Bajo La Superficie

Cap 2: La Tensión Creciente

Elena se encontró de pie en medio de la pista de baile, observando cómo David se alejaba mientras miraba su teléfono. La música continuaba sonando, pero el ruido se convirtió en un eco distante. La sensación de incomodidad se intensificó, y una nube de inseguridad comenzó a rodearla.

Se dio la vuelta y se unió a una conversación con algunos amigos, pero su mente seguía en David. Cada risa y comentario se sentían vacíos, como si el ambiente festivo se hubiera convertido en un telón de fondo para su creciente inquietud. Mientras conversaba, sus ojos buscaban a David en la multitud, deseando que regresara, pero en su lugar, notó cómo una mujer se acercaba a él.

La mujer era elegante, con un vestido rojo que llamaba la atención y una sonrisa que parecía deslumbrar. Elena sintió un escalofrío. Se dio cuenta de que la mujer era compañera de David en el trabajo, pero no había sido presentada formalmente. La mujer se inclinó hacia él, sus labios se movieron, y David soltó una risa que Elena no había escuchado en semanas.

El corazón de Elena se hundió. ¿Por qué esa mujer podía hacer que David sonriera así? Intentando mantener la calma, se forzó a sonreír y unirse a la conversación, pero la incomodidad se hizo más intensa. Se preguntó si estaba siendo demasiado celosa, pero la intuición le decía que había algo más.

Finalmente, David regresó, su sonrisa desvanecida. Elena no pudo evitar preguntarle de inmediato:

—¿Quién era ella?

—Solo una colega —respondió él, desviando la mirada. Esa evasiva respuesta no la tranquilizó. La noche avanzó, pero cada interacción de David con la mujer se grababa en su mente, como un eco que no podía ignorar.

Cuando la gala llegó a su fin, decidieron regresar a casa en silencio. La tensión entre ellos era palpable, como si cada palabra estuviera atrapada en un nudo en su garganta. Al llegar, Elena no pudo contenerse más.

—David, necesitamos hablar —dijo, tratando de mantener la calma.

—¿Sobre qué? —preguntó él, tomando un trago de agua, claramente incómodo.

—Sobre nosotros. Siento que algo ha cambiado, y no sé cómo ignorarlo más tiempo.

David dejó el vaso en la mesa y la miró, su expresión confusa. —No sé a qué te refieres. Todo está bien, ¿verdad?

—No, no lo está. Siento que estás distante. Y anoche... la forma en que hablabas con esa mujer… —su voz tembló, pero se obligó a seguir—. Me preocupa que haya algo más.

David se pasó la mano por el cabello, una señal de frustración. —Elena, era solo una conversación. No es lo que piensas.

—Pero eso es exactamente lo que estoy pensando —replicó ella, sintiendo que las lágrimas amenazaban con asomarse. Era la primera vez que abordaban el tema, y la tensión que había construido a lo largo de los meses estaba estallando.

—Te prometo que no hay nada entre nosotros —dijo David, su tono ahora más suave—. Solo estoy estresado por el trabajo, y a veces… me siento presionado. Pero tú eres lo único que quiero.

Elena sintió un rayo de esperanza, pero su instinto seguía advirtiéndole que había algo más. —¿Y si eso no es suficiente? ¿Qué pasa si no puedes ser feliz solo conmigo?

David se quedó en silencio, su mirada se desvió hacia el suelo. Esa respuesta silenciosa fue más devastadora que cualquier otra cosa que pudiera haber dicho.

—¿Qué estás tratando de decirme? —preguntó Elena, su voz casi un susurro.

—No lo sé, Elena. Necesito tiempo.

Ese “tiempo” resonó en su mente. ¿Era una señal de que se estaba alejando? Mientras ella intentaba procesar sus emociones, la sensación de soledad se instaló aún más profundamente en su corazón.

David se retiró a la sala, y Elena sintió que el vacío se apoderaba de la casa. Caminó hacia el balcón, donde la brisa marina le acarició el rostro. Las luces de la ciudad brillaban a lo lejos, y con cada parpadeo, el futuro que había imaginado con David se desvanecía.

Esa noche, mientras el sonido de las olas se mezclaba con sus pensamientos, Elena comprendió que debía enfrentar la realidad, por dolorosa que fuera. La vida que había construido con David podía no ser tan perfecta como había pensado, y la infidelidad se convertiría en una prueba que cambiaría todo.




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