Los días que siguieron fueron un torbellino emocional para Elena. Después de la revelación de David, se encontró atrapada entre el amor que sentía por él y el dolor de la traición. La confianza, ese delicado hilo que había tejido su relación, se había desgastado, y cada pequeño gesto de David le recordaba su infidelidad.
Elena se centró en su trabajo, sumergiéndose en la organización de una nueva exposición en la galería de arte. La creatividad le proporcionaba un alivio momentáneo, pero cada vez que levantaba la vista de su computadora, el vacío que había dejado David se hacía presente. Las conversaciones con Laura se convirtieron en un refugio, y ella le animaba a tomar el tiempo que necesitaba para sanar.
Una tarde, mientras preparaba una serie de obras de arte, recibió un mensaje de texto de David: "¿Podemos salir a cenar esta noche? Quiero hablar de nosotros." Elena sintió un nudo en el estómago. Había imaginado este momento una y otra vez, pero la realidad siempre parecía más compleja que sus fantasías.
Decidió aceptar la invitación, aunque el corazón le latía con fuerza. Esa noche, se vistió con un elegante vestido azul que realzaba su figura. Quería sentirse poderosa, como si tuviera el control de su vida, aunque en el fondo, el miedo la consumía.
Cuando llegó al restaurante, David ya estaba allí, su expresión tensa. Se levantó para abrazarla, pero Elena se detuvo un paso antes. No podía permitirse dejar que el abrazo disipara su resolución.
—Gracias por venir —dijo David, su voz suave. —He estado pensando mucho en lo que sucedió.
—Yo también —respondió Elena, sintiéndose vulnerable pero decidida. —Pero necesito saber qué quieres realmente. ¿Estás dispuesto a hacer el esfuerzo para reparar lo que has roto?
David la miró a los ojos, y por un momento, todo lo que había entre ellos parecía estar en juego. —Quiero ser un mejor hombre para ti, Elena. No solo por mí, sino por nosotros. Estoy dispuesto a buscar ayuda y trabajar en mí mismo. No quiero perderte.
Elena sintió una mezcla de esperanza y escepticismo. La sinceridad de David resonaba en su corazón, pero la herida aún era fresca. —No puedo prometer que será fácil. Necesito tiempo y espacio para procesar todo esto. —Su voz temblaba, pero se obligó a ser firme.
—Lo entiendo. Solo quiero que sepas que estoy aquí, listo para luchar por nosotros. Haré lo que sea necesario para demostrarte que esto fue un error —respondió David, su rostro lleno de arrepentimiento.
A medida que la cena avanzaba, compartieron risas y recuerdos, momentos que parecían tan lejanos. Sin embargo, cada risa también venía acompañada de la sombra de la traición. Cuando terminaron de comer, Elena sabía que era hora de tomar una decisión.
—David, necesito saber si realmente estás comprometido a cambiar —dijo, tomando aire. —Si esto va a funcionar, tendrás que ser completamente honesto conmigo. No puedo vivir con secretos ni mentiras.
—Lo prometo. No quiero más secretos. Estoy listo para abrirme por completo. Quiero que trabajemos juntos en esto —dijo él, con una ferviente convicción.
Elena sintió que su corazón se aflojaba un poco. Pero también sabía que las promesas eran solo palabras. La confianza, una vez rota, es difícil de reconstruir. —Entonces, empecemos poco a poco. Necesito tiempo para ver si realmente puedes cumplir con lo que dices.
Al regresar a casa, una mezcla de emociones la invadió. Había una pequeña chispa de esperanza, pero el miedo seguía acechando. ¿Podría realmente David cambiar? ¿Sería suficiente su compromiso para sanar las heridas?
Esa noche, mientras se acomodaba en la cama, decidió que haría un esfuerzo por observar y escuchar. Los próximos días serían cruciales. Las acciones de David, no sus palabras, definirían su futuro.
Los días pasaron, y aunque David intentó ser más presente y accesible, había momentos en los que la desconfianza de Elena resurgía. Una llamada que tardaba en responder, un mensaje que parecía secreto: todo alimentaba la duda que llevaba dentro.
Una tarde, mientras estaba en la galería, se encontró con Laura. Al ver su expresión preocupada, Elena no pudo evitar desahogarse. —No sé si estoy haciendo lo correcto, Laura. Quiero creer en David, pero cada vez que trato de dejar atrás lo que pasó, algo me detiene.
—Es normal sentirse así. Sanar lleva tiempo, y tienes que permitirte sentir lo que sientes. Pero recuerda que no puedes cambiar a alguien; solo él puede hacerlo por sí mismo —dijo Laura, brindándole apoyo.
—Lo sé. Solo espero que esta vez no esté construyendo castillos en el aire. Quiero ser feliz, pero también necesito protegerme —respondió Elena, sintiendo la lucha interna que la mantenía despierta por la noche.
Esa noche, mientras se preparaba para acostarse, Elena sintió que la decisión estaba cada vez más cerca. La vida con David podía ser maravillosa, pero también podía ser dolorosa. Con cada nuevo día, ella estaba un paso más cerca de descubrir si su amor era lo suficientemente fuerte como para superar la traición.