Bajo las Estrellas de Verano

Decisiones en el abismo

Las semanas pasaron, y Arletth, cada vez más agotada por el esfuerzo de sostener un matrimonio que parecía derrumbarse, decidió que era momento de confrontar sus sentimientos. Llevaba días reflexionando sobre sus opciones, y la conversación con Martín había sido un punto decisivo para mirarse al espejo y preguntarse si podía seguir en una vida donde se sentía invisible.
Una noche, después de que sus hijos se durmieran, Arletth y su esposo se sentaron en la sala. La tensión entre ellos era palpable. Ella buscaba palabras, las justas para expresar lo que sentía sin herir, aunque sabía que cualquier cosa que dijera sería dolorosa.
—No puedo seguir fingiendo que todo está bien —dijo, con voz quebrada, y sintió cómo se liberaba una carga pesada de su pecho—. Hemos dejado de ser quienes éramos. Me duele admitirlo, pero creo que estamos lastimándonos al aferrarnos a algo que ya no existe.
Él la miró en silencio, y por un momento, en sus ojos, Arletth vio el hombre del que una vez se enamoró. Hubo tristeza, quizás arrepentimiento, pero no pudo discernir nada más.
—Tal vez tienes razón —respondió él, bajando la mirada—. Creo que ambos nos hemos perdido en esta rutina… y olvidamos cómo amarnos.
Arletth sintió una mezcla de alivio y tristeza. No había sido fácil admitir que el amor que un día compartieron se había desvanecido. Pero esa noche, después de una conversación que duró horas, ambos comprendieron que aferrarse solo traería más sufrimiento. Decidieron tomarse un tiempo separados para reflexionar, para ver si había algo que salvar o si, en cambio, debían aceptar el fin de su historia.
Los días que siguieron fueron difíciles para Arletth. La incertidumbre la desbordaba y, aunque Martín le brindaba su apoyo incondicional, ella sabía que era un proceso que debía enfrentar sola. Su casa ahora era un espacio silencioso y extraño, pero, en medio de esa soledad, también encontró un espacio para volver a sí misma, para reconocer los sueños y deseos que había dejado atrás.
Martín, quien se mantenía en la distancia, la alentaba a ser fiel a lo que realmente quería. Él no presionaba ni buscaba ocupar un lugar en su vida que no le correspondiera en ese momento, pero su presencia era un recordatorio constante de que aún podía encontrar la felicidad.
Poco a poco, Arletth comenzó a experimentar una nueva libertad, y por primera vez en años, se sintió en paz consigo misma. Su historia de amor con su esposo había llegado a un punto crítico, pero el camino que estaba tomando, aunque incierto, le daba la oportunidad de reencontrarse, de recuperar su luz.



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En el texto hay: amistades, crecimiento, amor.

Editado: 06.09.2025

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