Bajo las estrellas

Tentación

—Oye, ¿qué te pasa?, Solo fue una muestra de cariño, una vieja costumbre entre ella y yo. Tú no vas a oponerte porque no tienes derecho. -Replicó Sarain dando un paso hacia adelante.

—¿Qué no tengo derecho, dices? ¿Se te olvida que es mi novia de la que estás hablando? ¡No voy a dejar que ella se involucre contigo frente a mis narices!

Lo miré a los ojos antes de sentir cómo tomaba la fina tela de mi camiseta entre sus dedos, arrugándola como papel.

—¿Te das cuenta de lo que insinúas, pedazo de animal? —vociferó con absoluta ira—. ¿Dudas de ella? ¿Crees acaso que es una cualquiera, como todas las que desfilaron en tu vida antes que ella? ¿Eres tan estúpido como para dudar de su amor? —su voz reverberó contra las paredes de la habitación.

—Creo en ella, pero no en ti; eres un traidor por naturaleza. —Lo empujé sin pensar, solo por impulso—.

Él me devolvió el empujón con la misma violencia. —Mira quién lo dice: el que solo aparece en mi vida para robarme todo lo que es mío. —Sus palabras encendieron mi ira como gasolina sobre el fuego—. ¡Ella no es, no fue y no será tuya jamás!

La pelea subió de nivel. Solté un golpe que impactó directo en su mandíbula; lo hice retroceder unos centímetros hasta que cayó en un pequeño sofá cercano. El golpe dejó un surco de polvo en la tela; se lamió el labio inferior para limpiar la sangre que había brotado por el impacto. Se incorporó con velocidad y, clavándome un puñetazo en la boca, me dejó claro que no tenía ventaja: estábamos al mismo nivel.

—No es mi culpa que seas un cobarde que no se atrevió a seguir sus sueños. —Volví a atacar y a recibir golpes, uno tras otro, hasta que ambos empezamos a sangrar. La habitación olía a sudor y metal, y el tic-tac rápido del reloj en la pared parecía marcar los latidos de mis sienes. Todo lo que habíamos avanzado para arreglar las cosas se estaba yendo al carajo.

—Mira dónde terminamos otra vez, todo por tu maldita y torpe inseguridad; eres un… —Se calló Sarain y bajó la guardia, lo que aproveché para arremeter con un golpe en la cara.

Cuando se tambaleó hacia atrás, la puerta se abrió de golpe y Aurora entró; la botella de agua se le escapó de las manos y cayó al suelo, rodando y derramando un hilo de líquido que brilló bajo la luz blanca de las lámparas. Corrió hacia nosotros y, arrodillándose junto a Sarain, dijo, con voz temblorosa: —¿Qué pasó aquí? ¿Sarain, estás bien?

Me enfurecí aún más y contesté en un grito: —¡Este idiota se está tomando libertades que no le corresponden! —Sarain se apoyó en Aurora para levantarse, fingiendo ante mis ojos estar más lastimado de lo que realmente estaba—. Ves, te lo dije, Aurora él es peligroso; así lo intentes, nunca puedes hacer las cosas bien con él.- grito Sarian

Di un par de pasos pesados hacia ellos, pero me paralicé al sentir la mirada de Aurora clavada en mí. Ella... ella se veía asustada. Estaba claro.

¿Me tenía miedo?

—¡Basta, ya fue suficiente! —gritó ella.
Yo solo la miré en silencio, con el corazón oprimido, cuando Mauricio entró en la habitación.

—Magnus, ¿qué ocurre? ¿Están bien los dos? —preguntó, examinándome con el ceño fruncido. Pero yo solo podía verla a ella, con ese rostro perturbado que me dolía más que cualquier herida.

Me di media vuelta, caminando hacia la puerta con pasos lentos.
—¿A dónde vas? —volvió a hablar Mauricio, con tono preocupado.

—Magnus… —escuché la voz de Aurora detrás de mí, mientras sentía el roce leve de la punta de sus dedos en mi brazo izquierdo. Pero me moví para evitar su calor.

—No, no digas nada. Ya está claro a quién prefieres realmente —dije, aunque mi pecho me gritaba que me callara.

—Yo no dije eso, por favor… espera —susurró con un dejo de desesperación, tomando mi mano.

Miré hacia el suelo y aparté su tacto.
—No me toques… —murmuré sin atreverme a verla.
Salí del lugar sin mirar atrás. Solo quería que ella tuviera lo mejor… y lo mejor no era yo.

El aire de la noche era denso, húmedo, cargado de esa sensación amarga que dejan las despedidas. Encendí el auto y conduje sin rumbo, hasta llegar a casa. Apenas crucé la puerta, fui directo al baño y me metí bajo la regadera con toda la ropa puesta. El agua fría me calaba los huesos, pero no podía moverme. Solo pensaba en ella, en sus ojos… esos ojos preciosos que tanto amaba por el amor que expresaban.
No podía evitar comparar cómo brillaban antes, en los momentos felices, con la forma en que lo hicieron esta vez: llenos de temor. Un temor que había provocado yo.

Después de una hora, escuché el ruido de unas llaves en la entrada. Mi corazón se aceleró. Quise creer que era ella… que había vuelto. Me levanté de un salto, con el alma en la garganta, pero al abrir la puerta no vi a mi niña bonita. Era Mauricio.

—¿Qué haces aquí? ¿Y por qué tienes las llaves? —pregunté, haciéndome a un lado, dejando un suspiro en el aire.

—Aurora me las dio. Quería que viniera a verte —respondió, cerrando la puerta antes de recargarse en ella.

—¿Y por qué ella no está aquí? Déjame adivinar… está muy ocupada cuidando de Sarain, ¿cierto? —dije con desdén, o más bien con frustración.

—Ella no está aquí porque yo le prometí que la ayudaría, si me dejaba hablar contigo primero —Mauricio cruzó los brazos con calma.

—Sabes, no necesito que me reprendas. Prefiero que me acompañes a comprar licor. Quiero liberar tensión de alguna manera —murmuré poniéndome los zapatos con pereza.

—Bien, vayamos a tomar. Pero no aquí. Si tu mamá vuelve y nos ve bebiendo, me mata —dijo él, encogiéndose de hombros.

Dudé un momento ante su sugerencia, pero terminé aceptando. Así acabé en el coche junto a él, con la mirada perdida en la ventana mientras Mauricio conducía. De vez en cuando, su celular vibraba y él escribía mensajes apresurados.

Después de unos minutos, llegamos a un bar —o quizás un club, no lo sabía con certeza—, pero el lugar tenía un ambiente agradable. Las luces cálidas contrastaban con una decoración de estilo japonés: biombos de papel, lámparas rojas y una tenue melodía instrumental flotando en el aire. Algo poco común en nuestra ciudad.



#3362 en Novela romántica

En el texto hay: boxeo, medicina, sentimental

Editado: 22.10.2025

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