-Buenos días, dijo Paula acercándose a mi mesa.
-Hola, no levanté la cara, no podía, hacía dos días que no dormía y mi cara era imposible de ver.
-¿Cómo estás?
-Le he escrito, le he dicho que me gusta estar con él, que aunque llevamos muy poco tiempo para mí ya es muy importante.
-¿Y qué te ha dicho?
-No lo ha visto aún.
-Verás que te contestará y te dirá que está todo bien.
-No lo sé, comenté haciendo caer una lágrima sobre el libro.
-Escúchame, no te comes la cabeza antes del tiempo, intentó consolarme.
-No puedo no pensar en las dos posibilidades.
-Es justo sí, pero no demasiado, no te concentres sólo en esto, si te habría querido dejar ya lo habría hecho, ¿no?
-Sí...
-Entonces respiras que irá todo bien.
La miré y me abrazó fuerte.
-Yo estoy aquí, me susurró.
-Gracias, de verdad.
-Buenos días guapa, tú no tienes culpa de nada. Te he mentido, no te lo he dicho antes por miedo del racismo, no sé qué habrías pensado. Yo soy gitano, no me he criado con ellos, pero mis padres son muy posesivos y quieren que vaya a la iglesia. Leí este mensaje y mi corazón se tranquilizó. No veía nada malo porque no había nada malo, comprendí su miedo en decírmelo. Entendí porqué era diferente de los otros chicos, porqué daba más valor a los pequeños detalles.
La cultura gitana siempre me llamó la atención aunque no la conocía casi para nada.
No podía ver el problema, para mí no existía. Lo que me preocupó fue que él pensó que habría cortado por eso, no, nunca lo habría hecho, no era un motivo por hacerlo, todo el contrario, me encantaba saber que él tenía otras tradiciones y tenía mucha ganas de conocerlas.
-Chicas me ha contestado, dije corriendo hacia mis compañeras.
-¿Entonces?, me preguntó Paula.
-¿Qué te ha dicho?, preguntó Luise.
-Tranquilas, nada grave, solo que está confuso porque es gitano y tenía miedo que por eso podría cortar.
-¿Eso y ya está?, Victoria estaba sorprendida.
-Sí, exacto, yo también pienso que es una cosa banal pero me dijo también que al confesarlo, en el pasado, otras chicas lo dejaron y por eso no suele decirlo.
-No tiene que haber vivido muy bien, hay españoles muy abiertos pero algunos no, como en todos los países, comentó Luise.
-Ya, es así, seguramente, pero el domingo nos vemos para hablar y vamos a solucionarlo.
-Bien, me alegro tía, afirmó Paula.
-Yo también, pero quiero recopilar información sobre esta cultura, es justo que me informe un poco más.
-Sí, así sabe mejor cómo funciona su cultura, confirmó Vi.
Era muy curiosa en general, pero sobre las culturas era como una afición, me encantaba descubrir nuevas tradiciones porque así se descubrían nuevos bailes, nuevas fiestas, también nuevos idiomas. “Las culturas son preciosas, sobre todo cuando se mesclan a otras” , pensé.
Había casi acabado la hora de clase, me acerqué a la profesora y le pregunté:
¿Sabes algo sobre la cultura gitana?
-No mucho pero algo sí, ¿qué quieres saber?
-Un poco de todo, contesté vagamente.
-¿En amor?
Me había pillado.
-Sí.
Su sonrisa desapareció.
-Es un poco complicado… los gitanos prefieren casarse entre ellos y la chica tiene que llegar virgen a la boda.
Mi cabeza se dividió en dos partes: la primera que no entendía dónde estaba el problema y la segunda que, al contrario, lo entendía. La preocupación de esta última era el “no ser gitana”. No lo era y tampoco podía serlo.
Pero no pasaba nada, yo creía en mí, en mis valores y sobre todo creían en lo que poco a poco estaba naciendo entre mí y Alejandro.
Sabía que el amor verdadero habría ganado contra todo, como la distancia, la edad y también la cultura.
Lo sabía.