Bajo las estrellas

El enemigo y ella

Estaba de lo más tranquilo, jugando con Aurora en la sala, sintiéndome feliz por compartir tiempo con ella, cuando mi teléfono sonó. Era Mauricio. A veces parecía tener un don especial para arruinar el momento.

Hablé con él unos minutos, intentando sonar lo menos irritado posible, y después corté la llamada. Al voltear, Aurora ya me observaba con sus grandes ojos llenos de curiosidad.

—¿Tienes un enfrentamiento? —preguntó con un tono sereno pero inquisitivo.

—Sí, en unos días. Es una pelea importante contra un boxeador estadounidense —respondí mientras me acomodaba en el sofá, dejando escapar un suspiro.

—¿Y si es tan importante… por qué no has estado yendo a entrenar? —preguntó con suavidad mientras se sentaba a mi lado, acortando la distancia entre nosotros.

—Porque quiero pasar tiempo contigo, bonita —dije con una sonrisa ladeada.

Ella sonrió también, aunque su expresión se apagó un poco.

—Gracias, pero…- hablo

—¿Qué pasa? ¿Estás enojada? —pregunté, tomando su mano, entrelazando nuestros dedos con cuidado.

—No, no es eso… —murmuró—. Es solo que no quiero que te lastimen en esa pelea.

Mi corazón dio un vuelco de emoción. ¿Aurora… preocupada por mí? Una risita nerviosa escapó de mis labios, no por burla, sino por lo inesperado del gesto.

—¿Tu culpa? ¿Por qué sería tu culpa? —pregunté, sorprendido.

—No te rías —respondió con un puchero de leve molestia—. Me refiero a que estás descuidando tus entrenamientos por estar conmigo… y yo no quiero ser la razón si algo sale mal.

Tomé su mentón con delicadeza y me incliné para darle un beso en la frente.

—Cálmate, todo estará bien —le dije con voz baja, tratando de calmar su angustia—. Te prometo que entrenaré mucho para ganar. ¿Iras a verme? Será el 12 de febrero.

—Haré todo lo posible —respondió ella con una sonrisa dulce, justo antes de darme un beso gentil que me desmoronó por completo.

—Además, si salgo herido… te tengo a ti para curarme —susurré, en tono de broma, mientras apoyaba mi frente contra la suya.

11 de febrero de 2025, 2:40 p.m.

Fui por Aurora a su universidad. Cuando la vi salir, tan linda como siempre, me saludó con su emoción tan expresiva. Pero justo detrás de ella venía alguien… un hombre. La piel se me erizó, y mi instinto gritó que era peligroso. En cuanto lo reconocí, lo confirmé sin vacilar. Era él, sin duda.

Caminé hacia ellos a pasos apresurados y rodeé la cintura de Aurora con firmeza, controlando mis emociones a duras penas .

—Cuánto tiempo, Magnus —dijo él.

—Lo mismo digo, Sarain —respondí de forma cortante sin disimular ni un poco.

—¿Se conocen? —interrogó Aurora, con curiosidad.

—Algo así… —contesté sin apartar la mirada de Sarain.

—Oh, vamos, Magnus. ¿Así tratas a un viejo amigo? —se burló con cautela.

—Bonita, ¿puedes dejarnos solos, por favor? Espérame en el auto —le pedí a Aurora.

Ella asintió y se despidió de él con un "amigable" abrazo que me molesto más de lo que debería. Antes de irse, me dio un beso rápido y se alejó tranquila.

Solté un suspiro irritado y me volví hacia Sarain.

—¿Qué carajo haces aquí, ¿eh? —pregunté, enfadado.

—¿Se te olvida que la escuela de medicina más popular pertenece a mi padre? Por ende, a mi —respondió con una estúpida sonrisa—. Así que… ¿ahora Aurora es tu novia?

—Seré breve: aléjate de ella —le dije con firmeza.

Él comenzó a reír.

—¿Por qué debería? —me retó.

—Porque te conozco. Sé que tus intenciones no son buenas. Así que te lo diré bien claro: aléjate de ella y mantén tus sucias manos muy pero muy lejos —lo amenacé.

—¿Oh, mis manos son sucias? ¿Y qué hay de las tuyas? - Expreso con seguridad.

Me paralicé. Todo mi cuerpo tembló.

—¿Ella ya sabe quién eres en realidad? ¿Sabe lo que hiciste? ¡Contéstame! ¿Ya le contaste que eres un maldito monstruo? - Exclamo con desprecio.

Escupía esas palabras como veneno, y por un instante estuve a punto de lanzarme sobre él. Llevé la mano a su camisa, apretándola con rabia entre mis dedos, pero entonces...

—¡Magnus, vámonos! —gritó la voz de Aurora, a la distancia.

Sentí los brazos de Sarain rodearme brevemente en un gesto repulsivo mi ceño se arrugo.

—Eres un despreciable… hipócrita —me susurró al oído antes de separarse. Luego, alzando la voz hacia Aurora, gritó con falsa alegría:

—¡Allá va!

Llevé a Aurora por un helado. Mientras caminábamos por el parque, conversábamos sobre nuestros días, riendo de cosas pequeñas y disfrutando de la brisa tibia del atardecer. Nos sentamos en una banca, y, cuando el silencio se formó entre nosotros, bajé la cabeza, pensando todo lo que Sarain me había dicho.

¿De verdad soy tan despreciable?

Levanté la vista para verla. El sol iluminaba su rostro, y los rayos dorados de atardecer se enredaban entre su cabello mientras el viento lo movía como si de suaves caricias se trataran, como si el universo entero la adorara. En ese instante, un miedo se coló debajo de mi piel, apretando mi pecho. Era el miedo de perderla. No quería. No... a ella no.

—Aurora... —pronuncié su nombre con la garganta ardiéndome.

—¿Qué sucede? ¿Te sientes mal? —preguntó, preocupada.

—¿Tú... tú me quieres? —murmuré, sintiéndome vulnerable como nunca antes.

Ella sonrió con suavidad.

—¡Por supuesto que te quiero! ¡Te quiero muchísimo! —respondió con voz firme, y su respuesta alivió un poco la pena de mi corazón.

—¿Y si alguien te contara algo muy malo de mí… tú dejarías de quererme? —cuestioné, con el alma en un hilo.

Su expresión cambió a una más seria, pero sin perder la ternura.

—Magnus, no voy a dejar de quererte solo porque alguien hable mal de ti. No importa lo que la gente diga o lo que pueda pasar, te entrego mi confianza. Yo...

Tomó mi mano y se recargó en mi hombro, con esa calma que solo ella sabía darme.

—Yo estaré a tu lado.



#3332 en Novela romántica

En el texto hay: boxeo, medicina, sentimental

Editado: 02.09.2025

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