-Buenos días chicas, ¿Cómo estáis?, nos preguntó la profesora.
-Todo bien, contestó Victoria.
-Bueno, podría ir mejor, afirmó Paula.
-Yo estoy bien, ¿Ángeles tienes los exámenes?, pregunté.
-Sí, estoy muy feliz de los resultados, dijo entregando a cada una el suyo.
-¡Enhorabuena Sofía!, comentó dándomelo.
Lo miré. Un diez. Mi primer diez desde el principio del curso.
-¿En serio?, pregunté.
-Claro, me contestó.
No me lo creía pero al mismo tiempo estaba muy orgullosa de mí, me estaba esforzando mucho por sacar buenas notas y saber que funcionaba me alegraba.
-Tía, ¿Cómo te ha ido?, me preguntó Paula.
-Un diez.
-Grande colega, confirmó Luise.
-Estoy feliz de que te vayan bien las cosas, opinó Vi.
-La verdad que sí, por la primera vez no hay una cosa que vaya mal, todo sigue perfectamente, esto me asusta un poco, porque es tan raro que todo me vaya tan maravillosamente.
-Ya, puede parecer extraño pero disfruta de esto momento, comentó Paula.
-Obvio, lo estoy haciendo.
-¿Es Alejandro?, me preguntó Vi cuando mi móvil vibró.
-No, es Felipe.
-¿El chico rico, no?
-Sí, él.
-¿Sois amigos?, me preguntó Luise.
-Sí, pero desde cuando está Ale ha cambiado mucho, parece un poco celoso, estamos discutiendo porque dice que a mí me gusta él.
-No estarías con Alejandro si fuese así, afirmó Paula.
-Claro que no, yo estoy con Ale porque me gusta de verdad.
-¿Te gusta?, me preguntó Victoria.
-Vale, vale, nos conocemos hace poco pero me estoy enamorando de él.
-¿Lo sabe?
-No, tengo miedo de decírselo.
-¿Por su respuesta?
-No, pero es algo muy importante, comenté.
-¿Pero tú quieres decírselo?
-Me muero de ganas.
-Entonces ya sabes qué tienes que hacer, confirmó Paula.
-Ya, se lo diré, dije
-Nunca me he declarado, añadí.
-No tienes que pedirle que os caséis, ¿sabes?
-Ya Vi, pero me preocupa, sonreí.
-No tía, porque las preocupaciones no te hacen sonreír como te está pasando ahora, comentó Paula.
-Estoy perdida por él.
-Estás enamorada, me corrigió Victoria.
Y era la verdad. Estaba perdida y enamorada, sí, me asustaba pero me daba tanta felicidad que superaba el miedo.
Mi cara cambió cuando leí los mensajes de Felipe.
¿Qué te ha dicho?, me preguntó Luise.
-Que ninguno me quiere ni como amiga ni como novia y nunca podría gustar, realmente, a alguien.
-Este tío se olvida de Alejandro.
-¿Ya Vi, pero si yo?
-No, que no intente decir que no le gustas porque está claro que sí, ya hace más de mes que habláis todos los días y os veis como mínimo una vez a la semana, ¿o me equivoco?, preguntó Paula.
-Tienes razón, pero no estaba del todo convencida. Así que escribí a Alejandro y le conté lo que había pasado.
Después de algunos minutos encontré su nota de voz.
-Cariño, yo no soy ni tu madre ni tu padre para decirte qué hacer, pero me gustaría que dejaras de hablar con ese tío, no soy así, me estoy enfadando porque no veo normal las palabras que te dice. Sé que eres sensible y te afecta eso, no quiero que estés triste por ese gilipollas, quiero verte feliz cuando estás conmigo, quiero verte feliz siempre.
Había hecho un audio de un minuto y medio y mi humor ya era diferente. Con un minuto y medio cambió mi cara desanimada con una gran sonrisa, otra vez, ya había perdido el cuento de todas las veces que me había hecho sonreír. La cosa maravillosa era que fuese capaz de hacerme bien con nada, una palabra, un pequeño hecho, una caricia, un abrazo, un beso, también con una sonrisa o una risa suya.
-Holi cariño, me dijo besándome cuando bajó del coche.
-¿Cómo estás?
-Bien ¿y tú princesa?
-Todo bien.
-¿El tío te ha dicho algo más?
-No me importa lo que él me diga.
-No es verdad lo que te dijo. Eres preciosa, dentro y fuera.
-¿Vamos arriba a ver las estrellas?, le pregunté.
-Claro, me tomó la mano y fuimos a la planta quince.
El cielo era maravilloso, tenía muchísimas estrellas, nunca lo había visto así.
Alejandro me sonrío y me abrazó.
-Quiero decirte una cosa, me susurró.
-Dime, le dije mirándolo a los ojos. Con la poca luz eran de un marrón muy oscuro.
-La verdad es que nunca he sentido esto por alguien, nunca he echado de menos a una persona y, Sofía, la verdad es que quiero hacer el amor contigo.
Aún no le había dicho lo que sentía yo, sus palabras salían de su corazón y sus ojos me miraban con amor y deseo.
-La verdad es que…
-¿Qué Sofía?
-Yo siempre he querido hacer el amor con una persona.
-¿Cómo puedo ser esta persona?, me preguntó sin dejarme hablar.
-Tú lo puedes ser, en mi opinión ya lo eres, estaba diciendo una persona con la cual tener un futuro.
Mi corazón latía cada vez más rápido.
-No lo descarto.
-¿Qué no descartas?
-Un futuro contigo.
Lo miré. Nunca ninguno me había dicho una cosa tan importante. Sentí que él era el hombre que soñaba desde cuando era pequeña, el príncipe azul que deseaba desde los cuatros años. No lo quería ni azul ni con un caballo, pero con un buen corazón y un cerebro funcional y lo tenía, era frente a mí.
Miré las estrellas, luego mi mirada se posó en él.
-Me estoy enamorando de ti, susurré con voz nerviosa.
-¿Y dónde está el problema?, me preguntó sonriéndome.
Me acarició la cara y me besó contra la pared. Poco a poco sentí el calor de su cuerpo acercarse al mío, el latito de su corazón era cada vez más fuerte, me tranquilizaba saber que estaba tan nervioso como yo.
Aquella noche me despojé de todas mis inseguridades y de mis fobias. Aquella noche, nos enseñamos las almas y nos cogimos un trozo de cada una. Desde aquella noche cada uno tenía parte del otro.