Bajo las estrellas

Aurora: El lenguaje de las flores

Aquel sonido entró por las ventanas mientras el viento movía las cortinas, como impulsando aquel llamado. Un poco confundidas, las tres nos miramos entre sí, quizás porque, en el fondo, todas sabíamos de quién se trataba. La señora Amy me indicó con un leve movimiento de cabeza que me asomara a ver, y así lo hice. Me levanté del sofá y, detrás de mí, Ella y doña Ceci también lo hicieron. Caminé con nerviosismo hasta llegar al barandal con la tensión creciendo en mí.

Cuando miré hacia abajo, vi a Magnus junto a un grupo de mariachis y a otro chico que, por sus rasgos, supuse que se trataba de Mauricio, pues Magnus me había hablado de él en uno de los trayectos hacia mi universidad. En sus manos sostenía un precioso ramo de gerberas, mis flores favoritas. ¿Pero cómo él sabía eso? Y más importante aún... ¿cómo las consiguió a esas horas de la noche?

Mientras pensaba en todo eso, una melodía comenzó a sonar, seguida por una canción tan hermosa como la misma luna:

"Ya llegó tu enamorado."

Era la primera vez que me llevaban serenata… y estaba siendo mágica. Él me miraba como si yo fuera lo más bello que había conocido en su vida. Me sentí tan, pero tan afortunada. Sus ojos brillaban con una luz maravillosa que me hacía sentir entre las estrellas o por lo menos cerca de ellas.

Mauricio acercó una escalera al balcón por la que Magnus subió, mientras yo temblaba por los nervios y la felicidad.

—Aurora… —Exclamo, mientras vi cómo tragaba saliva; quizá él también estaba nervioso pero aun así siguió. —Aurora, eres una mujer estupenda. Tan cálida como un café por las mañanas, tan linda como una canción, como un ángel que trae luz y esperanza a mi vida… que cura mis heridas incluso mejor que la medicina. —Rio suavemente—. Quizá pienses que soy un intenso, pero no puedo evitarlo. Por eso mismo… te traigo estas flores.

Me entregó el ramo con mucha delicadeza.

—¿Cómo supiste que son mis favoritas? —pregunté con una sonrisa.

—Yo… bueno, he notado que siempre las dibujas, y además las batas de tu uniforme llevan bordada una en el bolsillo derecho. —Tomó mi mano con suavidad—. Investigué un poco y así supe que su simbolismo se asocia a la alegría, las sonrisas y la diversión. Entonces comprendí por qué te gustaban… Son iguales a ti.Sabes no es difícil poner atención cuando alguien te interesa de verdad.

—El ramo tiene siete flores… —agregó, quedándose unos segundos en silencio, como tomando valor—. En el lenguaje de las flores significa que…que estoy locamente enamorado de ti.

Nuestros ojos se encontraron, entrelazando así nuestras miradas. Fue entonces cuando comprendí que nadie me había amado como lo estaba haciendo él.
Con un roce suave, casi reverente, desplazó un mechón de cabello detrás de mi oreja. Sus dedos rozaron mi piel con tanta delicadeza que me estremecí.
—Aurora… ¿me permitirías ser tu novio? —preguntó con una voz tan sedosa que se coló directo en mi pecho, como un susurro que se quedaría a vivir en mi.

Sentí cómo el rubor subía a mis mejillas sin que pudiera evitarlo; era como si mi rostro hablara por mí antes que mis labios. No necesité pronunciar palabra por eso no lo hice. Asentí con timidez, pero con el corazón latiendo tan fuerte que me retumbaba en los oídos.
Magnus ensanchó su sonrisa, esa sonrisa suya tan genuina que parecía iluminar todo a su alrededor. Se inclinó lentamente hacia mí, acercando su rostro al mío, pero se detuvo a medio camino. Quizás le faltaba valor para cruzar esa frontera, o tal vez solo esperaba una señal.

Pero si él no tenía el coraje suficiente… entonces yo lo tendría.

Con una suavidad casi instintiva, tomé su rostro entre mis manos con cuidado a pesar de mis nervios.
Nuestros alientos se mezclaron y nuestras narices se rozaron, enredándose en esa intimidad en la que no necesita pedir permiso. Cerré los ojos y lo besé: un beso tierno, cargado de emoción contenida, de palabras no dichas. Un beso que él me devolvió con la misma dulzura, como si el mundo entero hubiera desaparecido y solo quedáramos nosotros, flotando en ese instante suspendido en el tiempo.

Los aplausos y vítores nos devolvieron a la realidad con una carcajada tímida. Mauricio, la madre de Magnus y doña Ceci celebraban , sonrientes, como si acabaran de presenciar el final de una película romántica.
Y ahí estaba yo… siendo ahora la novia de Magnus. ¿Quién lo diría? Qué extraña y maravillosa puede ser la vida.

Bajamos al patio nos tomamos de la mano, con el corazón todavía palpitando en sintonía. Las notas de las canciones de amor flotaban en el aire mientras yo me acurrucaba en sus brazos, y él, con ternura infinita, dejaba besos suaves sobre mi cabeza, como si no quisiera que ese momento acabara nunca.

1 de febrero de 2025 – 10:30 AM

Magnus y yo estábamos en la sala, jugando cartas a solas. La casa se sentía inusualmente silenciosa, pues ni mi suegra ni mi abuela —como ambas insistían en que las llamara ahora— se encontraban en casa. Habían salido juntas para revisar unos detalles sobre la remodelación de su antigua vivienda.

—Te ves muy bonita hoy, ¿lo sabías? —comentó él, con un tono descaradamente coqueto.

—Si crees que con un cumplido vas a lograr que te deje ganar, estás muy equivocado —respondí divertida, bajando una carta que lo hizo perder otra ronda más.

—¡No puede ser! —exclamó con frustración fingida mientras se dejaba caer hacia atrás en el sillón, cubriéndose el rostro. Yo no pude evitar soltar una carcajada.

—¡Estás haciendo trampa! —añadió, indignado. Ya llevaba tres rondas seguidas perdiendo.

—¿Cómo te atreves a dudar de mí? —protesté con fingida ofensa y le lancé una almohada.

Y elo tardó ni un segundo en lanzarse sobre mí para hacerme cosquillas. Luché entre risas por zafarme, pero su ataque era implacable, hasta que el sonido de su celular rompió la burbuja de juego. Se apartó de mí, recuperó el aliento y contestó la llamada.



#3167 en Novela romántica

En el texto hay: boxeo, medicina, sentimental

Editado: 13.09.2025

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