Introducción

El aire corta mi respiración mientras caigo al vacío. Intento que mis alas me eleven pero el terror se apodera de mí cuando estás no me responden.

Recuerdos vagos llegan a mí y siento que podría desfallecer.

—Te dije que su alma no podías salvar.—la voz de Gabriel llega a mis oídos como si estuviese a mi lado.—Yo era su guardián, no tu.  Su alma y su muerte no eran tu responsabilidad y lo sabés.

Algo se rompe dentro de mi y un líquido parecido al de las nubes emana de mis ojos.

—Ella era importante para mí y lo sabías.—le digo tomándolo por los hombros.—Te dije que no la lastimaras y lo hiciste.

Gabriel me empuja para soltarse de mi agarre y termino en el suelo.

—Ahora si lo arruinaste Dante, los guardianes vienen por ti te echarán del cielo.—Los ojos de Gabriel están llenos de todo menos del amor y la compasión que caracterizan a un ángel guardián.—El paraíso nunca fue tu lugar, ve con los mortales y agradece que no te envían al infierno.

Siento una sensación molesta crecer dentro de mi y quiero abalanzarme sobre él e infringirle dolor.

Pero unas fuertes manos me sujetan no me hace falta mirar para saber que va a ocurrir, el sonido del metal de las armaduras me revela que los guardianes han decidido aceptar desterrarme

Antes de poder alegar algo otro guardián toma la espada y se coloca detrás de mi, se que va a ocurrir y aún así intento mantener la compostura mientras puedo.

Cuando la espada se clava con fuerza en mi espalda suelto un alarido y el dolor termina por hacer que pierda el conocimiento.

Al despertar y seguir cayendo toco mi espalda con la esperanza de sentir la suavidad de las plumas en mis alas.
Sin embargo solo obtengo la humedad de un líquido rojo que brota de está y que me está haciendo perder la compostura del dolor.

Cuando las ramas de los árboles comienzan a chocar con mi espalda se que mi descenso a llegado a su fin. Estoy en el mundo de los mortales, mis alas han sido cortadas y ella yace muerta más allá del jardín de rosas .

El vagar por el mundo una tortura será pero sin su compañía ya nada importará.