El primer gran conflicto entre ellos llegó una noche lluviosa, cuando Andrés desapareció sin decir nada. Mariana, preocupada y confundida, intentó llamarlo varias veces, pero él no contestaba. Los minutos se convirtieron en horas, y su mente comenzó a llenarse de dudas.
Cuando Andrés apareció finalmente, sus ojos estaban apagados, y su rostro, antes lleno de misterio, ahora parecía algo más sombrío.
“Lo siento… no debí desaparecer así, pero necesitaba tiempo. Necesito tiempo para pensar, Mariana”, dijo, su voz entrecortada por la angustia.
Mariana, herida y sin saber cómo reaccionar, se dio cuenta de que algo estaba pasando que ni él mismo entendía. La relación que habían comenzado a construir, tan extraña y única, ahora parecía estar desmoronándose.