embarazada de él. Es de ese hombre verdad.

— Por favor Dimitri ya…

— Sí, dime la verdad… Es mejor que recojas tus cosas y te vayas de la casa.

— Dimitri, por favor déjame explicarte las cosas.

— Basta… Anna, quiero que te vayas, no hay nada que hablar. —dijo él con los ojos llenos de lágrimas. — Anna, espero que cuando regresa a casa, tus cosas ya no estén en la habitación.

— Dimitri por favor. —Anna lo miro con las mejillas llenas de lágrimas. — Dimitri no quiero vivir en la calle, sabes que no tengo familia.

— Eso lo hubieses pensado antes de acostarte con ese hombre, es mejor que dejemos las cosas como están y no quiero verte cuando regrese a casa, ya te dije, puedes pasar por la empresa que te daré un cheque para que puedas mantenerte.

— Dimitri…
 

Anna se limpió las lágrimas, levanto el mentón y se hizo la digna.
 

— Dimitri, eres mi marido aún, así que no puedes dejarme sin un centavo y en la calle. Además, estoy embarazada.
 

Dimitri se quedó mudo un momento, como si lo hubieran abofeteado con aquellas palabras, y luego se acercó a ella y le dice.
 

— Lárgate de mi casa. —le espetó.

— Dimitri… No puedes…

— ¡Sí, puedo! —le dijo con rabia. — Es mi casa, y es mi decisión. Y te quiero fuera de aquí, de mi vida y de todo lo que tenga que ver conmigo, Anna.

— ¡Dimitri!

— Lo que no te hayas llevado lo botaré a la basura Anna. —le advirtió el mientras agarraba su gabardina para salir al frío invierno de Moscú. — ¡Lárgate!

 

Se marchó de allí con algo más que el corazón roto. Se marchó con la desesperación de saber que su Anna era un engaño. No sabía como iba a vivir sin ella a su lado, pero su traición le dolía más que todo en la vida.

Y para cuando regreso a casa, se consiguió de que estaba solo completamente.




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