Mariana, en su solitaria habitación, comenzó a reflexionar sobre todo lo sucedido. Se dio cuenta de que la conexión que sentía con Andrés no era como las otras relaciones que había tenido en el pasado. No se trataba de un amor fácil, ni de una atracción superficial. Era algo diferente, algo raro, que ni ella misma entendía por completo.
Se levantó y se acercó al espejo. Se vio a sí misma, aún tan joven, pero tan llena de dudas. Se preguntó si había llegado el momento de dejar ir esa historia, de seguir con su vida, de centrarse en su trabajo y en su día a día, tal como lo había hecho antes de conocerlo.
Pero el pensamiento de Andrés, su misteriosa actitud, y esa mirada tan profunda que había sentido en cada uno de sus encuentros la mantenían atrapada. No podía soltarlo, ni aún cuando las respuestas parecían huir de ella.