Un día, mientras paseaba por la ciudad, Mariana lo vio. Andrés, de pie frente a una cafetería, con la misma mirada perdida, como si estuviera esperando algo o a alguien. Sin pensarlo, cruzó la calle hacia él.
Andrés la vio acercarse y, por un instante, ambos se quedaron en silencio, observándose el uno al otro, como si el tiempo se hubiera detenido. Fue un reencuentro inesperado, pero no fue como los demás. No hubo palabras al principio, solo una mirada que decía mucho más que cualquier frase.
Finalmente, fue él quien rompió el silencio: “Lo siento… no sabía cómo volver. Pero… te extrañé.”
Mariana, con una mezcla de alivio y confusión, respondió: “¿Y ahora qué?”
Andrés la miró, esta vez con más claridad en los ojos. “Ahora… quiero entenderlo. Quiero ver qué pasa.”