La mañana siguiente llegó con un sol radiante que se filtraba a través de las cortinas, pero la calidez del día no logró iluminar el corazón de Elena. Se despertó con una sensación de vacío, como si una parte de ella hubiera desaparecido durante la noche. Decidió que necesitaba espacio para reflexionar, así que preparó un café y salió a caminar por la playa.
El sonido de las olas y el frescor del aire la ayudaron a despejar su mente, pero la sombra de la conversación con David la seguía. A medida que caminaba, observó a los surfistas deslizándose sobre las olas y a los niños construyendo castillos de arena. La vida continuaba, ajena a su tormento interno.
Esa noche, se reunió con Laura en un encantador restaurante frente al mar. El ambiente era acogedor, con luces tenues y el suave murmullo de las olas. Mientras pedían vino, Elena sintió que podía abrirse.
—No sé qué hacer, Laura. Siento que David se está alejando de mí. No es solo la conversación de anoche; es como si hubiera algo más —confesó, sintiendo el nudo en su garganta.
Laura la miró con preocupación. —¿Has pensado en preguntarle directamente? A veces, los hombres son difíciles de leer.
—Lo he hecho, pero sus respuestas son vagas. A veces, creo que me está ocultando algo —respondió Elena, luchando contra la incertidumbre que la consumía.
—Entonces, necesitas ser directa. Mereces saber la verdad, y si hay algo que está pasando, necesitas enfrentarlo —dijo Laura, apoyando su mano en la de Elena
Elena asintió, sintiéndose aliviada de poder compartir sus sentimientos. Pero, a medida que conversaban, la duda comenzó a asomarse nuevamente. ¿Y si sus sospechas eran infundadas? ¿Y si estaba imaginando problemas donde no los había? La inseguridad la había acompañado desde su infancia, y el miedo al rechazo la hacía dudar.
Después de una larga cena y una botella de vino, Elena regresó a casa, con su mente aún en un torbellino. Al abrir la puerta, el silencio en el apartamento se sintió abrumador. David no estaba en la sala, lo que le permitió un respiro momentáneo. Se sentó en el sofá, intentando organizar sus pensamientos.
Mientras tanto, su teléfono sonó. Era un mensaje de David: "Lo siento por la forma en que actué anoche. ¿Podemos hablar mañana? Necesito aclarar algunas cosas." Su corazón dio un vuelco. Aunque le dio esperanza, la incertidumbre continuaba.
A la mañana siguiente, decidida a no dejar que la ansiedad la consumiera, Elena se preparó con cuidado. Se vistió con un top blanco y jeans, sintiéndose más fuerte de lo que había estado en días. A pesar de la incertidumbre, sabía que debía enfrentarlo.
Cuando David llegó a casa, la tensión en el aire era palpable. Se sentaron uno frente al otro, y antes de que pudiera decir algo, él habló.
El corazón de Elena se aceleró. Este era el momento que había estado esperando, pero también temía la verdad. —¿Hay algo que debas decirme?
David tomó una respiración profunda, sus ojos fijos en los de ella. —Sí. La verdad es que he estado lidiando con muchas cosas. La presión en el trabajo ha sido abrumadora y, sí, he tenido momentos de debilidad.
Elena sintió que la sangre se le helaba en las venas. —¿Momentos de debilidad? ¿Te refieres a…?
—Tuve una conexión con otra mujer. No llegó a ser más que una serie de conversaciones, pero me siento horrible por haberte traicionado de esa manera. No quiero que pienses que no te amo. Te amo más de lo que puedo expresar —confesó, sus ojos reflejando un remordimiento genuino.
Elena sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Un torrente de emociones la abrumó: tristeza, rabia, y una profunda decepción. —David, esto es devastador. No solo me has traicionado, sino que también has puesto en peligro lo que hemos construido juntos.
—Sé que esto no se puede resolver de la noche a la mañana, pero estoy dispuesto a luchar por nosotros. Quiero enmendar mis errores. Te prometo que no volverá a suceder —dijo, su voz llena de sinceridad.
Elena se quedó en silencio, procesando sus palabras. La traición había dejado una herida profunda, y aunque su amor por él aún existía, la confianza se había roto. No sabía si podía perdonarlo.
—Necesito tiempo para pensar —finalmente respondió, sintiendo que el peso de la decisión era demasiado grande para manejarlo de inmediato.
David asintió, la tristeza dibujándose en su rostro. —Entiendo. Solo quiero que sepas que haré lo que sea necesario para demostrarte que puedo cambiar.
Mientras él se retiraba a la sala, Elena sintió una mezcla de dolor y determinación. Sabía que debía tomar una decisión crucial: ¿podría perdonar y seguir adelante, o era hora de dejarlo ir? La respuesta estaba aún en el aire, y el camino hacia adelante sería complicado.