Y si mi corazón se hubiese roto un poco más, sería cenizas al viento volando en la inmensidad.
Mi pulso se acelera de manera desmedida mientras corro por las oscuras calles de Verona Italia.
—¡No puedes escapar por mucho tiempo, te atrapare asi sea lo último que haga!—la voz de Alessandro Valentini uno de los mafiosos más conocidos de la ciudad.
Le hice perder una considerable suma de dinero, el sujeto al que nadie vencía en las cartas cayó ante mi y ahora me quiere muerto pues según él hice trampa.
Decidido a escapar salto la reja de un callejón y corro por casi diez minutos hasta mi pequeño apartamento a las afueras de la ciudad.
Mi apartamento no es más que un pequeño granero cuyos dueños tienen una granja y me dejan vivir en él mientras ayudo en el campo.
Es cómodo y hasta cierto punto me veo pasando la eternidad en él. Pero no es posible, no lo será en un par de años cuando ellos noten que mi juventud se mantiene estática e intacta por más tiempo del que debería.
Siempre lo hago, lo he hecho durante casi doscientos años moverme de un lugar a otro para evitar que descubran que hay algo mal en mí.
Al llegar cierro con pestillo la puerta y suspiro aliviado, por jamás haberle dado mi dirección cuando decidí trabajar con él.
—¿Asi es como pasas la inmortalidad?—la voz detrás mío me hace dar un sobresaltó.—Enserio Dante, simplemente huyes de delincuentes y vives al día.
Enciendo la luz solo para toparme con Gregory sentado en la cama de paja en la que suelo dormir.
—Bueno, ya sabes al ser un ángel caído, no tengo mucho más que hacer.—contesto con ironía.—¿Que se supone que haces aquí?
El se pone de pie y me mira de arriba abajo.
—Vaya no has perdido tu tiempo en los últimos doscientos años.—pasa su mano por uno de los tatuajes que adornan mis brazos.—Cada día pareces más un simple mortal.
Mi furia se acrecenta y antes de pensarlo mucho mi mano ya se a extendido, provocando que su cuerpo choque violentamente contra una de las paredes del granero.
—Parece que has manchado tu inmaculado traje blanco.—digo con tono burlón.— Que pasa pequeño ángel, un minuto en el mundo mortal y ya has quedado más ultrajado que yo en dos siglos.
El me mira desde su posición con una sonrisa petulante y antes de que pueda comprender me encuentro contra la pared.
—Te sorprendería lo poco que me importa un poco de mugre.—su mano comienza a cerrarse y la presión en mi cuello.— Me parece inspirador que un semi ángel crea posible vencer a un ángel completo. Sabes, en el cielo nunca podría hacer esto, pero el mundo mortal tiene un no se qué, están liberador que ahora entiendo por qué no has vuelto.
—Si... ahora... creo que debería... Agradecer a Gabriel.—mi respiración se escucha entre cortada y él deja de presionar mi cuello, y me deja en el suelo—Vaya, no había sentido ese dolor, desde que, ya sabes cortaron mis alas.
Una expresión de dolor cruza sus ojos de manera tan rápida que apenas me permito pensar en ello.
— Tenía que hablar sobre lo que hiciste, mi deber era protegerla y aceptar los designios que se me encomendaron.—me dice con un tono simplón.—Tu te equivocaste, yo debía proteger mis alas, ¿sin rencores no?
Gregory debería estar contento de tener sus dones enteros, sus alas siguen ahí,en el sitio de dónde jamás deberían ser arrancadas. El dolor de las cicatrices jamás desaparece en especial las del alma y corazón, y sin embargo creo que el tiene razón.
El mundo mortal tiene ese no se que, que te permite sentirte libre. Sin reglas del paraíso, no soy más un guardián a diferencia de él yo no necesito obedecer las reglas.
Asiento y cierro los ojos un segundo apareciendo frente a él y antes de que si quiera pueda reaccionar me encuentro golpeándolo con todas las fuerzas que poseo.
—Por su puesto que no hay rencores.—digo acestando otro golpe en su rostro, se que el no sangrara, no saldrán moratones en su rostro y eso solo me enfurece más.
Mi mente se nubla con cada golpe que doy.
—¡Anda!¡Sigue golpeando a la nada!—su voz tras de mí me hace detenerme—Asi no conseguirás que te regresen tu lugar en el paraíso, digo si es que aún queda algo salvable en ti, ya sabes una pequeña parte que quiera volver a se un ángel.—cuando las palabras salen de su boca me quedo estático.
—¿De que hablas?—mi voz sale en un susurro apenas audible.—Eso es imposible, una vez ángel caído, nunca más podría volver.—mis manos van instintivamente a mi espalda y aquellas marcas que la adornan.
El ni siquiera aparta la mirada de mi mientras toma asiento en la única silla en la habitación.
—Hay una forma, pero no te la diré mientras sigas actuando como un salvaje.—se encoge de hombros.—Vamos sientate y escucha.
No sé por qué lo hago, ni siquiera sé si es verdad. Pero...¿Por qué otra razón el vendría?
"Tal vez para enviarte al infierno"
Me susurra la voz en mi cabeza de forma inmediata.
Cuando tomo asiento el sonríe complacido pero no dice nada.
—¿Esperas un ruego?— cuestionó con brusquedad.—Por que de ser así es mejor que te larges, hace mucho que no suplico ni hago plegarias.
—No, simplemente espero a que te calles y te calmes.—dice con simpleza.
Suspiro y respiro hondo para calmarme.
—Te asignaremos a un mortal.—me dice como si nada, intento cuestionar pero me hace una seña para quedarme callado.— Es una chica, es muy importante protegerla y antes de que me cuestiones más se habló con el resto de los guardianes
Sabemos que ya no eres un ángel custodio, pero lo hemos pensado mucho y eres el único que puede estar cerca de ella en la forma física y en cuanto te regresamos algunos de tus dones también de manera omnipresente.
—¿Que tan importante es? Necesito que me lo digan, pues no cuidare de ella de otra manera.—le pido que me explique.
El se ríe sin mucha gracia y se pone de pie dando vueltas por el pequeño espacio.