12 de febrero de 2025 – 2:30 pm
Me ajustaba los guantes, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Y no, no era por la pelea… claro que me gusta boxear, pero nunca me ha fascinado recibir golpes en la cara. La verdadera razón era otra: ella estaría allí. La idea de que me viera luchar, de impresionar sus ojos con mi fuerza, me aceleraba el pulso mucho más que cualquier campana de inicio.
Mientras imaginaba su sonrisa, su forma de mirarme, Mauricio entró con el teléfono en mano.
—Oye, te llaman —dijo, caminando hacia mí con pasos tranquilos.
—¿Quién es? Igual no pienso contestar —respondí, agachándome para atar las agujetas de mis zapatos.
—Es Aurora.
No lo pensé. Me incorporé de golpe y le arrebaté el teléfono de las manos.
—¡Ey, cuidado! —protestó.
—Hola, bonita —dije en un tono que me salió más suave de lo que planeaba. Su risa cruzó la línea como una caricia, encendiendo asi mi sonrisa.
—Hola, Gus… —su voz, tan dulce como siempre, me atravesó por completo.
—¿Ahora tú también me vas a llamar “Gus”? —pregunté, solo para molestarla un poco.
—¿Te molesta?-pregunto ella.
—¿Desde cuándo aprendiste a contestar una pregunta con otra pregunta? —suspiré—. No, no me molesta, bonita… solo que preferiría que me llamaras de una forma más… cariñosa —bromeé, aunque en el fondo lo decía en serio, por que lo deseaba.
—Bien, entonces… —hubo un silencio breve, como si lo estuviera meditando—. Te llamaré cielo. ¿Te gusta, mi cielo? —lo pronunció con ese cariño tan suyo, tan cálido, que parecía envolverme incluso a la distancia.
—¿No se te hace muy común? —traté de sonar despreocupado, pero mi voz ya estaba más baja.
—No, porque el cielo me recuerda a ti… a tus ojos azules que, igual que él, me dan paz. Y eso, para mí, no es común. -se quedó callada un momento otra vez.-Tú… tú eres especial.
Me quedé mudo. Sentí cómo las mejillas se me encendían, como si sus palabras fueran flechas directas a lo más profundo de mí ser. Tragué saliva, luchando contra esos traicioneros ojos míos que estaban a punto de liberar unas lágrimas que no quería mostrar. Nadie, nunca, me había dicho que yo era especial. Y justo ahora… justo ella… lo estaba haciendo.
En ese instante entendí que, aunque en unos minutos iba a pelear en el ring, mi verdadera batalla ya la había perdido… y felizmente: ella me había ganado sin lanzar un solo golpe.
—Puedes llamarme como tú quieras —dije con suavidad, mientras pensaba que, al final, de una u otra forma, ya le pertenecía a ella.
—Bien… entonces, desde ahora, te llamaré mi cielo —murmuró con una dulzura que me desarmó por completo.
—¿Ya casi estás aquí, bonita? —pregunté, ansioso por escuchar su respuesta.
—De eso quería hablarte… No… no podré ir a verte. ¿Sabes? Nos adelantaron un examen. Pensé que faltaba más tiempo, pero al parecer confundí las fechas.
Sentí un nudo formarse en mi estómago.
—Ya veo… —contesté, desanimado—. ¿No podrías llegar aunque sea a media pelea?
—No creo… Sarain nos dijo que la prueba será bastante complicada.
Toda la alegría que minutos antes corría por mis venas se transformó en enojo. ¿Por qué? Porque estaba seguro de que todo eso lo había planeado él. No tenía pruebas… pero tampoco dudas.
—Comprendo —pronuncié, conteniendo la ira que amenazaba con salir.
—No te enojes, por favor —dijo ella, con esa voz que siempre lograba calmarme—. Te deseo suerte y prometo compensarlo, ¿sí, mi cielo?
Pum. Otra vez me ganó. ¿Cómo podría enojarme con ella? Al final, Aurora no tenía la culpa de las artimañas de esa alimaña ponzoñosa. Colgué el teléfono tras despedirnos y subí al ring con el corazón latiendo fuerte. El ambiente estaba cargado de energía. Después de unos segundos de silencio tenso y el presentador estalló en voz alta:
—¡La pelea de peso semipesado está por comenzar!¡todos atentos!-hablo por el microfono- En una esquina, con 76.7kg, desde Estados Unidos,con nueve victorias, una derrotas y cero empates… el imparable, el legendario… ¡William Albert! ¡Él es Fire Warrior!
El rugido del público explotó en la arena. Gente vitoreaba, animando a ese hombre de piel blanca y cabello rojizo. Era un poco más alto que yo, no mucho, pero eso no importaba. Yo no estaba ahí para cargarlo, sino para vencerlo. Y una cosa tenía clara: volvería con Aurora, pero no con las manos vacías llevaría conmigo la victoria.
—Y en la otra esquina, con 76.2 kg, desde México, con ocho peleas ganadas, cero derrotas y un empate… ¡Magnus Herrera! ¡El Titán Sombra!-El público se encendió con pasión, animando como me encantaba cuando eso pasaba; sin duda comprendia, era la parte que más disfrutaba de los combates.
Willian y yo nos encontramos en el centro del ring, nos miramos a los ojos, chocamos los guantes, y él soltó con una voz burlona pero gruesa como para intimidar me:
—I'm gonna fuck you up,you son of a bitch!!
¿Qué rayos me había dicho? No lo sé, nunca aprendí inglés, siempre reprobé esa materia y la odiaba casi con la misma intensidad con la que quería a aurora. Por eso no comprendi en lo mínimo sus palabras pero por el tono en que me habló, sabía que me estaba insultando. Así que solo atinó a responderle:
—¡La tuya, por si acaso!
Round 1
El campanazo sonó y sentí la adrenalina invadir cada fibra de mi cuerpo. Salí con fuerza hacia Willian, listo para atacar, pero él no tardó en imponer su ritmo. Golpe tras golpe, me presionó contra las cuerdas. ¿Cómo podía esperar menos? Él era tan bueno en esto como yo; apenas podía reaccionar. Cada impacto me dolía más, porque se estaba centrando en mi abdomen. El aire se me hacía corto, y mis piernas temblaban por la vibración del dolor de cada golpe recibido.
Pensé: No puedo dejar que esto termine así, apenas comienza, no estoy dispuesto a quedar en ridículo. Intenté responder, pero él era rápido, preciso, y poco a poco me fui quedando sin espacio ni fuerzas. El final del primer round me encontró tambaleando, con la guardia baja y un sabor amargo a hierro en la boca. Escupí para limpiarme mientras mi entrenador y Mauricio me daban palabras de aliento.