Bajó las alas de Dante

Capitulo 2

Los incesantes gritos salen de mi garganta, el cortante aire que me atraviesa mientras que caigo si destino fijo. Nada de ellos me importa, la perdí, ya no hay nada que importe.
Vuelvo a soltar un alarido y me dejó caer al suelo con ojos llenos de lágrimas, o al menos así es como ahora se que se llaman.
Mi espalda sigue sangrando, si tan sólo pudiese morir al menos me sentiría más tranquilo.

Unos fuertes gritos se escuchan a la distancia, es ella... Se que es ella pues mi corazón me lo dicta.

Me pongo de pie y me echo a correr en dirección a los gritos. Ella no murió, debo hallarla antes que ellos. Si al infierno debo sucumbir lo haré con gozo.
Mientras más me acerco el olor a rosas inunda mi naríz, debo encontrarle, los gritos se escuchan cada vez con mayor con claridad, correr, correr es lo único que quiero hacer. Y entonces... Simplemente despierto.

La habitación en la que me encuentro aún está obscura, pero los gritos se siguen escuchando con mucha claridad, me toma apenas un segundo darme cuenta que provienen de la habitación en la que está Liliana. 
No sé cómo tome el hecho de que me quedé dormido en su casa o si quiera si recuerda las razones que me trajeron hasta aquí. Pero se que debo ir a ayudarla, se que aún faltan dos días para que el verdadero trabajo comience y aún así no puedo evitar ir a su habitación.

Al entrar los gritos se escuchan con más fuerza y puedo ver a Liliana en la cama retorciéndose de angustia. 
Sus ojos aún están cerrados por lo que se perfectamente que es solo una pesadilla.

Cómo puedo me acerco a ella e intento llamarla por su nombre con intención de calmarla, pero al ver que no me escucha, me subo al otro lado de la cama y la sujeto en un fuerte abrazo.
El llanto y sus alaridos me ponen nervioso y aún así me atrevo a intentar acariciar su cabello para calmarla.

—Calma Lili, calma.—su cabello despide un olor tan particular que me deja estático un momento. "Rosas" el aroma que nunca había podido superar, el olor de la muerte.

Otro grito y un manotazo me regresan a la realidad.

—Por favor no, no te vayas.—pide con un hilo de voz.-Tu no puedes dejarme.— se que no habla conmigo y aún así me atrevo a acariciar su brazo.
El llanto es algo que compartimos en ese momento y sin embargo no sé si lloro por ella o son mis propios sentimientos desbordándose.

—No lo haré, cálmate por favor.—susurro logrando que por fin ella comience a detener su llanto.—Calma, estoy aquí digo tranquilizandola. No me iré.—ella se relaja y sus gritos se transforman en un sollozos apenas audibles .

El cansancio de todo lo vivido en una sola noche me hace por fin caer en un sueño más profundo que el anterior.

A la mañana siguiente mis ojos se abren por inercia al sentir una mirada fija en mi.

—¿Nos acostamos anoche?—la chica de ojos de color chocolate me toma por sorpresa.—No me mal entiendas ni nada pero no pareces mucho mi tipo.—sus manos trazan el contorno de uno de mis tatuajes y me hacen apartarme de un sobresaltó.

Me pongo de pie y me recompongo rápidamente.

—¿Te parece que nos hayamos acostado?—le cuestionó alzando una ceja.—¿Enserio no recuerdas nada?

Ella se encoge de hombros y se dirige a su closet.

—No, por eso te lo pregunto.—murmura mientras saca prendas de este.—los fuck boys no me van. Pero supongo que algún encantó tienes si me acosté anoche contigo.—levanto una ceja desconcertado por la facilidad que tiene para hablar de temas que para la mayoría de las chicas son más privados y cuando pienso que ella no puede ser más excéntrica procede a quitarse las prendas justo frente a mí.

—Yo...-las palabras se quedan atoradas en mi garganta y lo único que atino a hacer es darle la espalda para evitar ver su desnudes.

Escucho su risa tras de mí pero no me atrevo a pronunciar palabra alguna.

—Vamos amigo, anoche debiste verme de la misma manera.—escucho sus pasos acercándose a mí pero no me volteó.—¿Ahora eres alguien con pudor? ¿Quien te crees, la madre Teresa?—se pone frente a mí y mantengo mi vista en su rostro.

—Lo que estás haciendo no está bien.—intento hacerla escucharme.—la razón por la que pase la noche aquí, no es la misma razón por la que tú piensas, si te vistes podré explicarte.—le digo mientras ella pone sus manos en mi pecho.
Se muerde el labio inferior y pone sus manos al rededor de mi cuello.

Como un ángel cualquier contacto carnal con humanos estaba prohibido, pues era castigado con el infierno. Pero siendo un ángel caído, mentiría si dijera que en los últimos doscientos años no me acosté con más de una mortal.
Y sin embargo se que debo mantenerme impasible, ella es terreno peligroso y mi deber es protegerla no follarla.

—¿A no?—dice intentando acercar su rostro para besarme, pero me retiro un poco.—Que te parece si te desnudas y en la ducha me explicas la razón por la que dormiste aquí.

Estoy comenzando a perder la paciencia y también comienzo a creer que sigue un poco ebria.

—Escucha, se que si me dejas explicar, recordarás que...—sus labios van directo a los míos y por inercia mi mano se dirige a uno de sus pechos, en cuanto suelta un leve gemido me aparto cómo puedo.—Vístete te explicaré la razón por la que estoy aquí.—le digo saliendo de la habitación.

Voy al living de la casa y espero a que ella salga rezando por qué no vuelva a aparecer desnuda frente a mi.

Tarda al rededor de diez minutos pero cuando por fin lo hace me mira expectante así que decido comenzar a hablar.

—Anoche, te drogaron.—digo tajante y ella se queda en shock.—dos chicos querían abusar de ti, pero justo yo iba pasando por ahí y los detuve, busqué en tu bolso tu identificación y te traje a casa.—ella se queda atónita y no hace falta ser un genio para saber que a comenzado a recordar todo.

—Esos bastardos.—dice entre dientes.—¿Entonces esa maleta es tuya? ¿Que te paso en la frente?¿Y por qué te quedaste anoche?—sus preguntas son cien por ciento las que pensé que haría así que respondo con simpleza.




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