La noticia había caído como un rayo en la noche serena, Viktor Petrova estaba enervado, su única hija estaba embarazada. La joven, de cabellos tan roja como la sangre que corría por las venas de la familia Petrova. No había matrimonio; no había alianza, solo un amor prohibido con un hombre que Viktor no podía aceptar.
Con la ira ardiendo en sus ojos, tomó una decisión que cambiaría el destino de su familia para siempre. No permitiría que su linaje de los Petrova se viera manchado por un lazo tan frágil como el amor. En su mundo, el poder y la lealtad eran los únicos amantes permitidos.
— Anya debe irse. —murmuró con voz gélida, sellando el futuro de su hija con una crueldad que solo un rey podría ejercer. — Que se vaya de la casa, lejos de los ojos de nuestras amistades, del mundo, Dará a luz a ese bastardo y allí se quedará.
El destino estaba escrito con rojo y negro, los colores de la pasión y la pérdida. Y mientras la noche caí sobre Siberia, una sombra se cernía sobre la pobre Anya. Una sombra que amenazaba con engullirlos a todos, en especial a ella.
— ¿Qué es todo esto Anya? ¿Por qué me has hecho esto, eres mi única hija? Estás embarazada, se sabrá de quién es, dime que he hecho para que me hagas esto.
— Sí, papá. Es cierto. Estoy embarazada. —le dice ella frente a su padre, con los ojos verde llenos de miedo y determinación.
— ¿Y quién es el padre? ¿Quién se atrevió a manchar el linaje de los Petrova? —Anya tragó saliva.
— Es Nikolay, papá. Lo conocí en una salida a una fiesta, es un chico bueno, es una artista papá.
Viktor se levanta de su sillón, la ira destello en sus ojos.
— Crees que puedes enamorarte de una artista y traerlo ante mi presencia. Esto es inaceptable, Anya Petrova. No puedo permitirlo.
Las manos de Anya temblaban.
— Papá, estoy enamorada de él, lo amo. No puedo simplemente… —su padre interrumpió con un gesto brusco.
— El amor no tiene cabida en nuestro mundo. Somos Petrova, los sentimientos no se construye sobre lealtad o enamoramientos. No puedo permitir que mi única hija manche su nombre con un hijo ilegítimo.
Anya comenzó a llorar, sus lágrimas era de dolor y tristeza, de ver como su padre la trataba.
— ¿Qué piensas hacer papá? —su padre se acercó a ella, implacable.
— Te enviaré lejos. A Moscú. Allí, darás a luz al bastardo en secreto. Nadie sabrá de su existencia. Y tú… tú regresarás aquí. Y te buscaré un esposo que sepa comprender tu deshonor.
— Papá, por favor… —dijo con voz quebrada.
— Esto es lo que debes ser. Las consecuencias de tus acciones, no pueden empañar el honor de la familia Petrova. Y tú, has demostrado ser débil.
El silencio se cierne sobre ellos, y Anya se aferra a su vientre, sintiendo el peso de su hijo. El dolor y el sufrimiento se entrelazan en la habitación, mientras el patriarca de los Petrova toma una decisión que cambiara la vida de Anya.
Anya estaba desbastada con las palabras de su padre, al subir a su habitación se encerró allí a llorar. No tenía a donde ir, además Nikolay se había ido de Siberia esa mañana temprano. Que regresaría en unos días le habían dicho sus empleados. Solo de pensar que su padre se había enterado de todo aquello, le dolía mucho.
En ese momento tocan la puerta, y al abrirla era su nana, su única ayuda en todo aquello, con ella era que necesitaba hablar de todo aquello. La hizo pasar, llevaba en sus manos una bandeja con comida.
— Tu padre me dio órdenes de traerte esto, y que te ayudara a ordenar tus cosas porque te vas a Moscú. ¿Por qué tu padre haría esto?
— ¡Oh nana! Papá sabe que estoy embarazada, tú hablaste con él. —su nada frunció el ceño y le dice.
— Muy temprano vino un chico hablar con él, y este salió despavorido del estudio de tu padre.
— Entonces Nikolay estuvo aquí hablando con mi padre, por eso me dijeron que había salido de la ciudad.
— Hija, no sé qué decirte, sabes como es el carácter de tu padre. Siempre quiere hacer su santa voluntad y no hay quien lo detenga.
— La única que lo podía hacer era mamá, pero está muerta, ahora él vive de la amargura.
— Que te puedo yo decirte, hija. Tu padre ha tomado una decisión, ahora tienes que acatar sus órdenes.
— A donde papá piensa mandarme, no conozco a nadie, y quiere que deje a mi bebé con quien sabe quién.
— Que puede decirte esta vieja, nada Anya, solo que debes hacer lo que dice tu padre.
— Acompáñame Mirath, ve conmigo a Moscú, no me dejes sola.
— Lo siento tanto Anya, pero tu padre quiere que me quede aquí, sabes como es él. Y no puedo dejar que me despida, aquí me siento bien y mis hijos están lejos de Rusia, para que ellos me atiendan. Este es mi hogar, lo siento tanto Anya.
Lágrimas se escapaban de los ojos de Anya, se iría a Moscú sola con su hijo creciendo en el vientre a esperar que naciera. Para después entregarlo, así dispuso su padre. Después que su nana la ayudara a recoger las cosas. Se sentó al borde de la cama y puso dos manos en el rostro. Lloraba con sentimiento, estaba destrozada por todo lo que le estaba pasando. Anya comenzó a reflexionar en su vida y la de su bebé.