Bajo La Superficie

Cap 8: Encrucijadas

El silencio en la sala era palpable mientras Elena y David se miraban. La tensión que habían sentido en los últimos días se transformó en un momento de decisión. Elena sabía que esta conversación sería crucial para su futuro, y su corazón latía con fuerza mientras se preparaba para hablar.

—David, creo que es importante que analicemos esta oferta de trabajo con calma. —Comenzó, buscando la manera de expresar sus sentimientos sin crear más distancia. —Entiendo que es una gran oportunidad, pero necesito saber cómo te sientes al respecto y cómo afectará nuestra relación.

David suspiró, sintiéndose abrumado por la presión. —Es un paso importante para mí, pero no quiero que eso signifique perder lo que hemos construido. Nunca querría lastimarte. Pero siento que esta es mi oportunidad para avanzar en mi carrera.

Elena sintió una punzada de tristeza al escuchar sus palabras. —Lo sé, y creo que tienes derecho a perseguir tus sueños. Pero, ¿qué hay de nosotros? Ya hemos superado tanto. No quiero que la distancia vuelva a separarnos.

David la miró, sintiendo su angustia. —Podría ser solo por un tiempo. Tal vez podamos planear visitas, y yo podría regresar los fines de semana.

—Eso suena bien en teoría, pero la realidad es diferente. La distancia puede ser difícil. Hemos trabajado tan duro para reconstruir nuestra confianza. No quiero arriesgar eso —respondió Elena, sintiendo que la angustia se apoderaba de ella.

Un silencio pesado se instaló entre ellos mientras cada uno pensaba en las implicaciones. La posibilidad de una mudanza era emocionante para David, pero aterradora para Elena. Ella sabía que no podía evitar hablar sobre sus miedos y preocupaciones.

—David, me asusta la idea de perder lo que tenemos. Esta relación ha sido un viaje difícil y hermoso. No quiero que una decisión apresurada lo ponga en peligro —dijo, su voz temblando.

David se inclinó hacia adelante, su mirada seria. —Entiendo tus preocupaciones. Pero también tengo que pensar en mi futuro. No quiero que esto se sienta como una carga para ninguno de los dos.

Elena sintió que las lágrimas le asomaban a los ojos. —No es una carga. Es una parte de nuestra vida juntos. No puedo evitar sentir que estamos en caminos diferentes en este momento.

—¿Qué propones? —preguntó David, con un tono de desesperación en su voz. —No quiero que esto nos separe, pero necesito saber qué estás dispuesta a hacer.

Elena tomó un respiro profundo. —Tal vez deberíamos darle un tiempo a esta decisión. Podrías aceptar la oferta y ver cómo te sientes en el nuevo trabajo. Pero, si decides mudarte, necesitaríamos establecer un plan sobre cómo mantener nuestra relación.

David se quedó pensativo, sopesando sus palabras. —¿Y si eso no funciona? ¿Qué pasaría si la distancia se convierte en una carga?

—Entonces tendríamos que reevaluar nuestra situación. Pero, al menos, estaríamos dando un paso hacia adelante. Creo que es mejor que apresurarnos a decidir y arriesgarlo todo ahora —respondió Elena, sintiendo que su corazón se llenaba de determinación.

Después de una larga conversación, finalmente llegaron a un acuerdo. David aceptaría la oferta de trabajo, pero establecerían una serie de reglas para mantenerse conectados y asegurarse de que su relación no se viera afectada. Decidieron programar llamadas semanales y planificar visitas mensuales.

A medida que los días pasaban, la ansiedad de Elena se mezclaba con la emoción. David se preparó para su mudanza, y aunque ella lo apoyaba, la idea de estar separados le generaba un nudo en el estómago. Era una transición difícil, pero ambos estaban decididos a hacer que funcionara.

Finalmente, llegó el día de la mudanza. Elena lo ayudó a empacar sus cosas, sintiéndose como si estuviera enviando una parte de sí misma con él. Mientras colocaba los últimos objetos en el coche, David se detuvo y la miró a los ojos.

—Quiero que sepas que esto no significa que te esté dejando atrás. Te llevo conmigo en mi corazón —dijo, su voz suave.

Elena sonrió a pesar de las lágrimas que amenazaban con caer. —Sé que lo harás. Pero también sabes que esto será difícil. No puedo prometer que no habrá momentos en los que me sienta sola.

David asintió, comprensivo. —Lo sé, y estaré allí cada vez que me necesites. Solo quiero que te cuides y sigas persiguiendo tus sueños también.

Con un último abrazo, se despidieron. Elena sintió que una parte de su alma se quedaba atrás, pero sabía que era necesario. Se volvió a su casa, sintiendo el peso de la soledad que la esperaba. La vida continuaba, pero el vacío que David había dejado era palpable.

Las primeras semanas fueron difíciles. Las llamadas semanales se convirtieron en su salvación, pero la falta de conexión física dejaba un vacío que no podía ignorar. Elena se dedicó a su trabajo y sus pasiones, pero la ausencia de David se sentía en cada rincón de su hogar.

Un día, mientras caminaba por el parque, se encontró con Laura. Al notar su expresión sombría, Laura se acercó. —¿Cómo va todo?

—Difícil. David se ha mudado y, aunque hablamos, siento que hay una brecha entre nosotros. —Elena se sintió vulnerable al abrirse.

—Es normal sentirse así. La distancia puede ser muy dura, pero también puede ser una oportunidad para crecer individualmente —dijo Laura, ofreciéndole una sonrisa comprensiva.

Elena sabía que tenía razón, pero la tristeza seguía presente. A pesar de todo, decidió enfocarse en sus pasiones. Se inscribió en nuevos talleres de arte y comenzó a experimentar con diferentes técnicas. A través del arte, encontró una forma de expresar su dolor y su esperanza.

Mientras el tiempo pasaba, Elena comenzó a ver cómo la distancia también podía ser una oportunidad para reafirmar su identidad. Pero cada vez que recibía un mensaje de David, su corazón se llenaba de amor y anhelo. Las palabras siempre traían consigo una mezcla de felicidad y tristeza, un recordatorio constante de lo que habían construido juntos.




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